Este Búho, como saben mis lectores, terminó secundaria en el emblemático colegio Hipólito Unanue, donde estudiaron personajes famosos como el gran criollo Arturo ‘Zambo’ Cavero, el crack Percy ‘Trucha’ Rojas, el actor Carlos ‘Machín’ Alcántara o el rockero Daniel F. Justamente hoy cumple 72 años de fundación y mi promoción José María Arguedas celebrará esta noche nuestro 45 aniversario de egresados con un espectacular reencuentro en un chifa sanisidrino.
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Me encontraré con mis grandes amigos con los que compartí un alucinante viaje de promoción. Fue cuando los profesores nos informaron que nuestro viaje iba a ser a Paracas, pero con una parada de dos días en un lugar llamado Lunahuaná. Todos dijimos: ‘¿Qué es eso? ¿Luna qué?’. Creo que ni aparecía en el mapa.
¿Quién iba a pensar que hoy sería una atracción turística de primer orden en el sur chico de Lima? El mejor. Allí voy con mi hija adolescente y mi hijito a hacer canotaje, manejar cuatrimotos, montar a caballo o realizar el adrenalínico canopy, alojándome en hoteles con piscina y embarcadero de río, uno cristalino donde hay camarones y truchas y donde puedes degustar los más deliciosos platillos como la sopa seca o el ‘chupe de camarones, los más variados licores, vinos, piscos de chacra, así como las mejores paltas y frutas, como el níspero.
Pero en ese entonces llegamos a un olvidado pueblito de Lunahuaná, a finales de los setenta, los palomillosos muchachos de la promoción del 5° A. No había carretera desde San Vicente, sino una trocha carrozable, polvorienta, y nos recibieron con bandas de música. El alcalde condecoró a los profesores Velásquez, ‘Fanfarrón’, de Historia, y Zacarías -el bueno- de Geografía. Había un colegio nacional mixto que tenía una cancha de fútbol más polvorienta que el Telmo Carbajo del Callao. “Allí jugarán contra la selección de Lunahuaná. Ya apostamos con Zacarías contra los profesores del colegio. Si pierden me los jalo y les caerá la maldición china”, nos amenazó ‘Fanfarrón’.
Pero mis amigos estaban confiados. El ‘Chato’ Alberto Ramírez -hoy reputado psicólogo- era un goleador temible, Lucho Rivadeneyra impasable en la defensa junto al gigantón Mario ‘Maya’ Campos, quien decía ‘o pasa la pelota o el jugador, nunca los dos juntos’. En la volante el Chino Miyahira tenía tres pulmones.
Debíamos ganar hasta cojos, pero sucedió algo imprevisto. El ‘Loquito’ Jesús Mesía y Patiño llegaron extasiados del mercado. “Hemos descubierto un elixir maravilloso, se llama ‘cachina’. ¡Está baratísima!”, dijeron. Esa tarde hicimos una gran chancha y sendas damajuanas fueron almacenadas en la carpa del más pendenciero del aula: Rivadeneyra y su lugarteniente, el enigmático ‘Chino’ Villanueva. En la noche, cometimos un gravísimo error, al mismo estilo de Jean Deza o el desaparecido ‘Kukín’ Flores.
Nos escapamos con las chicas candidatas al reinado de belleza del colegio a un tono con luces en una chacra vecina, donde corrió cachina por torrentes como si fuera el río Cañete. Después de dejar bien en alto el nombre del colegio con las alumnas, llegamos a nuestra carpa y Mesía ya había destapado diez damajuanas. No sabíamos lo endemoniadamente trepador que era ese trago, que pasaba tan dulcesito. Nos volvió locos a todos. Solo el chancón del grupo, el trágicamente desaparecido, reputado y recordado médico anestesiólogo, el ‘Gordito’ Miguel Angel Pariona, no tomó, porque estaba ojeando sus revistas de Playboy.
Pero él contó todos los desmanes cometidos, incluida una emboscada a la carpa de los profesores, que dormían como bebitos. Nadie reveló quién sacó las estacas de su carpa, ni quién lanzó las damajuanas vacías. En la mañana, nuestros once ‘resaqueados’ daban pena en el campo, pero los locales solo ganaban uno a cero. Para nuestra suerte, el réferi era el profesor ‘Fanfarrón’, que parecía un árbitro comprado por la mafia del expresidente FIFA Joseph Blatter. No cobraba nada a los locales. Iban uno a cero y ya se jugaban noventa y cinco minutos y no terminaba el partido. Los pobladores, alumnos y docentes de la zona le recordaban a su madrecita: ‘¡Pita, ‘Fanfarron’ conch...!’.
Nunca un partido había durado cien minutos y hubiera durado más, de no ser porque el ‘Chato’ Ramírez fusiló al arquero desde fuera del área y con ese gol de empate el visitante se llevaba la copa. Hasta ‘Fanfarrón’ gritó el gol y dio por finalizado el partido. Nos fuimos de la cancha al bus a Paracas. Pero antes el profesor cobró su plata de la apuestita. En el ómnibus gritó: “Ahora a Lima, olvídense de Paracas. ¡Díganme quién compró la cachina y quién lanzó la damajuana en mi cabeza!”. Algunos lloraban hipócritamente mientras regresábamos a Lima.
“Ponciano -le gritó el profesor al chofer- detente, regresa al sur. Por esta vez los perdono, pero si veo eso que se llama cachina en alguna mochila, les caerá la maldición china, les saco el alma y nos regresamos a Lima. ¡Voy a cerrar los ojos!”, amenazó. Ni bien los cerró, cinco damajuanas del infame brebaje salieron volando por las ventanas. Enrumbamos felices a Paracas, aunque esa es ya otra historia, que seguramente recordaremos hoy en la noche en el chifa. Apago el televisor.