A este Búho ya le parecía raro que la aprobación del presidente Martín Vizcarra de enero subiera en 63%. Podría ser únicamente porque los resultados de las elecciones le sirvieron a sus intereses, al atomizarse el voto de los partidos, evitándose así el fantasma de una oposición tóxica mayoritaria como la fujiaprista del Parlamento disuelto. Pero los festejos no le duraron al mandatario. En pocos días se desató una crisis ministerial donde en menos de una semana rodaron las cabezas de los ministros de Energía y Minas y de Justicia, mientras que el cuestionado Edmer Trujillo de Transportes y Comunicaciones también renunció, junto a la de Educación, Flor Pablo. Y aquí debemos empezar sindicando al mandatario como responsable político de toda esta crisis.
CRISIS POR ARGOLLERO: Una de las principales críticas al gobierno del moqueguano se centra en que le gusta rodearse de colaboradores a los que no valora por sus grandes capacidades profesionales o destacada trayectoria política. Más bien prefiere a los compadrazgos y paterías de su juventud moqueguana, pues muchos de estos amigotes ubicados en puestos claves se han convertido en su dolor de cabeza porque son investigados por presuntos delitos cometidos como funcionarios nombrados por él. Juan Carlos Liu, con su empresa, le dio asesorías a Odebrecht, y no podía ser juez y parte. Él era ‘carnal’ de Vizcarra por más de treinta años de amistad provinciana. Edmer Trujillo era otro ‘carnal’ de épocas de pisco, aceitunas rellenas con rocoto y juegos de billas en el sur, y fue dos veces ministro de Transportes y la primera salió por el roche del incendio de un bus en un terminal informal en Fiori, donde murieron 20 pasajeros achicharrados. Trujillo renuncia no por la crisis de las reuniones con Odebrecht. Actualmente está investigado por irregularidades en la construcción del Hospital Regional de Moquegua. En los tiempos en que era el brazo derecho de Vizcarra en el gobierno regional. Ahora quiere aprovechar ‘el pánico’ para quitarse ‘por la sombrita’, junto a Liu y la ‘ingenua’ ministra de Justicia, Ana Revilla, la misma que evitara ante cámaras pronunciarse por un terrible feminicidio en El Agustino, diciendo que ‘estaba en modo Navidad’. Con ese tipo de ‘cuadros’ definitivamente el gobierno no puede avanzar. El premier Vicente Zeballos está pintado.
ES BUENO CULANTRO, PERO NO TANTO: La mayoría del país celebró el acuerdo de colaboración entre Odebrecht y la Fiscalía Anticorrupción y el equipo Lava Jato que jefatura Rafael Vela, aun cuando sus detractores sostenían que debía hacerse público y no mantenerse en secreto. El convenio definitivamente sirvió para que los brasileños abrieran sus servidores ‘My Way’ y otros para sacar a la luz los ‘condinomes’ de muchos corruptos que estaban pasando piola y habían recibido decenas de miles de dólares y hasta millones sucios. La lista la engrosaban políticos, empresarios, abogados, funcionarios públicos, expresidentes. Sin embargo, me parece que Vela y su equipo han ‘pecado de buena fe’ y han sido demasiado condescendientes con los brasileños que los ‘han agarrado de cholitos’. Contra los propios deseos de Vizcarra le entregaron más de 500 millones a Odebrecht por la represa de Chaclla. ¿Y cómo nos pagaron? Clavándonos una demanda internacional de 1200 millones de dólares. Hasta ahora me parece un misterio cómo Vela logró convencer a Ramírez para que busque un entendimiento entre el gobierno y los brasileños, lo que a la postre significó que su cabeza rodara. Jorge Barata se pasó de cínico y manipulador. Odebrecht nos ganó en todo sentido y todavía no nos entrega decenas de ‘condinomes’, pues nos viene meciendo desde hace meses y ahora le clavaron un puñal por la espalda a quienes apostaron todo por el acuerdo de colaboración. Lamentablemente, hoy aparecen los que se oponían al acuerdo, con la oculta intención de ‘blindar’ a los corruptos, para que no sean desenmascarados, con la espada desenvainada para tumbarse todo lo avanzado en materia anticorrupción. Pero creo que Rafael Vela le debe al país una explicación y no solo comunicados de solidaridad con el exprocurador Jorge Ramírez, en los que, dicho sea de paso, me sorprendió no ver la firma del fiscal José Domingo Pérez.
Apago el televisor.