Este Búho considera a Nicolás Maduro como uno de los políticos más despreciables de esta parte del continente. No solo arruinó política y socialmente al pueblo venezolano, sino que ahora pretende nuevamente juramentar, luego de robarle la elección a Edmundo González. Tantos años atornillado en el poder, pero esta vez no la va a tener tan fácil.
El pueblo ya no aguanta más y pronto caerá como caen todos los miserables dictadores. El sueldo mínimo, que antes alcanzaba para pagar el alquiler de la casa, la comida y los servicios básicos, hoy equivale a un poco más de 3 dólares producto de la hiperinflación, y con eso solo se puede comprar un cartón de huevos.
Por eso, según los reportajes, hay niños, adultos y ancianos buscando en la basura trozos de fruta o verduras para cocinarlos en casa. Otros más avezados se dedican al robo y el secuestro. Nada funciona bien en la Venezuela chavista. Las empresas estatales, copadas por el ‘socialismo del siglo 21′′, han sido saqueadas por corruptos y ofrecen servicios totalmente deficientes. La luz y el agua se cortan durante días y semanas sin que nadie lo solucione.
A Maduro le espera la cárcel o la muerte, salvo que un país como Rusia, China o Corea del Norte lo asile. El pueblo ansía un cambio luego de décadas de hambruna y una migración masiva de venezolanos, como nunca se había visto: más de 8 millones según las Naciones Unidas.
Nicolás Maduro tiene miedo, pues el candidato opositor, Edmundo González Urrutia, es el verdadero ganador de las elecciones. La prensa independiente reveló que el ‘burro’ invirtió 118 mil millones de bolívares (3 mil millones de dólares) para ganar las elecciones. Claro está, esto se paga con devaluaciones masivas de la moneda y los consabidos incrementos de la inflación.
En estos 25 años en el poder, el chavismo ha hecho una alianza siniestra con una camarilla de militares que saca los tanques cada vez que el pueblo protesta. Hace un tiempo, la gran esperanza de la oposición era María Corina Machado, quien fue golpeada salvajemente años atrás cuando era diputada. Le dieron patadas en el piso y le fracturaron el tabique nasal. Ella no se asustó y siguió con su trabajo. Por eso y por su valentía, la llaman la ‘dama de hierro’. El chavismo le inició juicios e inhabilitó 15 años para ejercer cargos públicos. Así pensaron que la detendrían. Es más, por ser una política de derecha y representante de la burguesía, imaginaron que no tendría posibilidad de conectar con el pueblo, pero se equivocaron.
Sus mítines congregan a mucha gente, que ha olvidado a otros líderes opositores como Leopoldo López, quien tuvo que huir del país junto con toda su familia, y a Enrique Capriles, que convocó a defender el voto y declarar el fraude en las elecciones de 2013 que lo enfrentó a Maduro.
Y finalmente Juan Guaidó, que huyó hacia Estados Unidos luego de jurar como presidente. A diferencia de todos ellos, Machado nunca se marchó y, de hecho, los chavistas la subestimaron tanto que le prohibieron salir del país. Fue así como ella se dedicó a recorrer el territorio animando a las personas a que se organizaran y a convencerlos de que un cambio sí era posible.
El mundo debe estar a la expectativa. A los izquierdistas de este país, que ahora están de ‘lamebotas’ de Antauro Humala, debería darles vergüenza defender al miserable gobierno venezolano. Apago el televisor.