Castillo y Dina se parecen bastante
Castillo y Dina se parecen bastante

Este Búho abrió sus ojazos tempranito para estar atento a las incidencias del paro de transportistas, que están desesperados y exigen al gobierno que haga algo de una vez para protegerlos, pues todos los días son baleados por los malditos extorsionadores. Sienten con toda razón que están librados a su suerte, pues nadie los defiende. Hemos llegado al colmo de que una misma empresa es extorsionada hasta por cuatro organizaciones criminales a la vez. Pero la presidenta Boluarte, haciendo gala de su conocida insensibilidad, los llamó a deponer su ‘medida de fuerza’ para que ‘no se perjudiquen económicamente’. Parece que a la señora, quien vive al margen de la realidad, no le importa que desde enero hasta julio último fueron asesinados 65 conductores de empresas de transporte, según cifras de la misma Policía Nacional. ¡Son 65 personas muertas! Y no estamos contando los pasajeros muertos por las balas perdidas y las bombas que detonan en el interior de los buses. Los transportistas, como la gran mayoría de peruanos, viven del día a día y no necesitan que la mandataria les recuerde todo lo que pierden si no salen a trabajar. Paran porque ya no pueden soportar más. Cada día para ellos es una terrible tortura, pues no saben si el próximo pasajero que sube a su unidad, o la moto que los adelanta, es el sicario que los acribillará a sangre fría y dejará huérfanos a sus hijos. Pero esta pésima gestión del gobierno no sorprende, es la crónica de una muerte anunciada desde la campaña presidencial. Es el resultado de haber votado por el ignorante e incapaz de la izquierda, Pedro Castillo, en cuya plancha estaba Dina como su flamante vicepresidenta. Ella, quien lo sucedió en Palacio de forma constitucional tras el fallido golpe de Estado, es más de lo mismo que el chotano. Ambos se parecen bastante.

Si Castillo nombraba ministros burros, senderistas y rateros, como Juan Silva en Transportes y Comunicaciones o Iber Maraví en Trabajo, Dina elige ministros que defienden a delincuentes.

Juan Santiváñez, quien fue censurado por su fracaso como titular del Ministerio del Interior, fue reciclado hace unas semanas y pese a las críticas le entregaron la cartera de Justicia, a la que acaba de renunciar porque en las próximas elecciones se lanzará para senador, al parecer en las filas de Alianza Para el Progreso de César Acuña. Ojo que todo este desmadre es avalado por ‘Plata como cancha’ y el fujimorismo. Esta terrible situación demuestra que Dina y la gente que elige toman los ministerios como un juego, como un trampolín. No les importan los peruanos. En tanto, el Congreso da leyes a favor de los delincuentes y de la minería ilegal. No está entre sus prioridades solucionar los graves problemas del país, como detener la ola criminal, pues están concentrados en satisfacer sus apetitos personales y en defender sus intereses. Por eso la gente, que es extorsionada y pasa hambre, no solo desprecia a los políticos, sino que los aborrece. Los malos políticos subestiman a la población y creen que se le puede engañar como a niños. Craso error. Los peruanos se dan cuenta de sus andanzas y ya se siente el hartazgo. Por eso, hace días se produjeron las protestas de la llamada Generación Z y ahora le tocó el turno a los conductores y también a los integrantes de construcción civil que ayer salieron a las calles. Había gran cantidad de manifestantes que durante el mediodía se concentraron en el Campo de Marte para dirigirse al Congreso. Cuidado que el descontento popular va en aumento y la situación podría salirse de control. Los mismos transportistas están advirtiendo que radicalizarán sus protestas si todo sigue igual. Noto a la gente más enojada. Parece que la paciencia se le acabó a muchos. “Mientras los congresistas engordan con nuestros impuestos y la presidenta se aumenta el sueldo al doble, a nosotros nos matan como a perros. No es justo, ya estamos cansados”, decía ayer al borde de las lágrimas una madre de familia que trabaja como boletera y cuenta que cada madrugada que sale de casa a trabajar besa a sus hijos sin saber si esa será la última vez que lo hace. Así no se puede vivir. ¡Haga algo, presidenta! Apago el televisor.

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