Este Búho recibe correos de jóvenes que me piden que siga escribiendo sobre las desgracias que antes cayeron sobre el país, como actualmente lo hace el nefasto coronavirus, y que nos tocó vivir en nuestra niñez y juventud. Les escribía que los ‘millennials’ y ‘centennials’ no han vivido épocas tan duras en las que tener un simple teléfono fijo era un lujo. No existían los celulares, la computadora, menos la internet. Y para movilizarte tenías que tomar microbuses repletos de mañosos y rateros, porque no había Metropolitano ni Tren Eléctrico. Pero lo traumático fue la aparición de Sendero Luminoso en 1980. Ese grupo terrorista tuvo el efecto de tres epidemias de coronavirus. El Perú tampoco fue el mismo después de quince años, cuando capituló su cobarde líder apresado, Abimael Guzmán.
EL PARTIDO TIENE MIL OJOS Y MIL OÍDOS: Sendero era tan traicionero como el coronavirus. Sus víctimas no lo veían venir y era letal. Realizaba asesinatos selectivos. A la líder de las mujeres de Villa El Salvador, María Elena Moyano, la mataron cuando asistía a una pollada en su distrito. La ejecutaron delante de sus hijos y dinamitaron su cuerpo. A Pascuala Rosado, dirigente máxima en Huaycán, la asesinaron en el paradero, cuando se dirigía a su local vecinal. Los terroristas se parecían a la actual pandemia, porque no tenían cura. Los que eran capturados se volvían más fanáticos en las prisiones, que eran verdaderos e impunes campos de entrenamiento para senderistas. Tenían armamento y escuelas de ‘adoctrinamiento’. Desde allí planificaban atentados dinamiteros con ‘coches bomba’. Uno de ellos explotó en la calle Tarata, en Miraflores, matando en segundos a 25 personas, hiriendo a 200 y causando la destrucción de tres edificios. Los estudiantes no podíamos caminar tranquilos por las calles, menos pasar por un edificio público o un banco por temor a los ‘coches bomba’ y a los apagones. ¿Era el terrorismo de Sendero y del MRTA peor que la actual pandemia? Sus consecuencias son muy parecidas: mató gente, alejó las inversiones foráneas, a los capitales nacionales, ahuyentó a los turistas y, con sus numerosos atentados, salir a la calle resultaba tan peligroso como hoy. Pero el Perú logró reponerse de ese flagelo, como lo hará con el coronavirus.
EL MALDITO ‘CORRUPVIRUS’: En estos momentos de la ‘cuarta fase’ del flagelo, se teme que el fin de semana las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) ya no dispongan de más respiradores mecánicos para los enfermos muy graves. Esto significaría una sentencia de muerte para decenas o centenares de pacientes y ahí sí se echaría a andar el tristemente célebre Comando Humanitario de levantamiento de cadáveres. Esta terrible emergencia desnudó nuestra triste y traumática realidad. Nuestro sistema de salud es un desastre y ni el Ministerio de Salud ni EsSalud se salvan. Carecemos de todo y de esto no es culpable el actual gobierno. Esta calamidad se arrastra desde hace lustros, porque en todos los regímenes democráticos desde 1985 (no se incluye a Belaunde porque tuvo el lastre de Sendero Luminoso y un Fenómeno de El Niño calamitoso, el del 1982-83) ha campeado la corrupción. Pero desde el primer gobierno de Alan García (1985-90), gravísimas acusaciones de corrupción lo envolvieron y lo llevaron a exiliarse para evadir la justicia. Si un cinco por ciento del dinero de ese desastroso gobierno se hubiera invertido en el sector salud, no estaríamos en la dramática situación de ahora. En 1990, Alberto Fujimori ordenó la economía y con las ventas de las empresas públicas se hubiera podido fortalecer con creces el sistema educativo y el de salud, pero la mafia encabezada por el ‘Doc’ Vladimiro Montesinos y su ‘siamés’ el ‘Chino’ se apodero de 6 mil millones de dólares del Estado, según la fiscalía. ¿Se imaginan cuántos hospitales completamente equipados se hubieran construido? Y ni qué decir de los gobiernos posteriores de Alejandro Toledo, otra vez Alan y Ollanta Humala. Todos acusados de recibir millones de la corrupción. ¿Cuántos respiradores mecánicos se hubieran comprado, o implementado hospitales huérfanos como el de Huari, o reconstruido el viejo nosocomio de Vitarte, que se cae a pedazos? La lista es larga. Por culpa del ‘corrupvirus’ no podemos enfrentar a la pandemia como lo hace Chile, por ejemplo. Ojalá que estas experiencias nos enseñen que un país nunca podrá avanzar ni lograr el desarrollo si no se dota a su pueblo de educación y salud dignas. Apago el televisor.