Este Búho se emociona con el nuevo filme de Martin Scorsese, ‘The Irishman’, pero esta vez no voy a hablar de la película, sino de la historia de la vida real en la que se basa el guion, hecho que se constituye como uno de los misterios jamás resueltos de los Estados Unidos: la desaparición del más grande líder sindical de Norteamérica, Jimmy Hoffa, quien se ‘evaporó’ cuando llegó el 30 de julio al restaurante ‘Machus Red Fox’ en una zona ‘ficha’ de Detroit.
Jimmy, legendario líder sindical de camioneros que había estado en prisión por siete años, había perdido influencia y en ese momento luchaba por recuperar el poder, pero tenía un problema: la mafia ya lo había reemplazado por otro dirigente menos peleador y hablador. Los hombres con quienes iba a encontrarse eran nada menos que Anthony ‘Tony’ Provenzano, de Nueva York, y Anthony ‘Tony Jack’ Giacalone, de Detroit, dos conocidos mafiosos que le aseguraron que lo iban a apoyar para convencer al ‘Capo’ Russell Bufalino (Joe Pesci en la ficción) de su regreso. Pero ninguno de los dos llegó, según le contó el sindicalista a su esposa, a quien llamó desde el restaurante.
En aquellos tiempos no había cámaras de seguridad, pero es seguro que algún otro llegó y se lo llevó (literalmente) para siempre, porque al día siguiente su auto seguía estacionado en la puerta y no había rastros del sindicalista. ¿Quién fue Jimmy Hoffa (que en el celuloide lo encarna un extraordinario Al Pacino)?
Nació en un pueblito llamado Brazil, en Indiana, hijo de inmigrantes holandeses. Desde joven trabajó de estibador para los camioneros. Su carisma y su rebeldía lo hicieron ser reconocido y así llegó a convertirse en chofer y luego en líder de ‘La Hermandad Internacional de Camioneros’, el sindicato más fuerte de los Estados Unidos. Miles de camiones atravesaban el país de costa a costa, de norte a sur, transportando mercancías de las grandes corporaciones. Una huelga de los choferes significaba pérdidas de millones de dólares o paralizaba literalmente la economía de la nación. Eso lo explotó muy bien el sindicato, con Hoffa a la cabeza, y alcanzó sustantivas mejoras, por lo que en su mejor momento llegó a tener un millón de afiliados. Pero Jimmy tenía métodos poco ortodoxos para lograr sus fines, ya que utilizaba el chantaje, amenazaba con huelgas y utilizaba a miembros de la mafia para hacer los ‘trabajitos más sucios’.
Los empresarios temblaban con sus advertencias de huelgas o boicots y sus competidores más fastidiosos y peligrosos acababan baleados al salir de un bar o aparecían en algún basural rellenos de plomo. Por eso, Robert ‘Bobby’ Kennedy lo definió como ‘el hombre más poderoso del país junto con el presidente’ y claro, la mafia no lo ayudaba gratis. A cambio, él les ‘lavaba’ su dinero sucio a través de las ingentes arcas del sindicato.
Poco a poco, Hoffa se vio más comprometido con la ‘Cosa Nostra’, incluso había sicarios que hacían ‘trabajitos’ para Hoffa (algo de ello se ve en el filme) cuando por petición del gánster de Pensilvania Russell Bufalino, el asesino Frank el ‘Irlandés’ Sheeran (Robert de Niro) habla por teléfono con él y este le pregunta: ‘Dicen que pintas casas (en el lenguaje mafioso significaba ‘pintar con sangre’, asesinato), a lo que el ‘Irlandés’ responde: ‘Sí, y también hago trabajos de carpintería’ (lo que significaba que también podía deshacerse del cadáver). Pero el matrimonio perfecto entre Jimmy y el crimen organizado se tambalea cuando el FBI inicia una verdadera cacería a la ‘Cosa Nostra’, que es apoyada desde el Congreso por el demócrata Bobby Kennedy.
Pero a Hoffa se le vino la noche cuando ganó la presidencia el otro Kennedy, John, y este coloca a su implacable hermano ‘Bobby’ como fiscal general. Una de las tácticas de los mafiosos era sobornar a los jurados y así ganaban sus juicios, y Hoffa cayó en una emboscada del fiscal y fue condenado en 1964 a 13 años de prisión. De nada le valió haber sido nombrado presidente de la Federación Internacional de Camioneros y estuvo en la cárcel siete años, periodo en el que sucedieron dos muertes sospechosas: las de los hermanos Kennedy, tanto el magnicidio de John, como el crimen a ‘Bobby’.
Con un republicano -Richard Nixon- en la presidencia, es indultado con la condición de que no volviera a las actividades sindicales hasta después de diez años, pero Jimmy no se iba a quedar con los brazos cruzados y cuatro años más tarde llegaba a esa reunión en Detroit con dos prominentes mafiosos. La hipótesis fidedigna fue que sus antiguos socios mafiosos ya se habían acostumbrado a trabajar con otros dirigentes más dóciles que el vehemente Hoffa, y lo desaparecieron como escarmiento, para que ningún otro líder sindical osara rebelarse de su ‘protección’, porque una cosa es que te maten y dejen que tu familia te dé cristiana sepultura y otra que te desaparezcan para que nadie pueda rezarte una plegaria en tu lápida. Con el filme de Scorsese, Jimmy Hoffa, de alguna u otra manera, ha resucitado y vuelve a sus malas andanzas.
Apago el televisor.