Este Búho siente admiración por los fiscales y jueces que en todo el mundo se enfrentan con solo las armas de la justicia y el derecho a las siniestras bandas del crimen organizado, como el narcotráfico o el terrorismo. Por eso se indignó ante la noticia de que mentes siniestras comprometidas con la corrupción estarían coordinando con delincuentes presos del penal ‘Sarita Colonia’, para que consigan sicarios y atentar contra la vida de la valerosa fiscal Marita Barreto, el coronel Harvey Colchado y otros oficiales que la apoyan en su investigación del entorno corrupto del presidente Castillo, según la información de ‘Cuarto Poder’, basada en las investigaciones de Inteligencia de la Policía.
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Ese tipo de conspiraciones me hicieron recordar a los magistrados italianos Giovanni Falcone y ‘su delfín’, el juez que lo sucedió, Paolo Borsellino, que dirigieron el llamado ‘Maxi proceso’ en contra de los principales capos de la mafia siciliana en la década de los ochenta, llegando a encarcelar a 400 miembros de la ‘Cosa Nostra’, muchos de ellos condenados a cadena perpetua. La mafia no se quedó con las manos cruzadas y en venganza asesinó a Falcone en mayo de 1992, mediante cargas de dinamita colocadas en una autopista por donde pasaba el coche del juez que iba con su esposa y otro auto en el que viajaban sus tres guardaespaldas.
Ambos vehículos volaron por los aires matando a los cinco. Dos meses después, en julio, los sicarios enviados por el capo de la mafia encarcelado de por vida, Salvatore ‘Toto’ Riina, hicieron volar el departamento donde vivía Paolo Borsellino, matándolo en el acto junto a sus cinco guardaespaldas, entre ellos una mujer. Paolo era el sucesor de Falcone en su lucha contra el crimen organizado en Sicilia.
En América Latina, la vida de los fiscales honestos y valientes también tiene precio para los mafiosos. Si no recordemos el caso que conmocionó a todo Paraguay y el mundo: el asesinato en mayo de este año del incorruptible e implacable fiscal paraguayo Marcelo Pecci, de 45 años. Por matarlo habrían pagado 500 mil dólares. El largo brazo de la mafia guaraní lo alcanzó en Colombia, en la paradisiaca isla de Barú, a cuarenta minutos en lancha de Cartagena de Indias. ¿Quién era Pecci? Era el fiscal que llevaba los casos llamados de ‘altísimo perfil’ en su país, como el operativo ‘A Ultranza’.
A su despacho le llegaban los procesos denominados ‘picantes’: narcotráfico, lavado de dinero, financiamiento de terrorismo. A todos los culpables los colocaba entre rejas, por lo que tenía infinidad de enemigos en el hampa. Su asesinato fue fríamente calculado. En Asunción andaba fuertemente custodiado pero esperaron encontrarlo con la guardia baja. Recién se había casado con una periodista y viajó a Colombia para pasar su ‘luna de miel’. Una de las circunstancias más tristes del crimen es que desde Colombia la pareja había posteado en sus redes sociales que esperaban la llegada de su primer hijo.
Pocos íntimos amigos sabían que se iban a una isla remota y tranquila. El homicidio demostró que la pareja fue víctima de un reglaje. El asesinato parecía sacado de una película de mafia. Los criminales esperaron que los esposos se tumbaran en su ‘perezosa’, en la arena, a descansar cuando los sicarios llegaron en dos motos acuáticas. Fueron directo hacia Pecci, a quien acribillaron, y huyeron nuevamente en las motos, dejando ilesa a Claudia Aguilera, su pareja, sumida en la histeria. El fiscal habría recibido llamadas amenazantes justo en los días previos a su matrimonio y las autoridades han incautado celulares y tablets a presos que han sido investigados por el fiscal con el fin de encontrar alguna evidencia que los conecte con el crimen. En Cartagena capturaron a los cinco autores materiales, entre ellos una mujer. Acá un detalle: el error del implacable magistrado fue publicar su viaje en las redes sociales. Por ese medio lo ubicaron los asesinos.
Este caso también me hizo recordar el asesinato del fiscal argentino Alberto Nisman, quien en enero del 2015 interrumpió sus vacaciones en España para sustentar en el Congreso una grave denuncia contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, acusándola de ‘traición a la patria’. Sin embargo, a pocas horas de testificar fue hallado sin vida en su departamento con una bala en la cabeza. Nadie creyó la versión de ‘suicidio’ que esparció el peronismo. Han pasado los años y todavía su muerte resulta un misterio. Solo se sabe oficialmente que fue un ‘homicidio’ y que su muerte benefició a la ‘Barbie’ Fernández. Por eso, el documentalista inglés Justin Webster realizó una notable investigación titulada ‘Nisman: El fiscal, la presidenta y el espía’, que se convirtió en serie de Netflix. Porque ese tipo de casos de la vida real superan largamente a la ficción. Esperemos que nuestros fiscales sean protegidos para que la corrupción no quede impune. Apago el televisor.