Este Búho se sorprendió al ver los despachos de los enviados especiales al . En uno de ellos ‘vacilaban’ a un colega cuarentón porque no conocía nada de los grupos coreanos de K-pop, sobre todo de BTS, la superbanda coreana del género que tiene más de 50 millones de discos vendidos, pero que también es una megaindustria en el país asiático. Al punto que su ‘marca’ es creadora de los más distintos contenidos: revistas, videos de cocina, ejercicios, animes, programas propios de televisión, comerciales.

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Las imágenes de los jóvenes estaban por todos lados para sorpresa de los salseros periodistas peruanos que de Corea conocían ‘El juego del calamar’ y marcas de autos y celulares. Claro, yo estaría igual de perdido que ellos, pero no es así gracias a que mi hija, quien a los trece o catorce añitos -hoy tiene 17- me introdujo al mundo de BTS. Cuando se iniciaron estos astros juveniles en 2013, la industria musical de Corea del Sur estaba en un periodo de cambio del que supieron sacar provecho.

El K-pop se había extendido gracias a las plataformas de streaming y sobre todo al YouTube

aunque no conseguía introducirse del todo en el mercado inglés. El éxito viral a nivel mundial, pero sobre todo en Estados Unidos de PSY con ‘Gangnam style’ (El baile del caballo) allanó el camino. Y BTS orienta sus canciones hacia el mercado estadounidense. Cuando empiezan a hacerse famosos comienzan las apariciones en la televisión estadounidense, las colaboraciones con Sia, Becky G o Coldplay. Las entrevistas para Variety o The New York Times.

Su primer número uno allí data del 2018, su consagración llegaría con ‘Dynamite’ en agosto de 2020. El video de la canción lleva más de mil 550 millones de visionados en YouTube hasta el 2022. Ese año fueron recibidos en la Casa Blanca nada menos que por el presidente Joe Biden. La reunión fue a puertas cerradas y trataron la dolorosa problemática de los ‘crímenes de odio’ en el país contra ciudadanos asiáticos, sobre todo a comerciantes coreanos, como consecuencia de una prédica racista que se alimentó cuando estaba en la presidencia el siniestro Donald Trump.

Cerraron su triunfal viaje a Estados Unidos con cuatro conciertos en Las Vegas, con asistencia de 65 mil fanáticos. Recuerdo que me alegré que mi cachorra no optara por el reguetón y siguiera una opción musical mucho más melódica y menos agresiva como es el K-pop. Y descubrí que no solo mi hija era fan de ese grupo, todas sus amigas del colegio tenían como ídolos a los siete jóvenes surcoreanos y, como ellas, miles en todo el país y millones en el mundo. Cuando entré a su dormitorio estaba lleno de afiches del grupo, muchachos con caras de chibolos, aunque sus edades oscilan entre los veinte y veinticinco años. Eso sí, sus seguidoras eran adolescentes, las llamadas ‘Army’.

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Perú suma varias bajas ante Corea del sur. (Fuente: América TV)

Para este columnista, hasta antes de la conversación con mi chibola, eran unos completos desconocidos, pero ya eran un fenómeno a nivel mundial. Ese año ganaron los premios Billboard al ser el primer grupo coreano en llegar al número uno de ventas en Estados Unidos con su álbum ‘Love yourself: Tear’. Jin, J-Hope, RM, Ji-min, Suga, V y Jungkook llenaban todos los estadios donde se presentaban. También recuerdo que antes que se proyectaran sus conciertos en vivo en los Cineplanet, llevé a mi hija a unos eventos realizados los fines de semana en el coliseo de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, en Pueblo Libre. Fue una jornada maratónica, donde las fans pagaban 25 soles para ingresar y les entregaban un póster del grupo.

Era un espectáculo que incluía una feria para ver conciertos, comprar souvenirs, desde pines hasta costosas poleras, calzado, tazas, vasos, polos, muñecos de los coreanos y hasta tomar sopa ramen y otros bocadillos asiáticos. Me tomé el trabajo de analizar la temática de sus letras. Hablan de la ansiedad y de los problemas de los chicos en su casa, pero sobre todo en la secundaria, el instituto o la universidad. También sobre temas recurrentes en la pubertad, la ilusión de la primera atracción o llamémosle amor, el desamor, la depresión, la ayuda ante la pérdida del ser querido, un novio o un amigo. Hoy mi hija está estudiando en la universidad y me parece que escucha también otros grupos y géneros musicales, pero tengo que agradecerles a estos surcoreanos porque fueron un buen pretexto para ingresar y compartir el -a veces- impenetrable mundo interior de nuestros hijos adolescentes. Apago el televisor.

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