Este asiste respetuoso y dolido al . Ha muerto una figura emblemática en la historia del criollismo. Se nos fue el . Los jóvenes me dirán ¿quién fue ese tío, Búho? Para los de mi edad, la generación histórica de niños que veían la TV en blanco y negro, era animador y cantante de ‘Danzas y canciones del Perú’, programa que tenía un lugar privilegiado en ‘hora prime’. Mi abuelo Víctor Marca me decía: “Si canta ‘Yo la quería Patita’, te doy de propina un sol de cobre”. Esa moneda era codiciada por todos, grandota, valiosa para un infante, que alcanzaba para inacabables helados y chocolates. Y para suerte mía, el ‘Carreta’ se mandaba con el extraordinario tema compuesto por el tremendo compositor Mario Cavagnaro. ‘Yo la quería Patita’ era la historia de un muchacho humilde de un barrio limeño tradicional como el Rímac, donde se crio el popular cantante. Porque si bien la leyenda urbana lo ubica como nacido en el puerto del Callao (por su inmortal canción himno del mítico Sport Boys Association: ¡¡Vamos Boys, quiero ver, otro gol, en tu score/y sentir, el rugir del viril Chim Pum Callao!!), en realidad, el hijo de Silvio y Rosa Pérez nació en Huaraz, en 1922. Pero cuando era bebito migraron a Lima y se asentaron en el jaranero jirón Tumbes, en el Rímac, donde Jorgito recorrió la calle y se juntó con la palomillada. El mismo cantante confesó cómo nació el famoso tema: “Era trabajador bancario y viajé a Chile y allí vi que los bancarios chilenos tenían un programa en la radio, me invitaron a cantar, y en Lima, con Luis Garland, compañero en el banco, decidimos hacer un dúo para entonar valses en Radio La Crónica; nos fue tan bien que ya no éramos Los Troveros Bancarios, sino Los Troveros Criollos y nos fue muy bien con temas de Felipe Pinglo. Un día, Mario Cavagnaro, que tenía un grupo que solo cantaba boleros, me llevó la letra escrita de ‘Yo la quería Patita’. Mario, yo no canto boleros, le dije. ‘Lo sé, esto es un vals’. Yo me sonreía. Un vals es poesía, ¿qué es eso de ‘Patita’, ‘blaquiñoso’, ‘gila’? Mario me respondió: ‘Carreta, es replana, jerga callejera de tu Rímac, Barrios Altos, Callao, así habla el pueblo’. No se equivocó. ‘Yo la quería Patita’ marcó un antes y un después en la carrera de Los Troveros Criollos.

‘Yo la quería patita, era la gila más buenamoza del callejón/usted compadre que me conoce yo soy derecho, ella no supo corresponder a mi corazón/hoy me pasaron el dato, que el blanquiñoso que la tenía la abandonó, y dicen que está la negra, sufrida para el castigo, que ella está de cualquier cosa y su hijito de mendigo/por eso lloro carreta, de pica de rabia y pena, y aunque digan que no es buena... yo la quiero aún Patitaaaaa’. Ante el explosivo éxito del tema, el ‘Carreta’ convence a la compositora Serafina Quinteras, madre de la futura extraordinaria poetisa Blanca Varela, de que acepte escribir poemas satíricos para musicalizarlos en valses. Pérez recordaba ese encuentro con la mítica Serafina. “A Serafina la conocía muy bien, pues con su hijo Raúl Varela hicimos un dúo en el colegio’. Su tema ‘Parlamanías’ ha traspuesto las barreras del tiempo, la brutal sátira de Serafina destroza de manera socarrona a los candidatos al Parlamento, los que prometen el oro y el moro y al llegar nunca hacen nada”. ‘Vamos al Congreso a hacer firuletes (...) no defraudaremos la fe popular/haremos casas de ochenta pisos, ómnibus nuevos, más de cien mil (...) las carreteras correrán solas, buques y aviones en pelotón/y las corvinas, sobre las olas, nadarán solas con su limón’. Luego, llegaría la unión con un joven compositor de su barrio, que se volvería una leyenda y catapultaría a Los Troveros Criollos y al ‘Carreta’ al Olimpo de la música nacional, Augusto Polo Campos. “Yo le decía: ‘Genio, (por Augusto) no seas imbécil, sal de la botella’. Y me hizo caso y miren hasta dónde llegó’. Este Búho nunca olvidará aquella madrugada de 1997 o 98 en que me topé con el ‘Carreta’ en un bar sin nombre en el jirón Washington. Acababa de morir mi gran abuelo Víctor. “‘Carreta’, mi abuelito me regalaba un sol de cobre si tú cantabas ‘Yo la quería Patita’ y el himno de su equipo, el ‘¡Vamos Boys!’, cuando animabas ‘Danzas y canciones’ en Panamericana”. Y nos pusimos a lorear horas mientras sus acompañantes y los míos se iban. Jorge Pérez me dio un concierto a mí solo en aquel bar de mala muerte y pagado solo con la admiración que le profesaba y las chelas que le invitaba con gusto. No solo era jaranero, ya se notaba que padecía problemas de audición. Pero tenía una cabeza extraordinaria para el trago. Salimos de día, a las ocho de la mañana, abrazados como dos ‘Patitas’. Apago el televisor.

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC