Este Búho se sorprendió con una noticia sobre dos de nuestros grandes Premios Nobel de América Latina: Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. El asunto es el siguiente: La Editorial Alfaguara anunció que después de cincuenta años volverá a publicar, en abril de este año, el fascinante estudio de Mario Vargas Llosa sobre la obra de -en ese entonces- su mejor amigo, el colombiano García Márquez, quien ya era una figura del ‘boom’ latinoamericano con su monumental novela ‘Cien años de soledad’.
Lo alucinante fue lo que sucedió después de esa amistad, cuyos sentimientos se bifurcaron de manera violenta, lo que terminó con un terrible puñetazo de Vargas Llosa al caribeño a la salida de un avant premier en un cine de México. Fuera de un ojo morado que un fotógrafo amigo del ‘colocho’ inmortalizó, las consecuencias de ese misterioso incidente nunca antes aclarado -por ambos protagonistas- derivaron al ámbito literario porque nuestro escritor, picón, nunca más autorizó que su estudio sobre la obra de su examigo pudiera ser publicado.
Increíblemente, en el ocaso de su vida, Mario, con residencia en Madrid, cambia de opinión. No habla y seguramente nunca hablará del puñetazo. ‘Eso lo dirán nuestros biógrafos’, comentó hace un par de décadas, pero ha dado un cambio radical en su manera de pensar y autoriza que ‘García Márquez: Historia de un deicidio’ vuelva a las imprentas y en una edición electrónica para los jóvenes lectores.
Ante este acontecimiento literario que entusiasma en plenos días tristes de pandemia, este columnista recuerda aquel histórico primer encuentro entre los jóvenes escritores García Márquez y Mario Vargas Llosa, en una conferencia en la Universidad Nacional de Ingeniería en 1967. Los recuerdos son del organizador de aquella magna cita, el crítico literario José Miguel Oviedo. Un verdadero documento chismográfico para la ‘historia de la literatura universal’.
Mario y Gabriel eran amigos entrañables -recordaba Oviedo-, estaban jóvenes, el arequipeño había llegado al país para asistir al nacimiento de su segundo hijo, Gonzalo. El colombiano visitó Machu Picchu y, cuando iba a partir a Europa, Oviedo lo contactó para juntarlos en Lima en una conferencia. ‘Gabo tenía más resquemores y le dije que lo que tenía que hacer era conversar con Mario sin importarle la audiencia.
Pero cuando llegué al Hotel Crillón, ¡Gabriel no estaba! Se me estaba escondiendo. No quería quedar mal con un expositor de los quilates de Mario’. El auditorio, según diarios de la época, hervía. Vargas Llosa nunca quiso competir con su gran amigo. Años después, escribió un extraordinario ensayo. Mario prefería escucharlo. El asunto es que el colombiano, esa tarde cortó rabo y orejas.
Fue más sincero y les dijo a los aspirantes a escritores, mucho antes de que Truman Capote en ‘Música para camaleones’, lo que significaba el oficio de escribir: “Por eso la gran dificultad es, primero, aprender a escribir. Esa es la parte que yo creo es misteriosa, es la parte innata que hace que una persona sea escritor o estenógrafo. Se aprende leyendo, trabajando, sobre todo sabiendo una cosa: que escribir es una vocación excluyente, que todo lo demás es secundario”.
Oviedo soltó una bomba años después: “Gabo pudo hacerme una confidencia que nunca he revelado: ‘Mario no es mi amigo, es mi hermano’. Increíblemente, solo años después, Mario le estampó un ‘cross’ de derecha a su ‘hermano’. Desde esa fecha, nunca más se dirigieron la palabra. Solo en una cosa coincidieron. En que ninguno iba a revelar el motivo de tan furibundo nocaut en México.
Solo se supo que el peruano mencionó antes de golpearlo que era en nombre de su esposa Patricia. Algunos dijeron escucharle decir: ‘porque lo que hiciste a Patricia’ o ‘porque lo que le dijiste a Patricia’. Los cierto es que ‘Gabo’ cumplió y se llevó el secreto a la tumba. Vargas Llosa jura que hará lo mismo y ahora autoriza la reedición de la ‘joya’ ‘García Márquez: Historia de un deicidio’ como un homenaje al que fuera su amigo... Tal vez Patricia, ahora separada de mala manera del escritor, podría revelar el verdadero motivo de aquella legendaria bronca. Apago el televisor.