Este Búho terminó su jornada periodística del día y se mandó una ‘maratón’ en Netflix de la cuarta temporada de la excelente serie ‘Narcos’, esta vez llamada ‘Narcos: México’. La serie nos muestra el inicio de la historia, de cómo a principios de los ochenta se conformó el primer cartel de la droga en México, el de Guadalajara, cuyo organizador, cerebro, ‘jefe de jefes’ o ‘El padrino’ no fue otro que el tristemente célebre narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo, interpretado en la serie por el actor Diego Luna.
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Desde el arranque asistimos al rapto de un hombre a manos de efectivos policiales, en pleno sol de Guadalajara. El secuestrado era nada menos que el agente de la DEA Enrique ‘Kiki’ Camarena (Michael Peña). Luego, en los flashbacks retrocedemos en el tiempo a Sinaloa, donde abundan enormes sembríos de marihuana y un puñado de traficantes pasa la droga a Estados Unidos.
El negocio florece a vista y paciencia de las autoridades regionales bien pagadas por los ‘nachos’. Hasta el mismísimo gobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis, fue protector de Miguel Ángel Félix, pues este último estuvo en el cuerpo policial y durante tres años, entre 1965 y 1968, integró su cuerpo de seguridad personal. En la serie se ve cuando Félix ya estaba decidido a unificar a todos los traficantes de marihuana del norte de México en una sola organización bajo su liderazgo.
Si bien a inicios de los ochenta las toneladas de marihuana introducidas de México a Estados Unidos eran una piedra en el zapato para las autoridades, la administración de Ronald Reagan estaba más preocupada por el envío de cocaína desde Colombia, vía Bahamas, por los carteles de Medellín, de Pablo Escobar, y Cali, de los hermanos Rodríguez Orejuela. Félix aprovecha para aunar en un solo cartel a los líderes de las organizaciones criminales de Juárez, Sinaloa, Mazatlán y Baja California, a pesar de que entre ellos libraban sangrientas guerras por el control del tráfico, y los juntó con el corrupto jefe de la Dirección Federal de Seguridad, que terminó convirtiéndose en el brazo armado del cartel.
La historia se presenta como las dos caras de una misma moneda
Una era Camarena, abnegado efectivo norteamericano que junto con su jefe y compañeros libra una desigual batalla contra el narcotráfico mexicano, pues descubren que no solo las autoridades locales ignoran sus informes, sino que ‘blindan’ a los narcos y sus propios jefes en Washington no les hacen caso.
Cuando Camarena se infiltra en la más grande plantación de marihuana del continente y, tras el informe se procede a la intervención del ejército para quemarla, en la famosa ‘Operación Rancho Búfalo’, Félix y el capo de la marihuana del cartel, Rafael Caro Quintero, ordenaron el secuestro y muerte de Camarena. Mientras tanto, ‘El padrino’ no estaba enterado de que el trabajo de la DEA, y sobre todo de ‘Kiki’, había dado sus frutos, pues lo identificaron como el ‘jefe de jefes’ y habían intervenido sus teléfonos, pero este sigue expandiéndose y decide aliarse con los carteles de Colombia para exportar cocaína colombiana a Estados Unidos desde México.
Esta decisión resquebraja su organización y lo vuelve más vulnerable. La serie es trepidante. Perfectamente detallados están los personajes, como el demonio de buenos modales Miguel Ángel Félix Gallardo, entrampado en su inteligencia, visión de negocios y la agresividad criminal de sus socios ‘Don Neto’ y ‘El Rafa’ Caro, también acosado por la ambición de sus secuaces de uniforme y corbata, y presionado por su esposa, que piensa que su marido se convirtió en otra persona.
Y por el otro lado tenemos a ‘Kiki’ Camarena, el policía de origen mexicano que adora a su esposa y su familia, pero más puede el deber de combatir a los narcotraficantes, aun a riesgo de perder su propia vida. El narco se saldrá con la suya, porque como ‘Félix’, el gato de los cómics, parece tener siete vidas, mientras ‘Kiki’ morirá, pero su fallecimiento no será en vano. A partir de ahí, Estados Unidos decidió repotenciar a la DEA y le declaró la guerra en serio al narco. Apago el televisor.