Este Búho no deja de sorprenderse cómo el paso del tiempo y el avance de la tecnología han cambiado la forma en que vivimos. La literatura es un ejemplo. Cada vez se lee menos y eso ya no es novedad. Pero como no todo es negativo en la vida, gracias a las innovadoras plataformas virtuales, he quedado atónito de cómo se desentierran del ‘cementerio de papel’ viejos textos que parecían destinados al olvido o a no ser conocidos en estas lejanas latitudes.
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Como ha sido el caso de un enigmático escritor japonés, Osamu Dazai, hoy revalorizado por estas nuevas generaciones que parecieran nunca desprenderse del celular y leer solamente por esa vía. Y gracias al ‘anime’ -historietas japonesas- llamado ‘Bungo Stray Dogs’, y por una de las aplicaciones de videos más interactuadas en el mundo, TikTok, es que grandes escritores no quedan en el olvido.
Es más, se continúan alimentando sus mitos. Y ese es el caso de este a misterioso novelista que recién en su cuarto intento de suicidio se iría de este mundo. Su nombre verdadero fue Shūji Tsushima y nació un 19 de junio en 1909 en una familia acomodada de terratenientes. Siendo el décimo de once hermanos. Y al igual que el gran José María Arguedas, serían los empleados de su casa, su primera familia.
Desde muy joven sentiría un gusto particular por el mundo de las letras, llevándolo a editar y escribir textos estudiantiles que saldrían publicados en revistas. Cuando todo se encaminaba con normalidad en su vida, el suicidio de su baluarte y maestro literario, Ryunosuke Akutagawa, provocaría en él una depresión muy profunda.
Llevándolo así al mundo de la noche, entre drogas, alcohol y ‘geishas’. A la par comenzaría a involucrarse en la política y los olores a muerte comenzaban a rodearlo. Teniendo veintiún años haría su primer intento de suicidio con una jovencita camarera dos años menor, lanzándose al mar atiborrado de alcohol y pastillas.
Intentona en la que solo ella moriría. Con los años, al ver que su vida se estaba alejando de las aulas universitarias y al saber que no obtendría ningún rédito por sus trabajos, como para siquiera tener un puesto en algún periódico, de nuevo intentaría dar fin a su vida, en lo cual fracasaría estrepitosamente.
Fue en este periodo que incluso llegaría a rogar a una eminencia de las letras asiaticas, como Yasumari Kawabata, para que interceda y le otorguen el muy respetado ‘Premio Akutagawa’, y así poder sobrevivir al momento crítico que vivía, como se lee en esta lacrimosa carta: ‘Quisiera que me premiara por haber sobrevivido, sin haberme privado de la vida.
Últimamente, estoy un poco en la pobreza, no he podido escribir nada, solo considerables misivas. Por favor, deme una esperanza. Permítame hacer feliz por una vez en mi vida a mi anciana madre y a mi mujer. Deme la gloria’. Lastimosamente, en las dos veces que fuera propuesto no conseguiría el premio.
Para colmo de males, su hogar fue quemado dos veces en las incursiones aéreas estadounidenses contra Tokio, pero Dazai y su familia escaparon ilesos. Su segundo hijo, Masaki, nació en 1944, mientras que su tercera hija, Satoko, más tarde una famosa escritora bajo el seudónimo de Yūko Tsushima, nació en mayo de 1947.
Llegado el periodo post Segunda Guerra Mundial, por fin saborearía una efímera fama. Primero en vida, por su novela ‘El ocaso’ (1947), donde se leen fragmentos que delinean el tenor decadente que yacía en su alma. Y el otro, después de su suicidio, por la novela con que quedaría inmortalizado en el parnaso de la literatura, ‘Indigno de ser humano’ (1948).
En ambas se perciben los turbulentos mares filosóficos del existencialismo que llegaban salpicando fuertemente desde occidente. Sobre todo en esta última, su novela más íntima y autobiográfica, en la que se pondría el traje de su alter ego Yōzō Ōba.
Retratando su vida en cuadernos de notas de una persona que desde muy niño no entiende a las gentes y sus convencionalidades, la hipocresía con la que conviven entre sus lazos familiares y sociales. Relatando episodios crudos y significativos que forman a su ser, que va creciendo en un país cada vez más desmoralizado y perdido de su esencia.
En su momento, Dazai sería vilipendiado y excluido por la clásica cofradía literaria japonesa por su forma de vida. Caso contrario al día de hoy, que es tan mítica su imagen, que en cada fecha de su nacimiento, en el aposento donde reposan sus restos, centenares de jóvenes llegan con sake, cigarrillos, cerezas -su fruta favorita- y, sorpresivamente, con largas y humanas plegarias.
Y pensar que este escritor escribió la segunda novela más leída en Japón, ‘Indigno de ser humano’, superando los diez millones de ejemplares vendidos desde su publicación. Obra de la que no llegaría a ver su logro, ya que días antes de cumplir 39 años moriría al cuarto intento de suicidio, amarrándose y lanzándose a un río con su última bella amante, Tomie Yamazaki, cuando estaba en la cima de su carrera.
Ahora, el tiempo, la tecnología y el anime le están dando la revivindicación que merece. Según el crítico Paolo de Lima, Dazai es hoy es el autor más querido por los jóvenes nipones. Y mucho de ello es porque se ven reflejados entre las incertidumbres y desánimos propios de una juventud cada vez más atormentada por la posmodernidad y el capitalismo salvaje inmerso en Japón, que ha llevado, ante la abrumante tasa de suicidios de jóvenes, escolares o adultos mayores, a crear un Ministerio de la Soledad, para tratar justamente esta fatídica determinación. Dazai fue uno de aquellos artistas que iluminó con su obra la tierra, como el sol naciente que siempre resplandece desde el país nipón. Apago el televisor.