Este Búho se sorprendió con la serie argentina ‘Estocolmo: identidad perdida’. Es la primera serie argentina estrenada en la plataforma Netflix, pues recordemos que la galardonada ‘El marginal’ se emitió en señal abierta antes de que la presentara la compañía digital, donde la ven 80 millones de personas en 190 países bajo el sistema ‘global streaming’.
En Netflix la ves cuando quieres, el capítulo que quieres y cuantas veces quieres. ‘Estocolmo: identidad perdida’ trata un tema candente y actual: la llamada ‘trata de blancas’. El vil y siniestro comercio de seres humanos, en este caso de bellas jovencitas que son secuestradas para sumergirlas en el abyecto mundo de la prostitución de ‘lujo’.
La cadena de este vergonzoso e inhumano sistema de explotación no solo incluye a lúmpenes, mafiosos, asesinos, pandilleros y barrabravas, sino que involucra también a empresarios lujuriosos y millonarios viejos verdes que pagan precio de oro por jovencitas que fueron secuestradas, vejadas, drogadas y humilladas hasta quebrar su resistencia.
Al final, ellas aceptan su suerte con resignación y algunas hasta terminan ejerciendo de buen grado su ‘oficio’ y le sacan provecho, como las víctmas de secuestro que terminan simpatizando con el plagiario, sucumbiendo al síndrome de Estocolmo (de allí el nombre de la serie).
La heroína es una periodista de televisión, Rosario Santa Cruz (Juana Viale), estrella del noticiero 24 del canal de propiedad de su padre. Ella emprende una campaña contra la trata de personas y tiene un caso emblemático: la desaparición de una joven hace un año. Su enamorado y su madre siempre son entrevistados. ‘No la vamos a olvidar’, señalan.
Un fiscal agresivo, que esconde intereses oscuros, está investigando el secuestro y hay un increíble trío de acción entre la periodista, ese magistrado y uno de los secuestradores, quien es un agente encubierto introducido por el propio fiscal. La cosa se complica cuando la propia periodista ¡¡es secuestrada!! El dueño del canal presiona al fiscal, que parece jugar su propio juego. La madre de la joven es una decidida congresista que vive su propia lucha al interior de su partido, donde los líderes la quieren obligar a que vote una ley que favorece a los corruptos.
Ella es una mujer de carácter y no está dispuesta a dejarse amilanar por nadie. El papel le cae como anillo al dedo a la recordada gran actriz de telenovelas Leonor Benedetto. La serie nos muestra lo sucia y despiadada que puede llegar a ser la política cuando están en juego el poder y el dinero. Aquí no todo es lo que parece ser y hasta los ‘buenos’ son capaces de llegar al chantaje y al asesinato, con tal de conseguir sus objetivos.
Sorprenden los ‘flashbacks’, los saltos en el tiempo. Está ambientada en Buenos Aires, pero lo que allí vemos no es ajeno a la realidad de Lima, Madre de Dios o Iquitos. Basta con ver los afiches en las comisarías de provincias para comprobar los centenares de denuncias de jóvenes desaparecidas. El destino de una secuestrada es inexorable, al vivir en cautiverio y obligada a prostituirse sin chistar o ser sometida a drogas que terminan llevándola a la locura, al suicidio o la muerte, en su intento de escapar.
Que esta producción de Netflix sirva como una denuncia que destapa la podredumbre que se esconde en las grandes urbes, donde poco importa la desaparición de una joven anónima, y que también destaque la valentía de un periodismo de investigación que no teme luchar contra el poder oscuro y sus tentáculos. Apago el televisor.