Este Búho ingresó a San Marcos y allí tuvo la suerte de conocer las obras de escritores proscritos por los ‘comisarios’ ultraizquierdistas del claustro: Jorge Luis Borges, George Orwell y... ¡Hermann Hesse! Una obra de este último cautivó no solo a este columnista, sino a toda mi generación de amigos. Para que se den una idea, mis jóvenes lectores, nos encandiló de la misma manera en que el chileno Roberto Bolaño cautiva a los universitarios de hoy.
La novela que comento de Hermann Hesse (Calw, Alemania 1877 - Suiza 1962) se llama ‘El lobo estepario’ y en algunas ediciones ‘piratitas’ que circulaban en el claustro ponían un título más sugente: ‘El lobo estepario: solo para locos.’ Publicado en 1928, había sido un libro de culto para una generación revolucionaria y rica artísticamente, como la de los sesenta.
No es un libro tan fácil de leer del autor de ‘Demian’ (1919) y ‘Siddharta’ (1922), y sería 55 años después texto de cabecera de la cultura hippie. Pero nos impresionó a todos la historia del lobo estepario, con -Harry Haller, protagonista- ese hombre divorciado, solitario con una neurosis a flor de piel y que solo logra superarla escuchando a Mozart, y al que la guerra (en momentos en que en el mundo pugnan el liberalismo, el comunismo y el fascismo) lo ha vuelto excéptico a cualquier ideología -aunque nunca abandona los libros y la lectura- y que de un momento a otro da un giro de ciento ochenta grados por culpa de una mujer, Armanda, y con esta cambiará totalmente su visión del mundo.
Ella lo lleva por caminos irreales del ‘teatro mágico’, lugares decadentes al que no estaba acostrumbrado: bailes de enmascarados, jazz y drogas como el opio. La novela se lee en base a los manuscritos de Haller y tienen destinatario: ‘solo para locos’. El mismo Hesse, premio Nobel de Literatura en 1946, tuvo una vida como la de su personaje Haller. De niño, sus padres lo obligaron a ingresar a un seminario donde le prohibían escribir poesía y, por enfrentarse a los profesores, a los que llamó represivos y mentirosos, solo consiguió que lo boten y vaya a distintas instituciones educativas.
En su autobiografía confesó que se repetía una y otra vez: ‘Seré poeta o nada’. Trabajó como vendedor de abarrotes, ayudante de telares y ayudante de relojero. Por esa época se hizo adicto al alcohol, escribía poesía, tuvo su primer intento de suicidio al querer colgarse y lo internaron en un manicomio en Remstal. Lo salvó el descubrir la gran biblioteca de su abuelo. Allí leyó a Nietzsche, Goethe y Schopenhauer.
Al salir solo trabajaría como librero por años hasta que pudo vivir de la literatura. La tragedia de Hesse y que forma parte del drama de sus novelas es ver cómo se devasta el mundo, es decir, que vivió la ‘Gran Guerra’, en 1914 y la Segunda Guerra Mundial. Por eso él sostenía que dentro del ser humano hay una constante lucha entre el hombre y la bestia. Pero como señala la advertencia, ‘El lobo estepario’ no es para cualquiera, hay que tener algo de locura para leerla y, según él, todos la llevamos dentro.
Se casó tres veces. Su primer matrimonio con la destacada fotógrafa María Bernoulli lo destrozó por la esquizofrenia que sufría su pareja y abandonó el hogar para buscar un sentido a su vida en la India. Él mismo tuvo que ser tratado por el mismo psicoanalista Carl Jung y vivió por momentos a salto de mata, porque si bien en la Primera Guerra Mundial sirvió de voluntario para el ejército alemán como librero de prisioneros de guerra, escribió un manifiesto contra la guerra.
Ya era una celebridad y sus amigos y aduladores lo abandonaron, lo llamaron apátrida, traidor, antialemán. El hombre se recluyó, dejó de lado lo que más le gustaba, la poesía, la música, y se volvió un solitario. Tocó fondo, se dedicó al alcohol en barrios malandros y de todo ello salió ‘El lobo estepario’. Una chica lo acusó de seducción indebida por medio de artes ocultas. Hesse fue sentenciado y llevado a prisión.
En la Segunda Guerra Mundial, establecido en Suiza, apoyó a los exiliados alemanes que huían del nazismo, como Thomas Mann y Bertolt Brecht, y les dio asilo en su casa. Si bien ‘El juego de los abalorios’ (1943) impulsó que le dieran el Premio Nobel, sería ‘El lobo estepario’ que lo volvería un ícono de la juventud rebelde de los sesenta.
¿Cómo era realmente Herman Hesse? Él mismo lo escribió: ‘No puedo adjudicarme el título de sabio. He sido un hombre que busca y aún lo sigo siendo; pero ya no busco en las estrellas ni en los libros, sino que comienzo a escuchar las enseñanzas que me comunica mi sangre. Mi historia no es dulce ni agradable, no es dulce ni armoniosa como las historias aumentadas. Tiene un sabor a disparate y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que ya no quieren seguir engañándose a sí mismos’. Como diría el maestro, un toque de locura no le hace mal a nadie. Apago el televisor.