Este Búho se enteró por el programa de Beto Ortiz que Carlos Incháustegui, el terrorista de Sendero Luminoso que escondió al genocida y líder Abimael Guzmán en una casa en Los Sauces, Surquillo, postuló al Congreso de la República en las últimas elecciones, de la mano del Frepap, el partido del ‘pescadito’ que acaba de anunciar su apoyo a Pedro Castillo, con ‘bendición’ incluida.
¿Alguien sabía dónde estaba Carlos Incháustegui o lo que hacía desde que salió de la cárcel en el 2014? Pues los oficiales que capturaron a Abimael Guzmán aseguran que los terroristas encarcelados, por más largas que sean sus condenas, no se arrepienten. Solo el cobarde y comodón Abimael claudicó cuando Vladimiro Montesinos le permitió tener relaciones íntimas con Elena Iparraguirre en la Base Naval y a ambos les invitaba comilonas y tragos finos, viendo videos de conciertos de Frank Sinatra.
Tipos como Incháustegui son peligrosos. En esta coyuntura, cuando se habla del peligro del terrorismo, nadie está exagerando ni ‘terruqueando’, solo contando la historia, la verdad. Algunos jóvenes no le dan la importancia debida, pero ellos no vivieron las terribles épocas de la sanguinaria violencia de Sendero Luminoso y no saben lo peligroso que es para la sociedad y la democracia que algunos militantes de sus grupos de fachada, como el ‘Movadef’, integren la cúpula de ‘Perú Libre’, el movimiento que arropa a Pedro Castillo, o como el propio Incháustegui, que se infiltran en un movimiento religioso, pero que tiene bases en los rincones apartados del país.
Los jovencitos viven, hasta ahora, en una democracia con una economía abierta que les permite utilizar tecnología de punta, mientras en los ochentas los terroristas dinamitaban torres, mataban policías, alcaldes, y nos dejaban sin luz. Y en su demencia hasta dinamitaron con un coche bomba un edificio de la calle Tarata en Miraflores, donde murieron 25 inocentes y hubo decenas de heridos.
INCHÁUSTEGUI, ABIMAEL GUZMÁN Y MARITZA GARRIDO-LECCA
‘La captura del siglo’ fue fruto de un sacrificado trabajo de inteligencia de 82 oficiales, cuyas cabezas visibles eran Benedicto Jiménez y Marco Miyashiro. Sus agentes lograron establecer que una academia para postulantes a la UNI era una de las fuentes de financiamiento de Sendero. Un individuo mestizo, regordete, al que llamaron ‘Sotil’, por sus endiabladas movidas, era el hombre que llegaba a recoger el dinero.
Le hicieron un paciente seguimiento y comprobaron que cada fin de mes le entregaba una bolsa con dinero un joven blancón, de bigotes. Descubrieron que era Incháustegui, egresado de Arquitectura de la Ricardo Palma, conocido por sus inclinaciones ultras en el claustro universitario. Lo siguieron y comprobaron que vivía con una joven y bella bailarina de danza moderna, Maritza Garrido Lecca.
‘Sotil’, en los calabozos, aterrorizado porque le dijeron que su esposa también iba a ser detenida, confesó que lo único que sabía era que el ‘blancón’ estaba conectado con la alta dirigencia de Sendero. Entonces comenzó una paciente vigilancia de la casa. El arquitecto y la bailarina aparentaban ser una amorosa pareja joven, de condición acomodada.
Por las tardes, lindas niñas llegaban a sus clases de danza con sus madres. Una fachada perfecta. ¿Quién podía imaginar que el responsable de más de 50 mil muertes y quien ordenó el degollamiento de mujeres, ancianos y niños en Lucanamarca, estaba escondido en una academia de baile en una zona residencial?
ABIMAEL GUZMÁN, UN HOMBRE MUERTO DE MIEDO
Los agentes se vestían como recogedores de basura y se llevaban los desperdicios para analizarlos. Se dieron con una gran sorpresa. No solo la cantidad de botellas de licor y de bolsas de comida eran excesivas para una pareja sola, sino que descubrieron envolturas de una medicina para combatir la psoriasis, ¡enfermedad que padecía Abimael! No podían creerlo, allí podía estar escondido ‘El cachetón’.
Las botellas de su vodka y sus cigarros importados también lo delataban. La noche del sábado 12 de setiembre de 1992 se procedió al allanamiento. Maritza gritaba ‘¡¡nos están asaltando!!’, Incháustegui quiso arrebatarle el arma a la agente ‘Ardilla’, pero fue reducido. Luego ‘Ardilla’ ingresó a un cuarto camuflado y encontró a Abimael sentado frente a un escritorio. ‘Si te mueves te mato’, le advirtió. Entonces por radio gritó positivo, tenemos al ‘cachetón’.
Allí ingresaron los demás agentes y los jefes. Cuando Ketín Vidal llegó hasta ‘Gonzalo’, una histérica Iparraguirre le gritó: ¡No lo toques! Ese hombre no era la ‘cuarta espada del marxismo’, ni ‘el pensamiento guía de la revolución mundial’, era simplemente un hombre muerto de miedo. Apago el televisor.
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