Este Búho leyó la semana pasada que el célebre director de cine, William Friedkin, anunciaba al mundo la muerte del escritor norteamericano William Peter Blatty. Tal vez a mis lectores ese nombre no les dice mucho. Pero si les cuento que fue el responsable de escribir una novela que vendió millones de ejemplares en todo el mundo, que aterrorizó a otros millones de espectadores en salas de cine y que algunos hasta murieron de infarto, por el miedo a la película ‘El Exorcista’, sabrán bien que el fallecido era una toda una celebridad.
Este neoyorquino, antes de ser novelista, trabajó como vendedor de puerta en puerta. En 1960 publicó su primera novela, pero tendría que esperar once años para alcanzar la gloria y las ventas millonarias con la historia de una niñita de 12 años poseída por el demonio. ‘El Exorcista’, que batió récord de taquilla, fue nominada a diez premios Oscar, pero solo obtuvo dos. Uno para Blatty por el ‘Mejor guión adaptado’ y otro por ‘Mejor sonido’. El novelista montó en cólera y arremetió: ‘La Academia de Hollywood debería recoger sus chivas y dedicarse a hacer pasteles de manzana o lo que sea que puedan hacer bien’. Y no le faltaba razón.
‘El Exorcista’ es considerada la ‘más terrorífica de todos los tiempos’ y un filme de culto, que incluso tuvo un remake en televisión en el 2016 (‘El exorcista, la serie’), presentado con gran éxito. Conocí a William Peter Blatty, o mejor dicho, a su novela terrorífica ‘El exorcista’, en el año 1973, cuando tenía once años y estaba en primero de media. Andaba con ese libro para arriba y para abajo. Lo tenía escondido en mi maletín –en ese tiempo no había mochilas– recién sacado de la biblioteca de mi tío ‘Kike’, que estudiaba Derecho en la San Martín, pero a quien le gustaba comprar libros y revistas de actualidad y deportes, y devorarlos ávidamente.
Ya leyendo el suplemento ‘Siete días’ del desaparecido diario la ‘La Prensa’, había visto las fotos del filme que rompía taquillas en Estados Unidos, pero la de la niña poseída por el demonio la tenía en la mente al leer el libro. La levitación en la cama, todas esas imágenes ya las había visto en el diario, pero leer el libro era otra cosa. Me torturaba leyéndolo en mi cama, en la noche. Les juro que leer esa novela en la soledad de una habitación -en el tercer piso- es para poner los pelos de punta a cualquiera, más aún para un niño de primero de media. Al final, optaba por no apagar la luz y dormía con la luz prendida, así se molestase mi madre, dada su cultura ahorrativa.
Lo peor fue que en verano de 1974 ingresó la película a los cines limeños y ¡oh, sorpresa!, al cine Mirones lo habían ‘ascendido’ a categoría de estreno, después de tres meses de estar en cines de barrios residenciales y del Centro de Lima. ‘El Exorcista’ llegó al cine de mi barrio con la censura de ‘mayores de 18 años con documento probatorio’. Los ‘lagartazos’ menores de edad sobornábamos al ‘tío’ boletero de la platea baja con una bolsa llena de soles gigantes y una revista ‘Playboy’ e ingresamos en la segundilla, cuando se apagaban las luces.
Allí, en absoluta inmovilidad y hundido en mi asiento, vi la escalofriante película del gran William Friedkin, con el guion del mismísimo William Peter Blatty. Vi cómo Megan, la tierna hija de una gran actriz Chris McNeil (Ellen Burstyn), va transformándose físicamente en un ser monstruoso, al estar poseída por el demonio, a quien invoca involuntariamente al jugar la tabla de la ‘Ouija’. A la madre, después de gastar un platal en exámenes y tratamientos, derrotada, solo le queda buscar ayuda en la Iglesia. Cuando salí del cine no me daban ganas de comer, pues recordaba cómo el diablo, encarnado en esa pequeña que se había convertido en un monstruo, le lanzó un vómito verde al padre Merrin. Por primera vez leí y vi una lucha entre el bien y el mal. Mis años infantiles en un colegio de curas me hicieron sentir muy adentro esa película. ¡¡¡¡¡Merrinnnnnn!!!!! Apago el televisor.