Este Búho aprovecha las horas de aislamiento voluntario para disfrutar una serie verdaderamente impresionante y de completa actualidad como ‘Billions’ (Billones), que estaba en la quinta temporada en Netflix, pero se convirtió en una víctima más de la maldita pandemia y quedó trunca ‘hasta nuevo aviso’.
Este Búho la empezó a ver este año a raíz de la inmovilización social obligatoria, en la que me hice mucho más lector y seguidor de películas y series, como en mis tiempos en que era un ‘lagartazo’ estudiante sanmarquino, y mi vida transcurría entre libros y filmes de cine club. La producción tiene la particularidad de que es la primera serie de TV que aborda de manera exhaustiva y hasta obsesionada el oculto y siniestro mundo de las finanzas y los bajos fondos de Wall Street, después del desplome de la crisis financiera e inmobiliaria del 2008 en Estados Unidos.
Ahora se sabe que esa crisis no fue un accidente, sino el resultado de una industria que estaba fuera de control y los entes gubernamentales que debían regularla se hicieron de la vista gorda, terminando por hacer estallar ‘la burbuja inmobiliaria’ y de ahí el caos a todo nivel.
Este episodio negro de la economía gringa inspiró libros y películas, como una segunda y menor secuela de ‘Wall Street’, con Michael Douglas, ‘El lobo de Wall Street’, de Martín Scorsese, ‘La gran apuesta’ o ‘Estafadoras de Wall Street’. Pero nunca una serie como la que nos ocupa.
‘Billions’ fue escrita, entre otros, por el columnista financiero del The New York Times, Andrew Ross Sorkin, autor de ‘Too big to fail’ (‘Demasiado grandes para quebrar’).
La serie, en plena resaca del ‘crack’, nos presenta una lucha de titanes sin cuartel, sin escrúpulos ‘un vale todo’ entre los dos más grandes representantes del poder en la ciudad de Nueva York: por un lado, Charles ‘Chuck’ Rhoades Jr. (Paul Giamatti), el poderoso, el héroe de la ciudad, el implacable Fiscal de Nueva York, hijo de otro fiscal honorable, que no ha perdido los ochenta casos en que defendió a la ciudad, no solo de criminales, mafiosos y narcotraficantes, sino que también por enviar a la cárcel -y de allí su bien ganada fama- a poderosos hombres de negocios de apellidos rimbombantes y suculentas fortunas que estafaron y ‘cruzaron la línea’. Por el otro, su enemigo, el hombre con que está obsesionado por encarcelar, el multimillonario financista interpretado por Damian Lewis (el soldado Brody de ‘Homeland’), en el papel de Bobby ‘Axe’ Axelrod. Es un hombre que salió de abajo, hijo de un zapatero, que se aprovechó de una situación dramática para amasar una fortuna. Todos los socios de su oficina murieron el ’11 S’ en las torres gemelas, y él, por llegar tarde, se salvó. Como genio de las inversiones se hizo multimillonario con menos de treinta años, al invertir y especular con la plata del seguro. Es ‘moderno’, escucha ‘Metallica’, anda en polos, blue jeans, es fanático de las pizzas, gasta millones en obras sociales para que estudiantes negros vayan a universidades privadas, pero tiene su lado oscuro. Hay sospechas de que recibe información ilegal para colocar inversiones, algo penado con prisión después de la crisis del 2008. De esto se entera el fiscal ‘Chuck’, pero no quiere iniciarle investigación porque es un rico querido por el pueblo y teme perder su primer caso. Axelrod está casado con Lara, una bella rubia hija de irlandeses, de origen humilde como él, que ‘mata por su marido’ y cuida a dos niños traviesos. Pero su esposo ‘Axe’ comete un error instigado por el fiscal, quien lo reta en un encuentro casual: ‘Me cuentan que vas a comprar una casa de playa de 80 millones de dólares. No lo hagas porque te voy a perseguir’. ‘Axe’ dudaba de la compra, porque es un apostador por naturaleza, ama los retos y decide enfrentar a Rhoades y adquiere la costosa propiedad. ‘Chuck se frotó las manos porque pasó de ser un millonario admirado a un rico tonto. La opinión publica detesta ese tipo de derroches’, concluye.
Y ahí los televidentes asistirán a una ‘guerra’ sin cuartel ni control. Con víctimas colaterales en ambos bandos. Y donde los contendientes ‘cruzan la línea porque el fiscal se apoya en su padre, un influyente exfiscal, y sus tentáculos. La serie te pone en una encrucijada tan sutil e inteligente que uno, a veces, no sabe quién es el bueno y quién el malo. O tal vez los dos son lo mismo.
Apago el televisor.