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El terror de Sendero Luminoso (II)

El Búho recuerda la época del terror que vivió el Perú en la década de los ochenta.

Este Búho recibe correos de sus jóvenes lectores. ‘Búho, tienes razón, muchos de nosotros no habíamos nacido y otros éramos muy niños, por eso no recordamos cómo vivían los peruanos en la época del terrorismo de. Continúa escribiendo sobre esa terrible época que padeció el país’. La verdad, estoy indignado porque el senderismo ha reaparecido para infiltrarse en las marchas de protesta y engañan a jóvenes incautos que no conocen su siniestro pasado. Como me debo a mis lectores, ingreso al túnel del tiempo: 1980.

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Este columnista chibolo estuvo en el comedor de San Marcos, la llamada ‘Muerte lenta’, al costado de la morgue, en el jirón Cangallo, en febrero de ese año, cuando una turba de cincuenta senderistas improvisó un mitin y allí anunciaron que para mayo daban ‘inicio a su lucha armada’. Efectivamente, desde esa fecha desataron un baño de sangre. Eran muy salvajes en las comunidades ayacuchanas que se oponían a su prédica violenta. En Lucanamarca, en 1983, Sendero ejecutó una terrible venganza.

La comunidad había acordado oponerse a la toma de animales y granos cometidos por las columnas que transitaban por la zona. Una tarde llegaron provistos de hachas, machetes y picos. Reunieron a los pobladores y procedieron a asesinarlos por grupos. ‘Con ustedes no gastaremos balas’, dijeron, y los ultimaron con esas filudas armas. Dieciocho niños también fueron asesinados. Se declaraban marxistas, leninistas, maoístas, pensamiento Gonzalo y buscaban instaurar la República Popular del Perú. ‘Salvo el poder, todo es ilusión, asaltar los cielos con la fuerza del fusil’, cantaban.

En 1990, ya en mi trabajo como periodista, vi huir a una columna senderista al caer la tarde en la ciudad de Palpa, Ica, la que habían tomado horas antes, desatando el terror. Una llamada que interceptamos de los policías del pueblo, antes de que huyeran para salvar sus vidas, nos hizo llegar justo cuando los ‘terrucos’ se retiraban en dos camiones. Vimos los cuerpos del alcalde y el gobernador, todavía vivos, desangrándose y a los minutos dejaron de existir.

El municipio y comisaría dinamitados

Lo increíble fue lo que el aterrorizado dueño de la tienda bazar nos reveló: ‘Llegaron y lo primero que cargaron al camión fueron las cajas de cerveza, comestibles; las mujeres, vestidos, calzones, medias de nylon, cosméticos; y los jovencitos, chocolates y caramelos’. El peor de los atentados en la capital se ejecutó en calle Tarata, en Miraflores, el 16 de julio de 1992, cuando un coche-bomba con 400 kilos de anfo y dinamita destruyó varios edificios, matando a 25 personas, resultando heridas 155, muchas de ellas por pérdidas de extremidades o ceguera, además de afectar a 360 viviendas.

Son solo algunos de los demenciales actos de los terroristas de Sendero Luminoso, quienes nunca se arrepintieron de sus actos y sus crímenes y, al salir de prisión, siguen más rabiosos y maoístas que nunca. Hoy se infiltran en las protestas y pretenden envenenar la mentalidad de nuestros jóvenes. Sendero está vivo y quienes no los denuncian y tildan de ‘terruqueadores’ a quienes los desenmascaran, simplemente son ‘tontos útiles’ de la subversión. Apago el televisor.

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