Este Búho considera que las declaraciones de Zamir Villaverde, ante la Comisión de Fiscalización del Congreso, denunciando al presidente Pedro Castillo Terrones de haber ‘manipulado la voluntad popular’ para ganar los comicios electorales y que el propio mandatario lo amenaza de muerte, a través del Servicio de Inteligencia, constituyen una bomba de relojería que puede hacer estallar al Gobierno.
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Quien hace la denuncia es un empresario preso bajo cargos de corrupción y deberá probar sus gravísimas acusaciones. Pero la investigación de la fiscal Karla Zecenarro se basa precisamente en que Villaverde era el segundo en la presunta organización criminal que lideraba Castillo, según lo declarado por la colaboradora eficaz Karelim López.
Si la declaración de la lobista se basa en ‘oídas’, en conversaciones e infidencias que compartía con ella su amigo, el prófugo Bruno Pacheco, las declaraciones que promete brindarle el encarcelado empresario son de primera mano, el que directamente cometió el delito, porque según la investigación Villaverde habría sido colocado por el mismísimo presidente de la República en el Ministerio de Transportes para ‘monitorear’ las licitaciones y las obras conjuntamente con el exministro Juan Silva.
El Búho: Zamir Villaverde afirma, y eso sí podemos creerle, que está recibiendo presiones
Lo que dice Zamir, de que está arrepentido y que ‘es de valientes reconocer errores’, no se lo cree nadie. El siniestro empresario purgó ‘cárcel dorada’ en Lurigancho, donde cayó por asalto a una pizzería, así que es carne de presidio. Pero el penal de máxima seguridad de Ancón es diferente.
Además afirma, y eso sí podemos creerle, que está recibiendo presiones. “Me están amenazando miembros del Servicio de Inteligencia, también altos funcionarios del Gobierno y por personas allegadas al presidente de la República para silenciarme”, asegura. En eso sí le creo. Es el ‘modus operandi’ de las mafias. Sino veamos el caso de Bruno Pacheco, quien está en la clandestinidad presuntamente ‘protegido’ por el Gobierno.
Solo hay un cabo suelto que no está dispuesto a ‘comerse la cárcel’ solo, y ese es Zamir Villaverde. Su lealtad se basa en torno al dinero. Su testimonio no solo sobre las corruptelas en los contratos en Provías del Ministerio de Transportes, sino sobre todo por las denuncias sobre un presunto fraude electoral de Castillo para llegar a la presidencia, puede llevarlo a una investigación del fiscal de la Nación, Pablo Sánchez.
Este caso me hace recordar el impresionante documental ‘Our Godfather’ (Nuestro Padrino) de Mark Francetti y Andrew Meier. En ese documental se narra la vida de Tommaso Buscetta, el más grande soplón de la mafia italiana. Sus delaciones sirvieron para encarcelar a más de cuatrocientos mafiosos sicilianos de la ‘Cosa Nostra’. En el llamado ‘Maxi proceso’, donde muchos de los jefes terminaron con cadenas perpetuas.
La suya fue la más grande traición en la historia de la mafia. Luego de romper el código de la omertá tuvo que vivir el resto de su vida bajo identidades falsas, sin poder trabajar y teniéndose que mudar de lugar cada tres años, sumiéndose en la depresión. ¿Por qué Buscetta decidió traicionar a las organizaciones delictivas? Porque había abandonado la mafia, donde era gatillero, y se había establecido en Brasil, donde se enamoró de una joven veinte años menor.
La ‘Camorra’ le exigía su regreso. Él se negó. En venganza asesinaron a dos hijos que vivían en Italia. Los torturaron y los desaparecieron en ácido. Allí decidió contar todo lo que sabía. “La mafia perdió sus códigos. Yo no cambié, fueron ellos”, se justificaba. Al final terminó con lo que quedaba de su familia en Estados Unidos. Había perdido a dos hijos, un hermano, un yerno y un sobrino. Apago el televisor.
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