El Búho te habla acerca ‘Pantaleón y las Visitadoras’, una de las más importantes obras de Mario Vargas Llosa. Foto: Difusión
El Búho te habla acerca ‘Pantaleón y las Visitadoras’, una de las más importantes obras de Mario Vargas Llosa. Foto: Difusión

Este Búho se sorprende de que se estén cumpliendo cincuenta años de la publicación de (1973), la cuarta novela de nuestro . Representó un giro inesperado en la apuesta literaria del escritor, que pasó del descarnado dramatismo del ‘realismo social’ y las técnicas narrativas de saltos en el tiempo y espacio de obras como ‘La Casa Verde’ o ‘Conversación en la catedral’, para dar paso a otros recursos con la sustitución de las técnicas indirectas por la presentación de material bruto: cartas, documentos oficiales, memorándums, diálogos. Nos descubre un hilarante sentido del humor antes oculto en su obra, sátira e ironía que enriquecieron su universo literario. Pese a ello, una crítica ‘progre’ y obtusa creyó ver ‘decadencia’ en la innovación temática del arequipeño, prejuicio que felizmente los años borraron.

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La historia es alucinante. Pantaleón Pantoja, un capitán recientemente ascendido con honores, es el oficial más perfeccionista, funcional y honesto de todo el Ejército. Por ello recibe la misión de establecer un servicio de prostitución para los cuarteles de la amazonía en el más absoluto secreto militar. Es que los soldaditos, al no tener contacto con el sexo opuesto, estaban violando a las lugareñas. Había que poner fin a esa barbarie. Estricto cumplidor del deber que le ha sido asignado, llega a Iquitos para llevar a cabo su cometido, pero se entrega a esta misión con tal obsesión que termina por poner en peligro el engranaje que él mismo ha puesto en movimiento. El militar se pone en contacto con una antigua ‘mami’ de prostíbulo, la ‘Chuchupe’, y su amante enano ‘Chupito’, y les pide que trabajen para él instalando un grupo de ‘visitadoras’ que surcará los ríos de la selva llevando sus ‘servicios’ a los defensores de la patria, a quienes se les descuenta de la planilla del Ejército el pago a dichas ‘visitadoras’, entre las que destacan bellezas como la ‘Brasileña’. El proyecto funciona tan perfectamente que los lugareños varones se ‘pican’ y exigen tener ellos también ese servicio y todo termina en tragedia.

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En una entrevista, el novelista sostuvo que la historia la sacó de un hecho de la vida real: ‘En un viaje que hice a la selva, descubrí que los militares de la frontera recibían ‘lolitas’ que llegaban directamente a los cuarteles. Y lo descubrí por el rencor y la envidia que esto provocaba en la población civil masculina. Los vecinos veían, con gran indignación, pasar a las ‘visitadoras’ ante sus narices, entrar en los cuarteles e irse; y ellos no podían disfrutar también de este servicio, digamos, cívico. Pues esto me dio a mí inmediatamente la idea. Yo había estado en un colegio militar, el Leoncio Prado, de Lima, conocía un poco la mentalidad militar y los mecanismos militares, lo cual me hizo pensar que este servicio tenía que haber sido organizado como se organizan las cosas en el , es decir, de acuerdo a una burocracia muy estricta. Y esto me sugirió la idea de este pobre oficial al que un día le encargaron organizar este servicio. Así nació Pantaleón. Fue la novela que me sirvió para descubrir el humor en la literatura, porque primero quise contar esta historia en serio y me di cuenta de que era imposible, ya que esta historia, en serio, era increíble, nadie podía aceptarla. Y así fue que descubrí que hay ciertas historias que solo se pueden contar en una vena risueña. Pantaleón es un hombre que se hunde’.

La experiencia frustrada de Mario Vargas Llosa

Tan visual plasmó la obra, que su paso al cine se hizo imprescindible. El problema fue que si bien un gran estudio de compró los derechos y se propuso filmarla, el poder de decisión recayó en el propio Vargas Llosa, que podía ser un genio literario pero un novato en cuestiones cinematográficas. ‘Fui el codirector y escribí el guion. Fue una experiencia que, desgraciadamente, considero frustrada, porque me parece que la película no resultó. Tuvimos que filmarla (en 1974) en unas condiciones bastante improvisadas, no se pudo filmar en Perú...’. Efectivamente, ya en ese año el novelista se había distanciado del presidente Juan Velasco Alvarado, a quien apoyó en sus iniciales reformas. El general prohibió que se filme en Iquitos y, según el escritor, movió sus influencias para que también Venezuela le negara el permiso. ‘Así es que se filmó en la República Dominicana, en un medio muy distinto al peruano’.

Mejor suerte tuvo la emblemática versión de Francisco ‘Pancho’ Lombardi en 1999 con Salvador del Solar como ‘Pantaleón’ y Angie Cépeda como la ‘colombiana’. Al final Pantoja es abandonado y es el ‘chivo expiatorio’ de la cúpula militar. Cuando le comunican que le van a dar de baja, se pone a llorar delante del general Collazos (notable Gianfranco Brero). ‘¿Está llorando? ¡¡Pantalones, Pantoja!!’, le grita el superior. Al final se compadecen de él y lo destacan a un gélido pueblito en la frontera de Puno y Bolivia. Nunca ascenderá, pero está feliz porque seguirá sirviendo a la patria. Apago el televisor.

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