Este Búho habrá nacido de noche, pero no anoche. Escuché el mensaje en Chota del ganador de la primera vuelta, el comunista Pedro Castillo, del partido Perú Libre. Anunció algunos puntos de su programa de gobierno. Francamente, sus palabras no me sorprendieron en lo más mínimo. “Vamos a convocar a una Asamblea Constituyente”, dijo, como si fuera un bálsamo divino que va a resolver los profundos problemas estructurales del país.
Paralelamente, en Lima, uno de sus posibles congresistas, Julián Palacín, declaraba en televisión: “El referéndum sobre la nueva Constituyente se puede dar el mismo día de las elecciones municipales”. Castillo lo tiene todo calculado, si gana la segunda vuelta, con fecha incluida. Automáticamente me acordé del fallecido dictador Hugo Chávez, cuando ganó por primera vez en 1999 e hizo lo mismo que ahora propone Castillo. Formó el grupo Poder Constituyente, presionó y logró que se convocara un referéndum, que lógicamente ganó por amplia mayoría. Allí dijo una de sus grandes mentiras: “Juro delante de Dios, de la patria y de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución haré cumplir e impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que el país tenga una Carta Magna adecuada a los tiempos”.
Increíblemente, convocó a elecciones adelantadas en el 2000, ‘para legitimizar los poderes’, pero los organismos internacionales no pudieron verificar los resultados. Luego, ganó en el 2001 con todos sus tentáculos dentro del Estado. Cuando ya tenía el poder político, decidió copar las cúpulas sindicales, pero esto lo hizo a través de un inédito ‘referéndum sindical’. La abrumadora ‘masa’ chavista, los llamados ‘Comités Bolivarianos’, hacían campaña casa por casa, regalando comida, licor, artefactos, para que votaran por los candidatos del gobierno. Así se aseguró el control de los sindicatos.
A punta de decretos, el comandante siguió aferrándose al poder. En el 2005 batió un récord: en las elecciones parlamentarias todos los congresistas fueron chavistas. Repito, los anuncios de Castillo no me suenan desconocidos. Chávez fue el maestro nacionalizando empresas, expropiando tierras, les quitó concesiones a canales de televisión privados que se le oponían. Sus esbirros atacaban a los valientes diarios opositores.
En los últimos años de su larga dictadura, Venezuela era una sociedad camino a la descomposición, producto del más burdo clientelaje político, en un momento en que el precio del petróleo subió, debido a la crisis en Medio Oriente. Después de la derrota de ‘Satán’ Hussein, los precios bajaron y se fue al diablo la economía ficticia que inauguró Chávez, quien se daba el lujo de regalar plata y petróleo no solo a Cuba, sino también a Bolivia y a sus agentes ‘bolivarianos’ de varios países latinoamericanos.
Maduro, sin la astucia, la plata ni el carisma de Chávez, llevó al país al descalabro. Pero tiene herederos en Latinoamérica que lo colocan como paradigma. Ellos ni se inmutaron cuando se desnudó la descomunal corrupción y la fortuna que acumuló el comandante bolivariano. Hugo, sabiendo que estaba enfermo, decidió dejar asegurada a su engreída hija María Gabriela Chávez, quien se desempeñó como su primera dama hasta su muerte. Y luego fue nombrada por Nicolás Maduro como ‘embajadora permanente’ ante las Naciones Unidas, a pesar de que no tenía ningún estudio. La ‘heroína’, como la llamaba papá, según la revista Forbes, ¡es la mujer más rica de Venezuela, con una fortuna de 4 mil 197 millones de dólares! Pese a la descomunal corrupción chavista, hay políticos que ahora planean y hasta están fotocopiando las desastrosas recetas del comandante.
Apago el televisor.