Este Búho piensa que, definitivamente, para algunos, el cielo y el infierno se vive en la misma tierra. Sino pregúntenle a los otrora poderosos Fernando Zevallos, ‘Lunarejo’, y su hermana Lupe, exdueños de AeroContinente, la aerolínea comercial que amenazaba con tumbarse a las competidoras de toda América con precios irrisorios para el mercado. Pero no era ninguna espectacular estrategia de genios financieros al servicio de los Zevallos.
En el 2004, el Departamento de Justicia estadounidense incluyo a ‘Lunarejo’ en la lista de los ¡diez narcotraficantes más poderosos del planeta! Las bonanzas económicas de su empresa no llegaban del aporte de los pasajeros, que pugnaban por comprar sus boletos internacionales a menos de la mitad del precio del mercado, pues eso era solo una fachada.
Sus multimillonarias ganancias provenían de los alijos de cocaína camuflados en sus aviones, que ingresaban a territorio norteamericano y a otras latitudes del mundo. Era un narco de ‘alto vuelo’ con licencias internacionales para envenenar con la cocaína producida en una zona muy querida y conocida por la familia Zevallos: Uchiza, Tocache.
A ‘Lunarejo’ lo capturaron en el 2005 y desde entonces purga prisión en el penal de Piedras Gordas. Pero recién este año, lo condenaron a 27 años de cárcel por tráfico de cocaína, asesinato por contrato y lavado de dinero, y en un hecho poco común, también condenaron a su hermana Lupe (su brazo derecho y el rostro de la empresa, cuando Fernando ya estaba con roche y renunció a la presidencia en 1995) a 25 años de prisión.
La hermana del ‘Capo’ demostró carecer de escrúpulos igual que Fernando, ya que el día de lectura de sentencia, ella, con anteojos y una pequeña manta que le cubría el pelo, estuvo presente hasta antes de la misma, pero un oportuno y seguramente bien remunerado soplo desde el interior del Poder Judicial, hizo que saliera raudamente de la audiencia y se hiciera humo.
Prófuga de la justicia, el Ministerio del Interior ya la incluyó en el programa de recompensas y ofrecen 100 mil soles a quien informe sobre su paradero. Una examiga y confidente de la Zevallos me confesó: “Conociendo a Lupe, debe estar asadaza por la cantidad ofrecida por el Ministerio del Interior, y seguramente habrá dicho: ‘Yo valgo mínimo cien mil dólares...’. Así de altanera es ella”.
La bien montada organización criminal no hubiera caído de no ser por el periodismo independiente de la Unidad de Investigación del diario El Comercio, que comandaron sucesivamente Ricardo Uceda y Fernando Ampuero, siendo su periodista Miguel Ramírez, quien arriesgó su pellejo desde un inicio, en 1995, viajando a esa ‘tierra de nadie’, que era Uchiza, para indagar sobre la procedencia de tres toneladas de cocaína incautadas en Talara, de propiedad de los hermanos López Paredes.
El valiente hombre de prensa llegó a una zona dominada por el narcotráfico, colombianos y ‘terrucos’, haciéndose pasar por comerciante. Asistió a la discoteca ‘Papillon’, donde elegirían a Miss Uchiza y donde el premio a la ganadora era de nada menos que un cheque de 5 mil dólares. El periodista había conocido a un agente antidrogas peruano, quien lo llevó a la disco. Sorprendido por el excesivo monto del premio entregado por la empresa AeroContinente, que no era conocida en Lima, le preguntó quién era el dueño. “Es Fernando Zevallos, ‘Lunarejo’, el principal narcotraficante de la zona. Los López Paredes son solo la pantalla. La droga es de él y en Talara ese cargamento se iba a embarcar a México y de allí a Norteamérica en un avión de su flamante empresa”, le dijo.
Ese fue el inicio de una de las investigaciones más difíciles y peligrosas en la historia del periodismo moderno del país. Todas las puertas se le cerraban a Ramírez. Y había un motivo: Por las oficinas miraflorinas de AeroContinente desfilaban decenas de personajes de las más altas esferas políticas, económicas, televisivas, periodísticas, militares, policiales, y del mismísimo Poder Judicial. Todos llegaban para recibir pasajes gratis para ellos, sus familias y con ellos hacían la de Shakira: ‘Ciegos, sordos y mudos’ a las denuncias de El Comercio, que luchaba contra la corriente.
“Mis amigos me decían: Miguel, todo el que es alguien en el país va a estar en la fiesta de AeroContinente’. Yo, por obvias razones, nunca asistí a una, pero mis colegas me informaban quiénes estaban allí”, contó Ramírez. En el 2002, ya Chile había detectado que la empresa de los Zevallos era solo una fachada y servía para hacer ‘lavado de activos’ del narcotráfico.
Lupe Zevallos, en un arrebato de poder, llenó un avión con periodistas de todos los medios escritos, radiales y televisivos del país, y los llevó a Santiago de Chile, con todo pagado (pasajes, hotel y alimentación en hotel cuatro estrellas), para que cubran los pormenores de su audiencia. ¿Dónde está Lupe Zevallos? ¿Podrá una socialité como ella, acostumbrada al lujo y al boato, resistir un régimen carcelario de 25 años en el penal de Chorrillos? Como colofón de esta historia de narcotráfico, glamour, poder político e impunidad, podemos sacar una conclusión: Al igual que en México y en Estados Unidos, con la condena de ‘El Chapo’ Guzmán, y aquí con el caso de los Zevallos, los que cometen delitos terminarán pagando por sus malos pasos. Apago el televisor.