Este Búho le rinde un homenaje al notable narrador Antonio Gálvez Ronceros (Chincha, 1932), quien está próximo a cumplir noventa años y se encuentra internado en una clínica local. Siempre he sido un convencido de que los homenajes se deben hacer en vida. Como dijo alguna vez el gran poeta Antonio Cisneros, cuando le preguntaron sobre los homenajes póstumos: ‘¡¡Y a mí para qué me sirve eso, si no los voy a ver!!’.
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Nunca imaginé que el chinchano haría que me una de manera muy especial con mi hija adolescente. Fue aquella vez, cuando leyendo en mi casa la novela de Gálvez, ‘Perro con poeta en la taberna’, vi a mi hija echada en su cama con un ejemplar de ‘Monólogo desde las tinieblas’, del mismo escritor, y estaba en ese momento leyendo el inolvidable cuento ‘¡Miera!’.
Fue una maravillosa coincidencia que en el colegio Trilce le hicieran leer ese libro. La primera vez que yo lo leí fue de cachimbo sanmarquino. Fue mi amiga Emperatriz la que me lo regaló, pues Ronceros era íntimo amigo de su novio y luego esposo, el escritor Gregorio ‘Goyo’ Martínez, ambos integrantes del grupo literario ‘Narración’. Antonio sorprendió a la crítica con este libro, por cómo plasmó el hablar de los afroperuanos descendientes de los esclavos llegados de África durante el virreinato, en el que destacó su imaginación para escribir ese sabroso léxico en el papel. El relato ‘¡Miera!’ es un ejemplo de ello.
Es la historia del negro don Andrés, que estaba molesto con el caporal de la hacienda de apellido Basaldúa, porque había hablado pestes de él. Quería increparle cara a cara, pero el capataz estaba en las islas de Chincha recogiendo guano y demoraba varios días. Impaciente, decide enviarle una carta, pero como era analfabeto, le pide a su hija, Pastora, que le redacte la misiva. Aquí es donde entra a tallar el arte del escritor y le hace decir a don Andrés: ‘Patora, tú que sabe equirbí, hame una cadta pa mandásela hata la Punta e la iIa a ese caporá Basadúa (...) Ponle ahí, Patora, que su boca es una miera, que su diente esota miera... Miera esa mula que monta....’. El hombre le hace escribir a su hija un montón de ‘mieras’ más. Luego el peón le dice que le lea lo que le dictó. Y el cuento finaliza así: ‘Cuando la hija acabó de leer, don Andrés tenía un gesto de duda como si ya no confiara del todo en sus propias palabras. Oye, Patora -dijo finalmente-, quítale un poco e miera a ese papé’.
‘Monólogo desde las tinieblas’ fue publicado en 1975 y fue el segundo de una producción de cinco libros de cuentos. Considerado como uno de los mejores cuentistas peruanos junto a Abraham Valdelomar, Alfredo Bryce y Julio Ramón Ribeyro, el autor decidió en el 2018 lanzarse a las procelosas aguas de la novela con ‘Perro con poeta en la taberna’. El chinchano ya lo había adelantado desde hace tiempo en conversaciones entre amigos y discípulos, quienes se sorprendieron cuando también anunció que en ella no iba a jugar con el hablar de los negros del campo del ‘sur chico’. Presentó una novela corta, una ‘nouvelle’, y creo que hizo bien, porque el lector pudo disfrutar en letras grandes una pieza escrita con una exquisita técnica narrativa, con diálogos justos y puntuales perfectamente encajados.
Truman Capote escribió sus más perfectos relatos en su último libro, ‘Música para camaleones’, y en él ‘derramó’ toda su sabiduría y conocimiento del manejo del lenguaje, en piezas intencionalmente cortas, para no malgastar palabras. Antonio también utiliza ese recurso que solo otorga la experiencia. En esta obra está presente su universo narrativo, pero también se expande aún más. Se desmarca del gran ‘Monólogo desde las tinieblas’ y lo lleva al frío Huancayo, pero la característica de un estilo propio sigue incólume. El humor, la sátira, el sarcasmo, la burla. Incluso diría que más pulida. Todo ese andamiaje golpea de manera fina y elegante a quienes encarnan etiquetados poetas, pintores, dramaturgos o narradores, los pedestales soberbios, las cofradías de pretenciosos o los que caen en el ridículo. Siendo la estupidez parte de la condición humana, no debe sorprender que sea un perro el que le cante sus verdades a un imberbe.
Quienes son fieles seguidores de su obra no se sorprenden de que un can sea el protagonista, el que conversa y destila jocosas historias. En su anterior libro, ‘La casa apartada’ (2016), en el cuento ‘Un perro en la noche’, el can defiende la casa de su dueña de unos ladrones y muerde y mutila el pene de uno de los asaltantes. Llega con el miembro en la boca y su ama lo flagela salvajemente. En esos momentos cualquiera pensaría que el animal morderá a su dueña, pero sorprendentemente grita ‘¡vieja de mierda!’. ‘Perro con poeta en la taberna’ fue uno de los libros más vendidos en la Feria del Libro de ese año, con el que el recordado docente sanmarquino nos legó una novela rica como su vida misma. ¡Fuerza, maestro! Apago el televisor.