Este Búho recuerda el viaje que hizo al cálido y hospitalario pueblo de Pariacoto, Huaraz, en donde los sacerdotes polacos Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski fueron asesinados salvajemente hace treinta años por Sendero Luminoso.
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Estas semanas se han realizado una serie de homenajes en su memoria e incluso, para honrarlos, se levantó un monumento en un parque de Jesús María. La trascendencia de estos curas de la orden franciscana se debe a su loable labor social.
Muchos pariacotinos les imputan milagros y sanaciones. Pero, más que eso, los recuerdan por su incalculable contribución para el desarrollo de la localidad. En 2015, cuando llegué, apenas habían sido declarados mártires y posteriormente beatificados por el papa Francisco. Eran días de celebraciones, pues se esperaba la llegada del sumo pontífice. No era para menos. Los residentes los consideraban sus ‘ángeles’.
ASÍ LLEGARON LOS CURITAS POLACOS
Arribaron a Pariacoto en agosto de 1989, tiempo en que la comunidad era un remoto lugar que no se registraba en el mapa. Sin agua, ni luz, ni posta médica. Vivían la sequía más larga que se haya podido conocer en aquella región del país: 7 años.
Con una sola misión, llevar la palabra de Dios, Miguel y Zbigniew se asentaron ante el asombro de los lugareños, quienes en un inicio vieron con desconfianza la presencia de los dos gringos. No demoraron mucho en ganarse el cariño de la población.
Zbigniew educó a los pariacotinos en el arte de la siembra y el cultivo. Trajo de Polonia sus conocimientos en técnicas de regadío. Además, inició la construcción de carreteras que conectaría a Pariacoto con otros pueblos. Instruyó en la crianza de cuyes. Finalmente, con su conocimiento de enfermería curó enfermos.
Por esos años el mal del cólera era el principal problema. Pronto lo apodaron ‘El padre doctorcito’. En cambio, Miguel tuvo una labor más espiritual. Enseñaba a los niños y jóvenes a tocar guitarra y cantar. Su función evangelizadora hizo que cada domingo los pobladores asistieran en mayor cantidad a misa. Recorría la región, biblia en mano, llevando la palabra de Dios.
LOS CURITAS POLACOS CAMBIARON PARIACOTO
En menos de dos años, Pariacoto se volvió una comunidad autosostenible. Había llegado la lluvia y los sembríos de manzana se volvieron un boom. A la crianza de cuyes se le sumaron el ganado bovino y vacuno. Las chacras rebasaban en producción. La carretera era una realidad. La iglesia, cada domingo, se llenaba de gente adulta, jóvenes y niños. Antes de lo que cualquiera hubiera creído, los dos curas se ganaron el corazón de los pobladores.
Pero llegó la desgracia. El 9 de agosto de 1991, una columna de Sendero Luminoso irrumpió el pueblo pidiendo entre gritos la ubicación de los frailes. Los encontraron en la iglesia. Se los llevaron. Algunos testigos con quienes pude conversar recuerdan haber oído: ‘Decían que los curitas nos estaban adormeciendo’. A Miguel y Zbigniew los fusilaron en un descampado. Sobre sus cuerpos dejaron este mensaje: ‘Así mueren los que hablan de la paz y los que lamen el imperialismo’.
Cuando llegué a Pariacoto, una comunidad pequeña, de clima cálido, de gente amable y trabajadora, me encontré con una ferviente devoción a los curas. Cuando supe todo lo que habían hecho allí, entendí por qué. Muchos de los adultos eran niños cuando los polacos pisaron esas tierras. Y recuerdan con cariño las alabanzas que aprendieron, los valores que les inculcaron.
Los mayores los evocaban como personas empeñosas y de quienes heredaron técnicas que ahora dominan con gran destreza. Nunca tuvieron otro fin que no sea el bienestar del prójimo y el amor a Dios. Por eso resulta increíble que Sendero Luminoso los haya ejecutado con total sangre fría, motivados por el mero desprecio a la vida, so pretexto de su ideología marxista-leninista y antiimperialista.
Treinta años después, parece inaudito que en los más altos cargos estatales se encuentren filosenderistas, políticos que alguna vez justificaron el accionar de estos desquiciados o, peor aún, que declaren públicamente su admiración a estos asesinos. Y otros, en el colmo del descaro, que se encuentren procesados por terrorismo y al mismo tiempo ocupen una curul en el Congreso. Todos apañados por el mismísimo presidente de la República.
Como diría una salsa de Rubén Blades: ‘Mientras el recuerdo exista y su nombre se pronuncie, la muerte no triunfará’. En Pariacoto los legados de los dos curas polacos están más vivos que nunca.
Apago el televisor.
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