Este Búho considera que la verdadera valoración del legado de Henry Kissinger, quien fuera el todopoderoso secretario de Estado norteamericano del presidente Richard Nixon (1969-1974) y de Gerald Ford (1974-1977), se hará cuando muera. El controvertido político fue protagonista, entre otros hechos históricos, de los años convulsionados de la llamada ‘Guerra Fría’ entre Estados Unidos y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Porque Kissinger, que acaba de cumplir 100 años con una lucidez intelectual asombrosa, está cuestionado, por ejemplo, en su responsabilidad directa en el sangriento golpe militar de Augusto Pinochet al socialista Salvador Allende en 1973. ‘No podemos permitir que Chile se vaya a la alcantarilla’, había amenazado en 1970, cuando Allende llegó al gobierno. Y durante su gestión también se dio total apoyo al golpe de la junta militar de Rafael Videla a Isabel Martínez de Perón en 1976.
Ambas insurrecciones militares acarrearon miles de muertos y desaparecidos. Para sus víctimas y descendientes, Henry es un ‘criminal de guerra’. Pero para otros es un gran estadista. Es un hombre que tuvo los máximos galones en la ‘Guerra Fría’ con la URSS, pero él mismo se encargó posteriormente de tender puentes en la distensión de las relaciones con los soviéticos, hechos que posibilitaron la caída del muro de Berlín, la ‘Perestroika’, en fin, la caída del comunismo.
Henry Kissinger es considerado un brillante negociador
Para muchos es un cínico, un pragmático. Y lo demostró cuando fue el primero que vislumbró que Estados Unidos no tenía que ver a China como un enemigo ideológico comunista, sino como un colosal mercado cautivo para los productos norteamericanos. Aplicó la ‘diplomacia del ping pong’ al romper el hielo enviando una delegación de tenis de mesa norteamericana a jugar con sus pares chinos. Esa fue una revolución que posibilitó la apertura de relaciones diplomáticas de EE.UU. con el gigante asiático. Y como consecuencia, la Coca Cola llegó a un mercado de millones de chinos deseosos de tomarse un espumante vaso de la gaseosa.
Le otorgaron el premio Nobel de la Paz porque lo consideraron un brillante negociador, como lo hizo en el conflicto del Medio Oriente entre Israel y los palestinos. A sus cien años quiere que lo recuerden como el hábil negociador que fue y que barran debajo de la alfombra sus trabajos sucios en América Latina o Camboya. Además, en sus últimas entrevistas advierte de la ‘pestilencia’ que le puede causar la ‘inteligencia artificial’ a la humanidad o los peligros de una Tercera Guerra Mundial, ya no entre Estados Unidos y Rusia, sino contra China.
En la década de los setenta Kissinger era el hombre más popular de Estados Unidos. Fue famoso por sus conquistas femeninas y antes de casarse por segunda vez con Nancy en 1974, salió con estrellas como Diane Sawyer, la bellísima Jill St. John, Shirley MacLaine y Liv Ullmann, quien lo describió como el hombre más interesante que conoció. A él se le atribuye la frase: ‘El poder es el mayor afrodisiaco’. Hubo una serie de televisión que retrataba la época en que se movió Henry, ‘El superagente 86′, creación del genial Mel Brooks.
Protagonizada por el hilarante cómico Don Adams como el torpe ‘superagente’ de la agencia Control, que luchaba contra los ‘malos’ de KAOS, en una inolvidable parodia de los años de la ‘Guerra Fría’ entre los servicios secretos (CIA) de Estados Unidos y la KGB de la Unión Soviética. ¿Volverán las series ahora sobre espías gringos y chinos? Apago el televisor.