Este Búho ingresó al túnel del tiempo para recordar su época de escolar, sobre todo a sus maestros más entrañables. Recuerdo que por aquellos días estaba muy de moda una película llamada ‘Al maestro con cariño’, un filme inglés de culto. Era la historia de un profesor negro que llega como docente nuevo a una escuela pública de los barrios bajos de Londres, donde la mayoría son incorregibles chicos y chicas blancos. Ya se imaginan cómo miraban al recién llegado. Lo humillan, pero el docente, personificado por el gran Sidney Poitier, logra con tesón, inteligencia y amor por el educando, domar a esa rugiente horda de tigres y tigresas del salón.
Hasta la canción fue un hit. Dicen los economistas que hasta el primer gobierno de Belaunde (antes de los años 70), los sueldos de los maestros estaban a la par de los de sus colegas de Chile y Argentina. Mi profesora de primero de primaria llegaba con su carrito y hacía movilidad a alumnos que estaban en su ruta. Con el gobierno militar estatizante de Velasco se hundió la economía y empezamos a vivir la pesadilla de la inflación. Los sueldos, sobre todo de los empleados estatales, comenzaron a devaluarse. Este columnista fue testigo del nacimiento del Sutep, que logró en esos años iniciales representar el malestar de miles de maestros de la escuela pública del país. El gobierno de Velasco respondió con violencia, a sangre y fuego, como en Huanta, donde los alumnos apoyaron una huelga de profesores y fueron reprimidos, muriendo como resultado un número indeterminado de estudiantes, pues la cifra nunca se supo al no haber libertad de prensa y porque esa información fue censurada. Solo queda la canción ‘Flor de retama’ como un canto coral a los alumnos fallecidos.
Recuerdo a un gran profesor de secundaria, de Geografía del Perú y el Mundo: Zacarías, ‘el bueno’. Era de lentes, de modales muy finos, un hombre educado que no solía gritar. Pero era un estudioso de su materia y logró tener uno de los mejores gabinetes de Geografía entre las grandes unidades escolares de Lima. Nos presentaba documentales de Estados Unidos y Alemania, que él conseguía de las embajadas de Alemania Oriental y la Occidental, porque no hacía distinción política. Estábamos al día con los descubrimientos de astronomía, geografía, flora y fauna. Recuerdo que en esos tiempos algunos profesores desubicados le tocaban la puerta ‘¡Zacarías, baja a la asamblea!’. Y él respondía ‘¡Estoy en clase, por qué no hacen la asamblea a la hora del recreo o en la tarde!’. Acataba las directivas, pero respetaba su profesión y no quería hacer perder clase a los alumnos. Como paradojas de la vida, la otra cara de la medalla era otro profesor que se apellidaba igual, un gordito que era tan vago que llegaba al salón de quinto de media con su ‘Comercio’ en el maletín. Abría el diario y miraba al brigadier del salón, Bazán, un zambo alto. ‘¡Bazán, quiero leer mi periódico, nada de bulla!’. Y el morocho se paraba y ordenaba ‘¡Apanao al que habla!’. Y todo el salón se quedaba calladito. El que hablaba era brutalmente ‘apanado’ con patadas y puñetes en todas partes del cuerpo, bajo la mirada sádica del pésimo docente al que apodaban, con justa razón, ‘Zángano’. Increíble cómo ha cambiado la enseñanza pública. Antes, grandes hombres de letras eran maestros de primaria, como César Vallejo, que enseñaba en Trujillo. La carrera del profesorado es, en verdad, un apostolado. Conozco amigos muy preparados que pudiendo ingresar a otras carreras como ingenierías o ciencias, eligieron la de Educación. No es que no tuvieran la capacidad para ingresar a otras facultades donde los puntajes son más altos, sino que optaban por el magisterio por vocación. Son grandes maestros y enseñan en colegios de prestigio, donde los docentes son exigidos y, por ende, ganan bien. Lamentablemente, muchos ‘maestros’ de la escuela pública pretenden ganar más, trabajar menos y no quieren ser evaluados ni capacitarse. Como trabajan de ocho a una, al salir del colegio algunos no preparan clase para el día siguiente, sino que se dedican a atender sus negocios particulares, bodegas, panaderías, taxis, comercio o enseñan en un colegio privado. Y los perjudicados son los alumnos. Los de la universidad son otra historia y serán motivo de otra columna. Apago el televisor.
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