Este Búho, después de ver la primera temporada de ‘Ingobernable’, la serie mexicana que Netflix estrenó en marzo, no puede dejar de pensar que a veces la ficción le gana a la realidad. Sobre todo cuando esta ficción tiene que ver con el poder y aquellos que manejan sus hilos y tentáculos. El argumento de ‘Ingobernable’ puede parecernos conocido. Emilia Urquiza (Kate del Castillo) es una joven hija del magnate del acero en México. Como muchacha idealista y con profunda sensibilidad social, se enamora de Diego Nava, un joven político que comulga con sus ideales, fustiga a los partidos viejos como el PRI y se presenta como un rostro ‘nuevo’ en la política (¿Fujimori, Toledo, Ollanta, dijo usted?).
Bueno, pueden ser similares porque son ‘outsiders’, pero no compiten en ‘pepa’ con Nava, porque el ‘Chino’, el ‘Cholo’ y el ‘Capitán Carlos’ están al debe en ‘caramelo’. El presidente mexicano de la serie de Netflix es pura cara, porque por dentro es un tipo siniestro, ambicioso y logra el apoyo del millonario padre de su novia. Sin embargo, las cosas no son como parecen, pues Dieguito tampoco quiere elevar la calidad de vida de sus compatriotas más pobres. Su esposa, como buena hija de millonario, no aguanta pulgas al darse cuenta de su error, por lo que va de frente al divorcio. El presidente no está preparado para asumir semejante noticia. Entra en crisis y comienza a tomar decisiones equivocadas que ponen a su gobierno a la deriva.
Su mujer abandona Palacio de Gobierno y se aloja en la suite presidencial de un hotel, a la espera de su hija de veinte años y su pequeño de diez, para irse a la hacienda de su padre. Pero allí llega el presidente con un ejército de guardaespaldas. Prácticamente tumba la puerta y la encara, acusándola de haberlo abandonado e irse con otro. ‘¿Qué se siente coger con ese?’, le dice, mientras la jala de los cabellos y la tira al suelo. La pareja presidencial en esta serie de Netflix se comporta igual que tantos matrimonios que encaran una pelea como en un ring de boxeo, de aquellas a las que nos tiene acostumbrados Andrea Llosa en su ‘Nunca más’. En este caso, el presidente es más pegalón que Ronny García, pero Emilia es de armas tomar y coge un arma. Los tacles, puñetes, patadas y escupitajos son el lenguaje de estos cónyuges de la era del Paleolítico.
De repente, todo acaba abruptamente. Después de un golpe del mandatario, la acción se paraliza y dos políticos que esperaban abajo, a las afueras del hotel, el inicio de la conferencia de prensa del presidente, se dan cuenta de que esta no se llevará a cabo ni en media, una hora ni nunca, pues Diego Navas acaba de aterrizar desde el vigésimo piso a la capota de un automóvil y sus sesos quedan desperdigados por todo el vehículo. Los guardaespaldas van en busca de la primera dama y esta huye a la mala, con disparo incluido a uno de ellos. En su escape, se le escucha decir: ‘¡Yo no lo maté!’. Aquí termino de contar para que la vean.
Así empieza el primer capítulo de esta nueva producción de Netflix. Lo mejor de ella es la participación de Kate del Castillo, la controvertida y excelente actriz mexicana que con este papel quiso no solo despercudirse de su inolvidable personaje de Teresa Mendoza en ‘La reina del sur’, que pareció haberla poseído y que la arrastró hasta la ignominia de intimar con el psicópata y asesino ‘narco de narcos’ Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, con el que, se dice, tuvo un romance, y le entregó el dinero para que haga una película sobre su vida. ‘Ingobernable’ le dio la oportunidad de demostrar que antes que ‘relacionista pública’ del Chapo, es una notable actriz y se pone la serie al hombro.
El personaje es ella y acapara toda la pantalla en la serie de Netflix, porque es la primera dama. Me hizo recordar a la ex primera dama Nadine Heredia. ¿Se convertirá también la nacionalista en una fugitiva, como Emilia Urquizo? La ficción se adelanta a la realidad y lo único que puedo comentar es que ya estoy poniendo en duda eso de ‘detrás de un gran hombre hay una gran mujer’. Que lo diga Alejandro Toledo, que según acusación fiscal, fue convencido por su esposa para utilizar a la madre de esta, Eva Fernenbug, para que acepte hacer de testaferra de los millones de dólares que habría recibido de ‘coima’ de Odebrecht por la Interoceánica, con los que compraron residencias en Camacho y oficinas de lujo a nombre de la viejita, que ni hablaba español.
En Argentina también hubo una sociedad conyugal del mal, pues dicen que Cristina Fernández de Kirchner, cuando solo era la esposa del peronista Néstor Kirchner, obligó a su marido -que ingresó a la política como un tipo honesto- a involucrarse en corruptelas y negociados desde el gobierno para satisfacer su adicción a la compra de propiedades lujosas, joyas y vestidos de diseñador. En fin, Netflix nos da una radiografía de las sociedades matrimoniales hasta dentro de la alcoba y el caso Lava Jato nos la mostrará en tiempo real y con personajes de verdad, no actores de ficción. Apago el televisor.