Sidney Poitier encarnó al profesor Mark Thackeray en Al maestro, con cariño (1967)
Sidney Poitier encarnó al profesor Mark Thackeray en Al maestro, con cariño (1967)

Este Búho lamenta que el Perú viva una decadencia a todo nivel. Y reitero que la causa de la mayoría de nuestros males es la pésima educación que reciben nuestros escolares. Se imaginan ustedes, con profesores como Pedro Castillo, qué clase de alumnos pueden salir de los colegios. Peor aún con la sociedad violenta en que vivimos.

Leo con estupor que un grupo de estudiantes de cuarto año de secundaria grabó la agresión a un maestro en . A esos niveles estamos llegando. En esa escuela se deben tomar medidas radicales contra esos desadaptados. Cada día, a más tecnología, más salvajismo.

Ingreso al túnel del tiempo para recordar mi época de escolar, sobre todo a mis maestros más entrañables, a los cuales respetaba bastante, y eso que estudié en una Gran Unidad Escolar. Recuerdo que en mi niñez estaba muy de moda una película llamada ‘Al maestro con cariño’ (1967), un filme inglés de culto.

Era la historia de un profesor afroamericano que llega como docente nuevo a una escuela pública de los barrios bajos de Londres, donde la mayoría son incorregibles chicos y chicas blancos. Ya se imaginan cómo miraban al recién llegado. Lo humillan, pero el docente, personificado por el gran Sidney Poitier, logra con tesón, inteligencia y amor por el educando domar a esa rugiente horda de tigres y tigresas del salón. Hasta la canción fue un hit.

Recuerdo a un gran profesor de secundaria, de Geografía del Perú y el Mundo: Zacarías, ‘el bueno’. Era de lentes, de modales muy finos, un hombre educado que no solía gritar. Pero era un estudioso de su materia y logró tener uno de los mejores gabinetes de geografía entre las grandes unidades escolares de Lima.

Nos presentaba documentales de Estados Unidos y Alemania, que conseguía en las embajadas de Alemania Oriental y Occidental, porque no hacía distinción política. Estábamos al día con los descubrimientos de astronomía, geografía, flora y fauna.

Este columnista se gana la vida en este noble oficio de periodista. Le agradezco siempre a mis padres, pero también a los profesores que me tocaron. Tanto en el colegio como en la universidad. Pero, sobre todo, en el colegio Santísima Trinidad, de curas trinitarios en primaria, y en el emblemático Hipólito Unanue, la Gran Unidad Escolar de la Unidad Vecinal Mirones, en secundaria.

Profesor ‘Miguelito’ introdujo en el mundo mágico de los libros al Búho

Como periodista, me puedo permitir ingresar a terrenos procelosos, pero a la vez cautivantes como la literatura. No lo podría hacer si no hubiese existido mi profesor de literatura de segundo de secundaria: ‘Miguelito’, que me introdujo en el mundo mágico de los libros de César Vallejo, Vargas Llosa, Abraham Valdelomar, Julio Ramón Ribeyro, José María Arguedas, Enrique López Albújar, Julián Huanay, que leía a los doce años.

‘Miguelito’ tenía una voz bajita, era introvertido, seguro nunca podría ser un gritón, pero vaya que marcó no solo a este Búho, sino a muchos alumnos, hoy grandes profesionales que lo recuerdan. Como esa noche inolvidable de la cena de gala, por los veinticinco años de la promoción.

Su nombre era el más coreado y se sentía su ausencia. Ser maestro no solo es impartir conocimientos, sino también enseñar a ser buenas personas, por eso la disciplina en los colegios es muy importante para el desarrollo intelectual y psicológico de los alumnos. A esos violentos escolares que maltrataron a su profesor habría que recordarles la frase ‘¡Al maestro con cariño!’. Apago el televisor.

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