Este Búho se une a las celebraciones por el 184 aniversario de la creación política de nuestra Provincia Constitucional del Callao, el histórico puerto, orgullo de los chalacos. Pero si nos remontamos a la historia, según el gran ‘cronista de Indias’, Huamán Poma de Ayala, ‘el Callao existió primero que Lima’, y esa palabra significa ‘playa de piedras’, como son las entrañables Cantolao y La Punta.
Mi fijación por el primer puerto, creo, se dio de muy niño, cuando veía desde la azotea del edificio donde vivía mi familia en la Unidad Vecinal Mirones, a la hora del sunset, la inmensa isla San Lorenzo y el océano. Porque la Unidad estaba enclavada entre Lima y Callao. Por eso, muchos vecinos eran chalacos, como la familia Linares, de buenos peloteros, que eran del barrio de Chacaritas y hacían sus compras en el gran Mercado Central de Sáenz Peña, donde un chino con cara de loco vendía -y vende hasta ahora- sus legendarios panes con chicharrón. Me da muchísima pena que hoy los chalacos tengan muy poco que celebrar. Primero porque la maldita pandemia los ha colocado como la tercera región del país, después de Lima y Piura, con la mayor cantidad de contagios y muertes. Según algunas autoridades, más de 3 mil porteños han fallecido por culpa de este virus diabólico. Y por otra parte, si bien el puerto siempre ha tenido sus zonas ‘picantes’ y algunas ‘rojas’ eran guaridas de bandas de asaltantes que se iban a ‘Lima’ a cometer sus fechorías, uno nunca iba a imaginar que el Callao sería ‘tomado por asalto’ por la delincuencia a todo nivel. Un lugar donde los niños piden como regalo de Navidad ‘una pistola de verdad’, donde los más ‘rankeados’ sicarios son adolescentes de 15, 16 y 17 años. Es increíble que en el primer puerto del país se haya producido una siniestra alianza entre sicarios, narcotraficantes, secuestradores, traficantes de terrenos, jueces y fiscales podridos, como ‘Los cuellos blancos’, malos policías y políticos, y autoridades prostituidas por el dinero sucio para hacer de una urbe pujante un millonario botín, mientras gran parte de su población no tiene agua potable ni servicios básicos. Y todo comenzó cuando un nefasto presidente regional ahora encarcelado elevó a categoría de ‘socios’ a la escoria delincuencial y les entregó armas, ‘para que impongan seguridad’.
Pero, por el contrario, mis recuerdos son gratos. En el colegio, en primaria, pude conocer la valentía de su pueblo para enfrentar a sangre y fuego al invasor español en el glorioso Combate del Dos de Mayo, donde se inmolara el héroe José Gálvez.
Luego, con mi mancha del barrio, nos hicimos adictos a esas aguas heladitas de Cantolao. Nos lanzábamos del viejo y oxidado muelle. Llegábamos en los ómnibus los ‘loritos’ y el marrón con amarillo, el Santoyo-La Punta. Lo que nos gustaba de La Punta era la actitud democrática de sus habitantes -la mayoría de ellos ‘colorados’, descendientes de italianos, irlandeses, croatas, marineros europeos que se enamoraron de una chalaca y se quedaron para siempre-, quienes no se hacían paltas con los ‘lagartazos’ que llegábamos a veranear a sus playas desde Mirones y otros barrios limeños cercanos. Al retornar, nos íbamos caminando al mercado, comprábamos pancito y de ahí a Castilla, el hoy temido barrio, a comer cojinovita, bonito o jurel frito entero fresquecito, con su yuca y salsa criolla.
Con mis amigos chalacos, pese a ser crema, compartí su amor por el Sport Boys, porque mi abuelo Víctor era fanático de la rosada. Además, grandes jugadores de la ‘U', como J.J. Muñante o ‘Cachito’ Ramírez, salieron del Boys. Y cómo no hablar de la salsa. El puerto está en el altísimo nivel de las urbes salseras como Nueva York, Puerto Rico o Cali pachanguero. Por eso, hoy debo recordar a orquestas como el ‘Combo de Loza’, del ‘tío’ Carlitos Loza, ‘más rosado que el sida’; la orquesta de otro chalaco insigne, fallecido hace pocos días, Oscar ‘Pitín’ Sánchez, y su ‘Guantaranure’; o el ‘bravo’ Raúl ‘Popeye’ Villarán y su rumbón ‘Los Durísimos’, que dieron la hora en su tiempo; el ‘Combo Espectáculo Creación’, con una de las más emblemáticas canciones -homenaje ‘Callao puerto Querido’-, con su cantante Jorguinho Mendoza, ‘El karateca de la salsa’. Ahora, en la actualidad, la salsa la ponen ‘Zaperoko’, ‘La resistencia salsera’. El Callao es historia, música, cebiche, pan con pejerrey, playa y mar: su gente resistió a piratas, invasiones realistas, cataclismos, tsunamis y salió adelante, sin perder esa chispa, esa característica de gente alegre, franca y sincera. La mayoría de su gente sana y trabajadora sabrá derrotar a la pandemia, la delincuencia y corrupción que buscan corroer sus instituciones. Pero que la celebración se vuelva reflexión. ¡¡Te invito a un vacilón chévere!!, pero que sea en el Callao.
Apago el televisor.