“Green Book” es una película que logra ― con un tono tragicómico ― transmitir un mensaje de igualdad en su retrato de la amistad entre Tony ‘Lip’ y Don Shirley. (Foto: Allstar/DREAMWORKS)
Green Book

Este Búho sabía que algo se tramaba contra la película del mexicano Alfonso Cuarón, ‘Roma’, que tenía diez nominaciones para el Óscar, la noche en que se entregaron los Premios del Sindicato de Actores de Hollywood. El ejército de actores, en su mayoría norteamericanos, que ven por encima del hombro a actores latinos e incluso a astros como Gael García Bernal, Salma Hayek o Antonio Banderas, redujeron a ‘Roma’ a ‘mejor película extranjera’.

Era un mensaje ‘siciliano’ a la Academia de Hollywood: ‘Ni se les ocurra premiar a ‘Roma’ como ‘la mejor película’, pues no es de habla inglesa y debe competir en la categoría de extranjera’. Y menos debían entregarle la estatuilla a mejor actriz ‘a la chica que hace de empleada del hogar, ella solo se interpretó a sí misma’. Así se expresaban de Yalitza Aparicio y no la consideraban digna de pelearle un premio a la gran Glenn Close. Además, estaba la presión de los grandes estudios para que no se incentiven las producciones de la plataforma de streaming Netflix, que produjo y difundió a nivel mundial la película, y continúe así compitiendo con las gloriosas cadenas de distribución de filmes para salas de cine.

Y como ‘ordenara’ el sindicato de actores, a la película mexicana le correspondió, de diez nominaciones, el premio al mejor director, la mejor película extranjera y ‘de yapa’, la mejor fotografía. Fuera de carrera ‘Roma’, la Academia debía elegir a una película que sea de una simpleza positiva, de esas con las que todo el público sale satisfecho, convencido de que los seres humanos pueden llegar a comprenderse pese a las diferencias y convivir en paz y armonía, así vivan en una sociedad como la estadounidense de 1962, en plena segregación racial al sur de Estados Unidos. Y claro, que los protagonistas sean un afamado pianista negro y su chofer, un achorado ítalo-americano.

Esa es la historia de Green Book (‘Amistad sin fronteras’), una cinta misma canción ‘Ébano y Marfil’ de los ochenta, que desplazó a ‘Roma’. Pero Viggo Mortensen, el chofer, y Mahershala Ali, el pianista, no son los Paul McCartney y Stevie Wonder de la canción. Son unos tremendos actorazos y lo demostraron en esta producción. No por nada Ali se llevó la estatuilla al mejor actor secundario y Mortensen bien pudo ganar la de mejor actor sino se cruzaba en su camino la reencarnación de Freddie Mercury. El filme está basado en un hecho real.

La historia de ‘Tony Lip’, un recio ítalo-estadounidense que a inicios de los sesenta fue seguridad del mítico cabaret ‘Copacabana’ de Nueva York. En 1962 fue contratado por el pianista negro Don Shirley para que sea su chofer en una gira al segregacionista sur norteamericano. Como una ‘road movie’ en blanco y negro, Tony debe guiarse por el ‘Green Book’, el ‘libro verde’ que les sirve a los negros de guía de carretera con opciones de alojamiento seguro, restaurantes y negocios, en una época donde había brutales leyes contra la gente de color en algunos estados y contra la que tiene que luchar la pareja, algunas veces con la fuerza bruta de Lip.

Esa pareja dispareja, con el negro culto refinado, que toca para los ricos, pero está alejado de su propia familia, por un lado; y por el otro el chofer tosco y simplón, pero con una familia unida por el amor, choca y se producen chispas y cortocircuitos, pero ante la adversidad de un entorno violento están obligados a soportarse, a comprenderse y por último, a quererse. El director Peter Farrelly, experto en comedias finas, como la notable ‘Loco por Mary’, o caóticas como ‘El tonto y el más tonto’, con Jim Carrey y Jeff Daniels, intenta por primera vez salir de su hábitat natural, la comedia, pero el drama no lo encasilla y saca todo su ADN para hacer carcajear por ratos a los espectadores, oxigenando la opresiva situación real de un terreno sureño ultraviolento. Un filme hecho para gustar a todos, sencillo y obvio. Realzado por dos actuaciones superlativas y la mano de un director ducho que sabe manejar las emociones de la platea. Apago el televisor.Pico

tags relacionadas

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC