Este Búho tiene en sus manos el libro de Marco Sifuentes, ‘H & H. Escenas de la vida conyugal de Ollanta Humala y Nadine Heredia’. En la foto de portada están sentados ambos en un set de TV. Allí se ve cómo Nadine Heredia observa a su esposo fijamente, con mirada penetrante.
De esas miradas que matan o se comunican como por telepatía para dictar una orden. Ollanta Humala, según el libro, es un conspicuo miembro de esa oficialidad de ‘pisados’ de los que tanto se ufanan las esposas de los engalonados: ‘En el cuartel mandan ellos, en casa, nosotras’.
A lo largo de sus más de trescientas páginas, es Nadine Heredia el hilo conductor de esta alucinante historia forjada por dos familias llegadas a Lima de remotos pueblos ayacuchanos: los Heredia y los Humala, entrelazadas por esos intrincados parentescos serranos cuyos dos de sus descendientes se encontrarían en la capital: concretamente en la casa de Surco de Nadine Heredia, de 19 años, estudiante de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Lima, y un militar al que la madre de la joven se lo presenta como ‘su sobrino’, Ollanta Humala, de treinta y tres años.
Nadie pudiera haber imaginado que después de ese encuentro casual, no se separarían más, salvo por la prisión que sufrieron ambos. Tres años después de aquel primer acercamiento, se casarían e ingresarían a la política, que llevaría a Ollanta a la presidencia de la República y a Nadine Heredia, a ejercer el verdadero poder sin un atisbo de rubor, sino más bien con bastante ‘pana y elegancia’.
Con Alejandro Toledo en el poder y con Ollanta reincorporado en el Ejército, el ‘Cholo de Cabana’ prefirió tenerlo lejos, mandándolo como agregado militar a París y Seúl, donde vivió con su esposa Nadine, quien a su vez gozó ahí de las mieles del poder. Pero según el autor, el misterio es una cosa común entre los dos personajes. ‘Esto se debe, en parte, a que la opinión pública ha ido conociendo datos de su biografía por retazos y en completo desorden’.
Mucha de la ‘carnecita’ que presenta el libro ha sido fruto de 71 entrevistas personales, algunas con nombres propios, otras con personajes anónimos y ‘off the record’ de gente que en algún momento de su vida ha estado junto a Ollanta o Nadine y conocen sus ‘cochinaditas’.
Los capítulos familiares son los más sabrosos, como el primero, titulado ‘Una familia muy normal’, al igual que rezaba la canción de Charly García. Allí se cuenta que don Isaac, pese a que era comunista, tenía trabajos muy capitalistas como abogado de la gran firma Panasonic. A sus hijos los había mandado a estudiar en el exclusivo Colegio Franco Peruano, muy cerca de su residencia familiar en Valle Hermoso, ‘para que estudien en francés a los clásicos’. Pero cuenta el autor que al patriarca lo deslumbró la cultura y la visión moderna de los ejecutivos japoneses de la firma donde brindaba asesoría jurídica, por eso sacó a Ollanta del colegio francés y lo matriculó en el colegio AELU en Pueblo Libre. Al pobre Ollanta lo inscribió para que estudie el idioma en el Peruano-Japonés y Humala contó que le hacían ‘bullying’ porque era el único mestizo en el salón.
El capítulo ‘El clan de La Cuy’ está dedicado a los inicios públicos de una estudiante Nadine (así era como llamaban sus amigas a la Heredia por sus dientecitos). Ella lidereba un grupo en la universidad, que se hacía llamar ‘Las Salamandras’. ‘La Cuy era la salamandra que destacaba, la que no se dejaba amilanar por los hombres, saludaba con un puñetazo en el brazo, pedía que le tocaran sus bíceps, amenazaba con sus conocimientos de karate. Una achorada juguetona en ese ambiente de ‘niños bien’.
El ‘Locumbazo’, como llamaron al frustrado golpe de los hermanos Humala, lo presenta el autor como una acción liderada por un frenético Antauro a punta de carajazos, poniendo de rodillas a un general y a su propio hermano, que ‘encabezaba la revuelta’, en el capítulo ‘Lo que faltaba’. El caso López Meneses y los siniestros hilos del ‘asesor’, considerado un ‘Montesinitos’ del régimen de Ollanta, así como los pasajes del ‘Capitán Carlos’ y Madre Mía son reveladores. Ahí se muestra el lado más siniestro y hasta sanguinario de quien fuera el jefe de esa base antisubversiva. Testimonios recogidos lo hacen responsable no de una, sino de muchas muertes. Pero no solo asesinatos a sangre fría que ordenaba a sus subordinados, sino también bárbaras torturas, como colocar electricidad en los testículos de infortunados detenidos.
También se cuenta el sangriento Andahuaylazo de Antauro. Hasta los supuestos chismes de una infidelidad de Nadine se ventilan en el capítulo ‘Voy a leerles un chisme’. Al terminar el libro uno tiene la sensación de haber visto una película que, aunque nos reserva el final, uno lo puede adivinar. Apago el televisor.
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