Este Búho, desde adolescente, es fanático del grupo Queen. Cuando estaba en segundo de secundaria, cayó en mis manos uno de sus discos más emblemáticos, ‘A night at the Opera’ (1975), que contenía temas imperecederos como ‘Bohemian Rhapsody’, ‘39’ y ‘You’re my best friend’. Siempre me impactó la poderosa y versátil voz de su vocalista, , quien falleció prematuramente a los 45 años de una bronconeumonía complicada, porque era portador del temible virus del Sida. 

Este setiembre Freddie Mercury hubiera cumplido setenta años. En el último video de su disco ‘Innuendo’, vimos a un vocalista flaquísimo y, pese al maquillaje, se notaba que la enfermedad había hecho estragos en él de manera terrible. Pero de adolescente, las chicas suspiraban por el vocalista del sinfónico ‘Somebody to love’. Con esa pinta exótica, el oriundo de Zanzíbar, con su pelucaza y trajes ceñidos, derretía a miles de fanáticas que abarrotaban sus conciertos. 

Si en esos años alguien me hubiese dicho que el gran Freddie Mercury era gay, me habría reído en su cara. Es que el líder de Queen supo mantener su secreto en un clóset bajo siete llaves, al punto que se negó de plano al pedido de sus compañeros y médicos de que antes de morir, mandara un mensaje al mundo sobre lo importante de la prevención y la lucha contra el Sida. Los mismos músicos, años después, reconocieron que él nunca escribió el comunicado público que salió a su nombre, sino que, al caer en estado de coma, solicitaron la aprobación de su hermana y su último amante para publicarlo, por el bien de la lucha contra ese terrible flagelo, y ellos aceptaron.

Después de los conciertos, Freddie Mercury se desaparecía para buscar compañía masculina en bares gays o en las zonas ‘rojas’ de las grandes ciudades. Pero el mundo se sorprendió cuando supo que el cantante, en su testamento, solo le había dejado medio millón de libras esterlinas a su última pareja, Jim Hutton, mientras que a su ‘novia’, Mary Austin, le dejó la mitad de su fortuna, pero sobre todo su invaluable mansión en el suburbio de Kensington, llena de muebles estilo Luis XV. Pero ¿quién es Mary Austin? 

Es la única persona que sabe dónde están las cenizas de Freddie Mercury, porque el músico pidió en su testamento que nadie se enterara, por miedo a que sus restos sufrieran agresiones. El intérprete de ‘Play the game’, hasta la tumba, fue consecuente con ese estilo de vida misterioso y excluyente con sus fans fuera del escenario. Por dentro y arriba del estrado se entregaba a su público completamente y en éxtasis. Solo se mostró transparente y sincero con su única novia de juventud, Mary Austin. Se conocieron muy jóvenes. 

Ella vivía en un barrio pobre al sur de Londres, pero tuvo la suerte de trabajar como vendedora en una zona residencial. Freddie Mercury, de tipo exótico y nacido en Zanzíbar, no era de familia modesta, pero se ‘cachueleaba’ vendiendo ropa en un mercadillo. El diario londinense Daily Mail logró la primicia de ubicar y entrevistar a Mary, que hoy tiene 65 años -Freddy le llevaba cinco-, y ella confesó que no fue amor a primera vista. ‘Me tomó tres años enamorarme de él’, dijo e hizo una gran revelacion: cuando ya su pareja era un personaje famoso, comenzó a ausentarse y a no llegar a dormir. Pese a tantas y tantas evidencias, ella demoró años en darse cuenta de que la engañaba con hombres. 

Un día lo encaró y él respondió: ‘Creo que soy bisexual’. Ella le replicó: ‘Tú no eres bisexual, tú eres gay’. Pese a la separación y a los hijos que tuvo Mary en dos matrimonios, su relación con Freddie Mercury nunca se rompió, más bien se afianzó. Ella llegó a ser secretaria de la banda en su mejor momento y fue ella a la primera persona que le reveló que era portador del temible mal. Y esto al lado de su cama, cuando los estragos del Sida comenzaron a minar su cuerpo. Mary ha recibido innumerables pedidos de los clubes de fans de Mercury de todo el mundo, para que revele dónde reposan sus cenizas, pero ella responde firme: “Nunca traicioné a Freddie en vida y no lo traicionaré, así pasen muchos años después de su muerte”. Con razón el músico le dedicó esa tierna balada, ‘Love of my life’. Apago el televisor.

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