Este Búho tiene a Jorge Luis Borges (Buenos Aires 1899-Ginebra 1986) como uno de sus escritores de cabecera, desde que compré aquel 1980 sus obras completas, que me vendió a crédito mi amiga Emperatriz, que era la pareja del notable narrador Goyo Martínez. El genial cuentista argentino, autor de ‘joyitas’ como ‘Emma Zunz’ o ‘El Aleph’, decía que ‘de todo escritor puede decirse que deja dos obras: una, la escrita; otra, la imagen que queda de él’.
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Su vida estuvo llena de anécdotas, más aún cuando a pesar de quedar ciego definitivamente, siguió dando conferencias a lo largo del mundo, acompañado por su madre y luego por su secretaria y después esposa, María Kodama. Su vida misma parecía extraída de uno de sus cuentos fantásticos. Aquí algunas de las más celebradas.
TIRO AL CORAZÓN: Estando en un café de Buenos Aires, la guapa Estela Canto –novia por cinco años de quien estaba perdidamente enamorado y a quien le regaló el manuscrito original de ‘El Aleph’- le dijo a boca de jarro al escritor que pensaba vender ese original al mejor postor y todavía le clavó otro puñal al decirle: “Pero voy a esperar a que te mueras para que valga más”.
Decepcionado por el gesto de la mujer a la que había querido tanto, Borges se paró y le respondió: “Si yo fuera un caballero, en este momento iría al baño y se escucharía un tiro”. La historia terminó cuando el preciado original fue subastado en Londres en 1985 por treinta mil dólares pagados por la Biblioteca Nacional de España, un año antes de que el narrador muriera en 1986.
CITA PÓSTUMA: Cuando cumplió 85 años, un grupo íntimo de amigos del escritor llegó hasta su departamento –donde solía recibir visitas- para felicitarlo. Borges les agradeció y les dijo: “En mi próximo cumpleaños vayan a saludarme al cementerio de La Recoleta”, donde soñaba ser enterrado. En meses misteriosamente cambió de opinión y decidió ir a esperar la muerte en Ginebra, donde había pasado la adolescencia junto a sus padres.
“Como profesor, Borges no era un maestro tradicional, desconfiaba de los métodos clásicos de la enseñanza”
EL NOBEL Y GABO: Jorge Luis esperó en vano varios lustros recibir el Premio Nobel, que le era esquivo injustamente por razones puramente políticas. En 1982, estando en el ‘bolo’ que esperaba que fuera su año, se enteró en una comisaría (donde había ido a renovar su pasaporte), por un flash del noticiero, que el premio había sido otorgado al colombiano Gabriel García Márquez, autor de la monumental ‘Cien años de soledad’.
Los periodistas lo buscaron para tener la primicia y unas jugosas declaraciones del candidato otra vez marginado y salieron con una ‘pepaza’. “Yo pienso que García Márquez es un gran escritor. ‘Cien años de soledad’ es una gran novela, aunque creo que con cincuenta años hubiera sido suficiente”, apuntó burlón.
NO CREÍA EN EL CHE GUEVARA: Como profesor, Borges no era un maestro tradicional, desconfiaba de los métodos clásicos de la enseñanza y buscaba, por sobre todas las cosas, transmitir su amor por la literatura. Además tenía su genio y no soportaba cualquier ‘desubicada’, sobre todo de los alumnos izquierdistas que no soportaban su conservadurismo, así como él no soportaba el sectarismo juvenil.
Una mañana de octubre de 1967, estaba dictando su clase de literatura inglesa en la UBA cuando un alumno irrumpió en el aula sin permiso, para anunciar a gritos la muerte del Che Guevara, asesinado en Bolivia, donde pretendía organizar un movimiento guerrillero, y exigió la inmediata suspensión de las clases para rendirle un homenaje.
Borges le respondió que el homenaje podría esperar hasta que acabara su clase. “¡Tiene que ser ahora y usted se va!”, bramó el estudiante. Borges le respondió: “No me voy nada. Y si usted es tan guapo, venga a sacarme del escritorio”. Entonces el agitador amenazó con cortar la luz. “He tomado la precaución de ser ciego esperando este momento”, lo liquidó el escritor.
SOROCHE EN MACHU PICCHU: Contaba el periodista y poeta Esteban Peicovich que acompañó a Borges en numerosos viajes: “Camino a Machu Picchu, en Perú, y tras cinco horas de tren de trocha angosta desde Cusco, tuve que llevarlo en brazos por la altura. Él se había anudado un pañuelo al cuello y boqueaba como pez en la arena. María Kodama temía que Borges se muriera por falta de oxígeno.
Por fin lo tendí sobre un sofá del lobby del Hotel Internacional para que lo asistieran. De un grupo de turistas alemanes, uno lo reconoció. ‘Here is Borges’, empezó a gritar. Y claro, en segundos quince alemanes se abalanzaron a fotografiarlo desde todos los ángulos”. Ni el Intihuatana fue tantas veces fotografiado como la celebridad argentina con falta de aire.
MAMÁ MUERE A LOS 99 AÑOS: La omnipresente madre del escritor argentino, que fue su maestra, su agente literaria, mánager, su lectora, traductora y con la que viajó por el mundo dando conferencias, murió a los 99 años. “Se me fue la mano”, contaron que dijo antes de expirar.
Antes, atravesó una penosa y prolongada agonía. En su velorio, una mujer se lamentó de que la señora no hubiese llegado a los 100. “Usted exagera los encantos del sistema decimal”. Hasta en esos momentos tan dramáticos, la muerte de la mujer más importante de su vida, no dejó de lado su legendaria ironía el maestro. Apago el televisor.
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