
Este Búho abre sus ojazos y ve una evidente jugada política en la burda y grosera acusación del presidente colombiano Gustavo Petro, de que Perú ha ‘copado’ parte de su territorio. Para tratar de mejorar su baja popularidad y guiado por su odio a Dina Boluarte, de manera irresponsable lanza por redes sociales el infundio de que nuestro país se apropió de las islas ubicadas en la parte del río Amazonas que corresponde a Loreto desde hace más de un siglo.
No le importa crear odios y confrontación entre dos pueblos hermanos. Qué otra cosa se puede esperar de un tipo que fue guerrillero izquierdista y que lleva en su entraña la violencia y el odio. Pero esta bochornosa actuación de Petro debe ponernos a reflexionar sobre la penosa situación de abandono en que tenemos a nuestras fronteras.
La isla peruana donde está Santa Rosa se ubica en la triple frontera con Colombia y Brasil, y está olvidada por el Estado. Su nivel de pobreza y atraso contrasta frente a la vecina ciudad colombiana de Leticia y la brasileña Tabatinga, a cuyos colegios niños peruanos van a estudiar porque no hay una escuela adecuada en Santa Rosa. ¡Es una vergüenza!
Tampoco hay un buen hospital, ni vías de comunicación óptimas. Y, sin embargo, todos los habitantes de Santa Rosa se indignan y rebelan ante las pretensiones de Petro. Es conmovedor cómo defienden con orgullo su pertenencia al Perú pese al desprecio que reciben del Estado. Lo mismo pasa en todas nuestras fronteras. Hay que cambiar ya esta situación.
EL PRONTUARIO DE PETRO
Pero los peruanos no conocen mucho del prontuario de Petro, que tiene un pasado como cabecilla del sanguinario grupo guerrillero M-19. Ese siniestro grupo radical, inspirado en la guerrilla cubana de Fidel Castro, que se formó el 19 de abril de 1970, con el liderazgo del carismático Jaime Bateman Cayón, tenía aparentes fundamentos ideológicos progresistas, pero terminó convirtiendo a su grupo en una máquina de matar y secuestrar.
Con el tiempo se revelaron sus crecientes vínculos con el narcotráfico, específicamente del cártel de Medellín, a órdenes de Pablo ‘El Patrón’ Escobar. Este influyó de gran manera en su estructura jerárquica, después que los guerrilleros secuestraran en 1981 a Nieves Ochoa, hermana de los hermanos Ochoa, miembros del cártel de Medellín. Escobar organizó un grupo paramilitar, ‘Muerte a los Secuestradores’, que asesinó y secuestró a varios dirigentes del grupo de Petro hasta que estos liberaron a la muchacha.
Jhon Jairo Velásquez, ‘Popeye’, sicario de Escobar, declaró a la ‘Comisión de la verdad’ que los guerrilleros y el narcotráfico hicieron un pacto. El M-19 quería una acción que les diera publicidad, como los secuestros de aviones y embajadas. Pablo les dio la idea: ‘Tomen el Palacio de Justicia y de paso quemen los expedientes judiciales’. Según ‘Popeye’, ‘el capo financió con dos millones de dólares la toma’. En noviembre de 1985, un comando subversivo ingresó a sangre y fuego al Palacio y tomaron más de 350 rehenes.
Después de 28 horas, el Ejército recuperó el edificio, pero el saldo fue devastador: 101 muertos -once magistrados, abogados, visitantes, empleados, policías, guardias de seguridad y humildes colombianos-, así como la destrucción de todos los expedientes, investigaciones y archivos que evidenciaban los vínculos y acciones narcoterroristas del M-19 con el cártel de Medellín. Fue una violenta reacción de este grupo contra el débil gobierno democrático de Belisario Betancur.
Gustavo Petro era el ‘comandante Aureliano’ en los días del sangriento episodio. Aunque la prensa colombiana, a raíz de su llegada a la presidencia, ha investigado el paso del mandatario como guerrillero y descubrió que era conocido como el ‘comandante Cacas’. El origen del apodo se remonta a los años ochenta, en que mantenían secuestrados a empresarios y políticos por los que exigían millonarios rescates. Esas prisiones eran miserables agujeros de dos metros bajo tierra y tenían una abertura por donde les pasaban agua y un mendrugo de pan a los cautivos. Según testigos, antiguos guerrilleros, el ‘comandante Aureliano’, o sea Petro, se bajaba los pantalones y defecaba en el hueco como si fuera una letrina, para embarrar con su excremento a los infortunados secuestrados. Resulta increíble que los hermanos colombianos hayan elegido a este tipo como presidente. Aunque no debe sorprendernos mucho porque acá votamos por Pedro Castillo. Apago el televisor.








