Este Búho se conmovió al ver el recibimiento que le dieron nuestros compatriotas, residentes en Nueva Zelanda, a nuestra selección a su llegada a Auckland. Ningún peruano residente en un continente tan lejano como Oceanía, se imaginó ni en la más fantasiosa de las ficciones, ver a la selección de fútbol de su país en Wellington. Pero los milagros existen y cuando se morían de miedo, porque lo más lógico que les podía suceder era que les tocara como rival en el repechaje, según como estaba las Eliminatorias sudamericanas en la última fecha: o la Argentina de Messi, el Chile de Arturo Vidal o la Colombia de Radamel Falcao, al final, los ingenuos neozelandeses se alegraron que sea Perú su rival.
Solo hicieron una fiesta mesurada, de acuerdo a su temperamento. Pero en las islas, quienes armaron verdaderos rumbones, jaranas de rompe y raja, con guitarra, cajón, marinera, arpas y violines, fueron nuestros compatriotas que viajaron veinticuatro horas en un avión para buscar un mejor futuro en las paradisiacas y alucinantes islas neozelandesas o en Australia. Se les cumplió el milagro. Un residente peruano en Nueva Zelanda generalmente regresa a suelo patrio cada dos años. Los profesionales destacados en empresas del país están en otro nivel y regresan cada año, en sus vacaciones. Otros viajan cada tres, cuatro o cinco años y así, según su posición en la armoniosa sociedad ‘Kiwi’.
Dicen que es uno de los países más prósperos del mundo y está en el primer lugar entre los que tienen menos corrupción y violencia. No existen los Montesinos, Orellanas, ‘Caracoles’ ni Abimaeles. No hay faenones, ‘cutras’ brasileñas, ‘aceitadas’ en el Poder Judicial. Está proscrito el ‘dame que te doy’. Nueva Zelanda es un lugar donde las condiciones para un trabajador, medianamente calificado, son inmejorables. Por eso la migración es controlada. Hay un amplio mercado de trabajo para extranjeros, pero previa calificación.
La visa para ingresar a Australia o Nueva Zelanda es más difícil de obtener que la de Estados Unidos. Por eso es que uno veía por la tele a la bulliciosa colonia peruana y los notas algo distinto a los ‘peruchos’ barra brava de la colonia incaica en Argentina o Chile. La mayoría de los residentes en Oceanía llegó al país con un cupo de trabajo por especialización y luego de establecerse pudieron ayudar a sus hermanos y demás parientes para que lleguen como turistas, pero se quedaron y estudiando el idioma se adaptaron a una sociedad tranquila, donde después de las ocho de la noche la gente está en su casa y ya no hay bulla en las calles. Si uno está a las diez en un bar, la gente los mira raro.
Conozco a un amigo ingeniero que no soportó ese ritmo de vida tan tranquilo, sin estrés, sin prisas, hasta sin gente. Claro, mi chochera era del Callao. Pero los compatriotas que vimos por televisión, bailando marinera, festejo, huainos, en el recibimiento a nuestra selección son privilegiados. La lejanía de la tierra se compensa con un nivel de vida inimaginable en sociedades como la peruana, colombiana o mexicana.
“Dejas la llave de tu residencia y te vas de paseo a la casa de Frodo y Bilbo en Hobbiton, sí, el pueblito de ‘El señor de los anillos’ que está en el país y regresas y tu llave está en su sitio, no te robaron nada”, me contaba otro amigo que es ingeniero y se pasó de Sydney a Auckland. Muchos peruanos, enterados que hay cero corrupción y cero delincuencia, dirán: ¡¡Me apunto!! No solo es un país de gente distinta.
Estas tierras, antes de la colonización, estaban habitadas por los nativos maoríes. La llegada de colonizadores españoles, franceses y luego británicos, como toda imposición foránea, se hizo por la fuerza, pero los bravos guerreros maoríes, previniendo un posible exterminio de su raza, por parte de la poderosa Armada Británica, decidieron negociar un tratado de ‘protectorado’ con los británicos, a cambio que les dejaran con ellos sus extensas posesiones. Cosa que sucedió solo para la propaganda, para que los reyes ingleses no se sintieran tan desalmados como los colonizadores portugueses o españoles.
Pero a diferencia de los hispánicos en América, que combatieron las creencias y rituales indígenas y ‘extirparon idolatrías’, las danzas guerreras y el idioma maorí se conservó. Al punto que la selección de rugby de Nueva Zelanda, tres veces campeona del mundo, llamada ‘All Blacks’, está conformada por blancos y maoríes. Este año ganaron el premio ‘Princesa de Asturias’ por ‘ser un ejemplo de integración racial y cultural, que ha servido también para unir a la sociedad neozelandesa’.
Antes de cada partido, los seleccionados ensayan una espectacular danza guerrera nativa, que pone los pelos de punta a los adversarios. Pero el viernes no jugarán las danzas guerreras de los ‘All Blacks’ ni la magia blanca de Gandalf de ‘El señor de los anillos’. El cabalero Gareca ya se vio la trilogía y tiene chequeados a todos los de la isla, hasta al malvado Saruman. Apago el televisor.
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