Este Búho recibe correos de sus jóvenes lectores. Búho, tú que en tantos años de trabajo periodístico debes haber viajado a muchas ciudades de América, ¿cómo son en comparación a Lima? Efectivamente, este columnista durante muchos lustros fue comisionado como enviado especial a distintos tipos de eventos en el extranjero. Deportivos, políticos, sociales y hasta de espectáculos, y pude recorrer otras capitales que, definitivamente, no son como mi querida Lima limón en varios aspectos.
LIMA AGREDE: Voy a empezar por el principal cáncer que tiene nuestra ciudad. No solo es, ciertamente, la inseguridad, la violencia. Hay otro tipo de violencia que tú, así nomás no ves en ninguna otra capital. Lima es agresiva. Los ciudadanos pareciera que fueran como una dinamita andando y a cualquier contacto explotan. Eso se nota hasta en los lugares adonde va la gente más instruida, por ejemplo, un supermercado en un distrito residencial. Allí se producen agresiones y peleas por las colas entre dos distinguidas damas o caballeros, con ajos y cebollas, y hasta se llega a los golpes. Y peor aún, la violencia verbal contra una trabajadora de la caja si por casualidad se equivocó. Y el extremo más aberrante lo vivimos en el tránsito vehicular. No hay ciudad más peligrosa para manejar que Lima. Malos choferes de los micros y cobradores andan con tremendos fierrazos. Ellos son los ‘dueños’ de las pistas y adelantan o se cruzan con pana y elegancia. Si un automovilista particular protesta o lo insulta, el del micro para y le mete un fierrazo. Es decir, algunos malos transportistas no van a trabajar, salen dispuestos a pelear en una guerra, a matar. Pero no solo son algunos choferes de transporte público los energúmenos. Automovilistas particulares, como el ‘Viejo Pistolita’, Manuel Liendo, en pleno corazón de San Isidro, metió su BMW en sentido contrario. Cuando un automovilista, con justa razón, le increpó su actitud, paró en seco y delante de todos sacó un revólver y lo amenazó: ‘¡Baja pe, rosquete!’. Increíble.
NUESTROS VECINOS: Vayamos a Santiago de Chile. Cuenta la historia que la empresa que construyó el Metro de Santiago ofreció primero el proyecto al gobierno peruano, pero en una increíble miopía urbanista lo rechazaron. Así, en 1969, se inició la construcción del Metro chileno inaugurado en 1975. Nos llevan más de treinta años de adelanto en materia de transporte. Este Metro hizo que el transporte público no se viera colapsado como en Lima. No se ven ómnibus llenos en Santiago. No hay piratas y los buses formales son conducidos por choferes uniformados que respetan los paraderos. Una versión del Corredor Azul, pero para toda la ciudad. Allí los ‘mañosos’ pierden por goleada. En general, salvo Venezuela, por su crisis, en ninguna capital observas buses, micros y combis repletas como si fueran latas de sardinas, como en Lima y donde los ‘mañucos’ están en su garbanzal. Los ómnibus en Bogotá, bajo el mismo sistema que el Metropolitano, funcionan con aire acondicionado, pese a que no van repletos como en nuestra ciudad. En el sistema de taxis también hay una gran diferencia. En Santiago, Buenos Aires, Montevideo, por citar tres ejemplos, los taxis pertenecen a grandes empresas. No como acá que hasta un delincuente pone su letrerito de taxi y sale a trabajar, perdón, a robar, y si le gusta la pasajera, a violar. En los tiempos que Lima sufría la ola de los ‘matataxistas’, me tocó viajar a Montevideo para partidos de la Copa Libertadores. Esa semana, en la capital uruguaya, habían matado, por primera vez, a un taxista. Fue un escándalo nacional. Inmediatamente, la autoridad obligó a todas las empresas de taxis a colocar un separador de fibra de vidrio transparente antibalas y solo permitió tres pasajeros atrás. Mientras en Lima seguían matando a taxistas y las autoridades no hacían nada. Me quedé corto. Prometo continuar. Apago el televisor.
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