Este Búho se aleja de las pantanosas aguas de la política. No hay nada mejor que llegar a casa y apagar el celular donde algunos ‘tuiteros’ se despedazan en batallas insufribles. Hace unas semanas vi un reportaje en televisión donde los presos del penal ‘La Capilla’, en Puno, tenían modernos smartphones con los cuales extorsionaban a empresarios. Esa cárcel, donde está encerrado el feroz ‘Cholo Jacinto’, es tierra de nadie. Los bloqueadores no funcionan en Lima ni provincias. Por eso la delincuencia aumenta.
Para nadie es un secreto que desde los penales se ordenan asesinatos, se trafica drogas y extorsiona a la gente honrada que se sacrifica día a día para sacar adelante a sus familias. Mientras tanto, los ministros de este Gobierno se dedican a grabar videítos para asegurar que no existe la ‘ideología de género’. Como siempre, vuelvo a mis series favoritas. Nunca dejaré de sorprenderme con las que nos brinda Netflix. Primero, me hice adicto a la política ‘House of Cards’, con el gran Kevin Spacey, luego a la policial y oscura ‘The Killing’, y después a la notable ‘Narcos’, sobre la azarosa vida y maldades de Pablo Escobar.
Alucino con ‘Stranger Things’ (‘Cosas extrañas’), serie fantástica protagonizada por una gran Winona Ryder. Un homenaje a las películas adolescentes de los 80 como ‘ET’, ‘Los Goonies’, ‘Cuenta conmigo’ o ‘Pretty in Pink’. También me enganché en Netflix con ‘El marginal’, una producción argentina creada por Sebastián Ortega y Adrián Caetano. Es una historia cruda, claustrofóbica, pues los escenarios son reducidos al extremo. La principal y única locación es ¡¡una cárcel!! Sí, es una historia carcelaria, pero curiosamente el héroe, o antihéroe, no es aquel que quiere evadirse del presidio. Todo lo contrario. El protagonista, Miguel Di Marco ‘Pastor’ (excelente Juan Minujín) es un expolicía que en un inicio se ve involucrado en un doble asesinato. Despierta con los cadáveres a su costado y una voz siniestra en el celular le dice que está fregado, que la policía lo tiene rodeado, que irá derechito a prisión y que allí debe averiguar quién secuestró a la hija del influyente juez Cayetano Lunati. Si cumple su objetivo, saldrá libre y sin cargos, de lo contrario se quedará preso de por vida.
El penal donde transcurre la trama es una mezcla de ‘Lurigancho’ y ‘Sarita Colonia’. Pastor es derivado a ‘La villa’, una azotea donde viven los presos marginales, una especie de ‘pampa’ de ‘Luri’. Allí armará su mancha con un frustrado actor de teatro, un gay chibolo que se hace llamar ‘Fiorella’ y un enano asesino conocido como ‘El Niño’. Por otro lado, están los pabellones, sobre todo el de Borges, el narcotraficante que controla el presidio. Él ordena quién vive y quién muere. Y trata al director del penal, ‘Antín’, como si fuera su empleado. Con tanta confianza que usa el venusterio, no para tener sexo con su esposa, sino con la voluptuosa rubia Lucrecia, la secretaria del director. Pero Borges no solo batutea el penal con su hermano menor ‘Diosito’, un cocainómano que le agarra camote a ‘Pastor’ y a quien eleva a la categoría de ‘taita’ de los reclusos de ‘La villa’, en lugar del abusivo gordo ‘Morcilla’. ‘Pastor’ hace un descubrimiento sorprendente. No solo Borges es el responsable del secuestro de la hija quinceañera del juez Lunati, ¡¡sino que mantiene a la muchacha en una celda de la prisión!!
Sospechosamente, el secuestro no ha sido denunciado a la policía por una razón que sorprende a ‘Pastor’. Años antes, el juez mandó a encerrar a Borges, que enviaba toneladas de cocaína líquida a Europa. En esa oportunidad, el magistrado corrupto se quedó con tres millones y medio de dólares del poderoso narco. ‘Me la estoy cobrando, ese hijo de p... es tan angurriento que no quiere soltar la guita ni porque tengo a su hijita menor. Se la voy a enviar en una caja envuelta en papel de regalo’, amenaza Borges. Las prisiones argentinas no se diferencian de las peruanas. Tal vez, en otros tiempos, había en ‘Lurigancho’ alcaides como ‘Antín’, que cuando se entera de que la hija del juez está en su prisión, se lleva a pasear en su carro a Borges para pedirle explicaciones. ‘Che, me vas a joder. ¿Y donde está el preso que tú me pediste que salga a la calle por un encargo?’. ‘Y, che, murió en el secuestro’, le dice tranquilamente Borges. ‘¿Y ahora qué le digo a la esposa? ¿Habrá que traer a un preso de reemplazo?’, reflexiona el alcaide y termina prestándole su casa de campo para que trasladen a la secuestrada. ‘¡Y ya no me armes más quilombo!’. Pero no todo es corrupción, maldad y sadismo en el penal. Como siempre, hay un ángel en ese infierno, encarnado en la psicóloga Emma Molinari (Martina Gusmán), quien trata de cumplir su misión con honestidad y de impedir que el hermanito de Borges tenga semilibertad, aunque por eso recibe amenazas de muerte. En ‘El marginal’, la cárcel está en un mundo aparte. No existen autoridades. Parece que hubiera sido grabada en el Perú. Apago el televisor.