Este Búho se animó a ver la película peruana ‘Chavín de Huántar: El rescate del siglo’ atraído por la curiosidad del gran éxito de público que ya superó lejos el medio millón de espectadores. Siempre aclaro que no soy un crítico de cine, solo un aficionado. La cinta, dirigida por Diego de León, retrata inicialmente el ataque de miembros del grupo terrorista MRTA a la residencia del embajador japonés en diciembre de 1996, donde mantuvieron de rehenes por alrededor de cuatro meses a decenas de invitados a una celebración de fin de año.
Luego desarrolla la planificación y ejecución del heroico rescate efectuado por el comando militar Chavín de Huántar en abril de 1997. Es importante precisar que la película está inspirada en hechos reales, tal y como se resalta al comienzo del relato, lo que quiere decir que se toma algunas licencias en la recreación de esos sucesos, como por ejemplo que varios de los nombres hayan sido cambiados: Víctor Cerna en vez de Víctor Cerpa, del MRTA; el almirante Rinaldi por Giampietri o el canciller Varela por Tudela.
Y que incluso algunas de las acciones durante el operativo de rescate se hayan alterado. Esto no es novedad y suele ocurrir en la mayor parte de las ficciones basadas o inspiradas en la realidad, generalmente por cuestiones dramáticas; así que no debería llamar tanto la atención. Siempre habrá opiniones contrarias a que se hagan alteraciones de casos reales, lo que no tiene por qué invalidar necesariamente la propuesta.
El famoso cineasta norteamericano Quentin Tarantino, por citar un ejemplo relevante, en su ambicioso filme bélico ‘Bastardos sin gloria’ (2009) inventó una muerte distinta para el líder nazi Adolfo Hitler, nada menos que en el incendio de una sala de cine. Muy divertida la ocurrencia, casi surrealista, que generó el repudio de algunos historiadores y puristas, quienes lo acusaron de falsear la historia.
¿Y por qué no? Simplemente se trataba de una ficción y en las ficciones todo vale. Y ya conocemos lo atrevido que es el buen Quentin. Así que lo mismo se podría aplicar, salvando las distancias, al trabajo de Diego de León, no porque esté falseando la veracidad de los hechos, sino porque ha realizado algunos cambios que no alteran en lo sustancial lo que sucedió. De modo que para apreciar el resultado de su labor no es necesario que lo que vemos en pantalla se ajuste milimétricamente a la realidad. Así no funciona el cine de ficción, no estamos frente a un documental.
El punto fuerte de la narración es la reconstrucción del rescate en la parte final. Hasta llegar a ese crucial momento y luego de la rápida incursión de los emerretistas en la casa del embajador japonés y la toma de rehenes, De León hace una presentación rápida de los personajes principales involucrados, entre militares y secuestrados.
Y no es casualidad que el personaje más desarrollado sea el del capitán Juan Valer (interpretado por Rodrigo Sánchez Patiño), encargado del operativo, y su entorno familiar. Ya sabemos que murió en acción tras salvar la vida del canciller y se convirtió en símbolo de la victoria frente al terrorismo, en la que se salvó prácticamente a la totalidad de rehenes que permanecían en la casa (72 salieron con vida y solo uno falleció después). Si bien hay que reconocer que el guion es discreto y no tiene mayor vuelo dramático, los ‘sabelotodo’ y ‘malaleche’ han criticado la puesta en escena del rescate -que es lo mejor de la película- señalando que el director ha usado fórmulas hollywoodenses, como si eso fuera un demérito.
Es cierto, De León ha conseguido que el heroico desenlace se parezca bastante a un típico producto norteamericano, utilizando la cámara en mano, un montaje cortante y efectos especiales muy profesionales para darle mucha tensión a las secuencias, lo que termina siendo eficaz y atrapa la total atención de los espectadores. Lo positivo de todo esto es que el público aplaude al final y se va de la sala satisfecho de ver un cine peruano con el que se siente identificado. Vayan a ver ‘Chavín de Huántar: El rescate del siglo’ y saquen sus propias conclusiones.
