Este Búho se da un respiro y revisa las redes sociales. Escroleo unos minutos el celular y de pronto me encuentro con una foto de nuestro más grande novelista, Mario Vargas Llosa. No es una imagen cualquiera. Se trata de una instantánea que, publicada por su hijo Álvaro en las redes, muestra al escritor en el frontis de lo que fue el bar La Catedral. Saben mis lectores que soy un confeso admirador de la obra literaria de Vargas Llosa. Por eso, en esta columna le he dedicado ríos de tinta a su vasta producción intelectual.
La instantánea, sin duda, me conmueve. Se trata de un Mario Vargas Llosa retornando sobre sus pasos, volviendo a sus orígenes. En el ocaso de su vida, ha decidido regresar a los lugares que fueron un parteaguas para su formación como escritor. Primero, visitó el colegio militar Leoncio Prado, que inspiró ‘La ciudad y los perros’, su primera obra. Y hace un par de días estuvo en el famoso bar La Catedral del Centro de Lima, en donde se ambienta su novela máxima: ‘Conversación en La Catedral’, libro que todo peruano necesariamente debe leer para entender este país.
A sus 88 años, Varguitas alborotó las redes sociales, pues en cuestión de minutos la foto se hizo viral. Apoyado sobre su bastón, el escritor posa para el lente de su hijo. A sus espaldas, el emblemático bar en ruinas. Ahí fue en donde en sus años de juventud vivió temporadas desenfrenadas de bohemia, a consecuencia –y culpa– del periodismo. Entonces era editorialista del diario ‘La Crónica’ y los cierres de edición terminaban a ‘botellazos’, entre prostitutas y grandes debates. Esto fue moldeando su carácter creativo. Decía que ‘Conversación en La Catedral’ es un libro indispensable para entender nuestro país porque –si bien fue publicado en 1969– los conflictos sociales, políticos y morales que se exponen en sus páginas siguen tan vigentes hasta estos días. En sus páginas el escritor desnuda una sociedad podrida en todas sus escalas. La novela es su tercera producción literaria, después de ‘La ciudad y los perros’ y ‘La casa verde’.
En ‘Conversación en La Catedral’, el autor escribe sobre la dictadura del general Manuel A. Odría, quien gobernó el país con mano dura y al compás del mambo y los boleros, desde 1948 a 1956. Disecciona la sociedad peruana desde lo más alto del poder, con el ministro de Gobierno, Cayo Bermúdez, ‘Cayo Mierda’, represor, siniestro, corrupto, que personificaba realmente al hombre fuerte de la dictadura odriísta, Esparza Zañartu, el Montesinos del ‘ochenio’. “El gobierno de Odría corrompió más gente que ninguna otra dictadura en ese tiempo. Fue una dictadura terriblemente corruptora. Destruyó los espíritus de una manera monstruosa.
Entonces, esa experiencia había querido siempre relatarla en una ficción de alguna manera”, dijo Vargas Llosa en una entrevista. Es La Catedral, el decadente bar a la espalda de la plaza Unión, donde el protagonista Santiago Zavala, Zavalita, se reencuentra después de una década con el negro Ambrosio, el antiguo chofer de su padre, otrora todopoderoso empresario Fermín Zavala, del cogollo del gobierno de Odría y conocido entre sus íntimos como ‘Bola de Oro’, un homosexual que no salía del clóset pero que tenía predilección por el chinchano chofer. Zavalita, un muchacho de clase media, termina trabajando en el diario ‘La Crónica’ como editorialista, después de haber laborado en locales y policiales, y se casa con una enfermera.
Esa vida opaca y desdichada se ve trastocada cuando se encuentra en ese bar con Ambrosio, quien va deshilvanando –entre cervezas– historias que el protagonista no quiere saber. El oprobio, la dictadura, la corrupción, la traición, el periodismo putañero de burdeles y boîtes, nos lo muestra Vargas Llosa a través de Zavalita. El inicio de esta novela no lo olvidaré. “Desde la puerta de La Crónica, Santiago mira la avenida Tacna sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, letreros de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?”.
Si hoy intentáramos responder esa pregunta quizá no haya una respuesta exacta, de lo que sí hay certeza es que sigue de mal en peor, con políticos corruptos, intentos de dictadorzuelos, ambiciosos y mercantilistas. Que intentan alimentar su vanidad y ego con relojes de alta gama y vestidos de diseñador, mientras el pueblo muere de hambre y por la delincuencia. La novela, a pesar de sus 55 años, sigue siendo esa radiografía triste de nuestro país. Apago el televisor.
TE PUEDE INTERESAR:
- El Búho en la Feria del Libro
- Gobierno incapaz ante la delincuencia
- Pico Tv | Una serie de narcos españoles