Este Búho se une a la indignación nacional al ver el video del bus de la empresa trujillana El Cortijo, que felizmente tenía cámaras interiores de seguridad. Allí se aprecia a cuatro malditos delincuentes de la banda ‘Los injertos de Trujillo’, que subieron a la unidad para asaltar a los pasajeros de manera violenta. En el interior se encontraba un valeroso policía vestido de civil, quien intentó resistirse al robo. Uno de los facinerosos lo acusa con el cabecilla, quien sin mediar palabra le descerraja un tiro sin asco, se da media vuelta y se va. El video se hizo viral pues, en el país, las unidades de transporte público no tienen cámaras interiores que sirven para identificar a los indeseables. Ahora, gracias al video, el Ministerio del Interior puso precio a la cabeza de los desalmados: diez mil soles para quien denuncie el paradero de estos asesinos. En Guatemala, un video se hizo viral: unos delincuentes subieron a un microbús y despojaron de sus pertenencias a los pasajeros. Luego, ordenaron que bajaran, pero a una agraciada pasajera la retuvieron al fondo de la unidad y comenzaron a manosearla. No contentos con ello, con pistola en mano, la obligaron a bajar en una zona inhóspita donde los llevó el chofer y allí la violaron reiteradas veces. El último que bajó le ‘regaló’ un smartphone al chofer, que resultó cómplice de los malditos. Los robos a unidades de transporte público urbanos e interprovinciales son moneda común. Debería ser una obligación de las empresas colocar cámaras para identificar a los malditos. Estos asaltos me hicieron recordar algunas películas de Hollywood donde se vivieron momentos de terror en una unidad de transporte público.
SPEED, MÁXIMA VELOCIDAD (1994): El psicópata terrorista Howard Payne (Dennis Hooper, nítida encarnación del mal) quiere hacer de las suyas en Los Ángeles y coloca una bomba en un ómnibus de servicio público repleto de pasajeros. Un joven policía de la ciudad, Jack Traven (Keanu Reeves en trepidante papel) hará todo lo posible por montarse en el bus, pero debe tener en cuenta que el vehículo no debe bajar de los ochenta kilómetros por hora en la autopista, pues si lo hace volará en mil pedazos. Traven logra subirse al ómnibus, pero el chofer acaba de sufrir un disparo y el policía se las arregla para que una pasajera inexperta, Annie Porter (Sandra Bullock en el papel que la lanzó al estrellato), tome el volante de esa máquina en velocidad frenética, que es literalmente una bomba rodante, mientras el policía hace lo imposible por desalojar a los pasajeros y a la vez cazar al desquiciado Payne. El impacto de Speed fue tan grande en Los Ángeles que el servicio de autobuses perdió el 20 % de usuarios, que optaron por viajar en metro y en taxis.
BUS 657, EL GOLPE DEL SIGLO (2015): Una película que contiene de todo. Un mafioso, The Pope, que tiene un lucrativo negocio de casino y a la vez lava millones de dólares para la mafia. Luke Vaughn (Jeffrey Dean Morgan), un trabajador del casino experto en repartir cartas y hacer ganar a la caja, que está desesperado porque su única hijita agoniza en un hospital y su seguro no cubre ni la tercera parte de los gastos de una operación salvadora, recurre al dueño del casino, The Pope (siempre notable Robert de Niro), quien le niega un préstamo. Al borde de la locura, Luke se asocia con un empleado de seguridad para robar el casino, creyendo que no los perseguirán porque ‘ellos trabajan con dinero sucio’. Craso error. El ‘golpe’ fracasa y ellos tienen que secuestrar un autobús con pasajeros para asegurar su huida, pero a la mafia no le importa que en el autobús haya mujeres embarazadas. El ladrón –padre desesperado– se preocupa porque no mueran como ‘daño colateral’. La policía que sigue el caso, sobre todo una agente, se conmueve porque el ladrón está pendiente de cómo evoluciona su hija en el hospital y quiere llegar como sea para entregar el dinero. Pero The Pope, el impecable papel de De Niro, dos veces ganador del Óscar, también tiene algo que decir, pues a fin de cuentas es su plata. La persecución es frenética, pero el impredecible final no lo cuento. Apago el televisor.