El Búho habla de sus viajes a lo largo de su carrera periodística
El Búho habla de sus viajes a lo largo de su carrera periodística

Este Búho se siente un privilegiado por ejercer el oficio de periodista. No se gana mucho dinero, pero uno es afortunado por las miles de vivencias. Lo mejor son los viajes, de los cuales quedan recuerdos imborrables. Me identifico plenamente con la música del gran cantante Litto Nebbia –el vocalista de Los Gatos–, que inmortalizara ‘Viento, dile a la lluvia que quiero volar y volaarrrr’.

‘Dicen que viajando se fortalece el corazón, pues andar nuevos caminos te hace olvidar el anterior. Ojalá que esto pronto suceda, así podrá descansar mi pena, hasta la próxima vez’. Tuve la suerte de trabajar como periodista deportivo hace más de dos décadas. Como siempre en el Perú, había una hinchada ávida de triunfos, tanto en la Libertadores como en las Eliminatorias.

Mi primer viaje al extranjero fue a la bucólica ciudad de Santa Cruz, Bolivia. Los ‘boliches’ habían clasificado por primera vez a un Mundial y se iban a despedir, aquel julio de 1994, jugando con Perú en el estadio Tahuichi Aguilera. Nos querían golear. En esa selección del ‘profe’ Miguel Company recién asomaba Nolberto Solano y los líderes eran el ‘Chorri’ y el ‘Carón’ Miranda. Creo que fui el único periodista de prensa escrita en llegar, pero allí me encontré con el entrañable ‘Rulito’ Pinasco y mi hermano Gustavo ‘Flaco’ Barnechea. Andábamos para arriba y abajo los tres, solo hasta la noche, cuando ‘Rulito’ se retiraba discretamente.

‘Va a llamar a su esposa Sonia’. De modo que con el ‘Flaco’, su productor y el fotógrafo, el ‘samurái’ Walter Hupiú, descubrimos la maravillosa noche cruceña. Sin lugar a dudas, las cruceñas están entre las mujeres más bellas de Sudamérica. Hay dos países distintos en Bolivia. Santa Cruz y La Paz. Los cruceños se dicen ‘cambas’ y llaman ‘collas’ a los de La Paz. Allí se vive un conflicto que no se extinguió con la Independencia, para desgracia del país hermano. En Santa Cruz dejé un amor y promesas que, después de años de profesión, supe que nunca se cumplirán, porque los periodistas somos como los piratas, un amor en cada puerto.

CARTAGENA

Cuando me preguntan, ¿qué otro lugar me recomiendas para visitar en Sudamérica? No lo dudo un instante. Cartagena de Indias, en Colombia. Una bella ciudad con rica historia. En el tiempo de la Colonia, ese puerto sirvió para recibir a los barcos de los siniestros y despiadados navegantes portugueses que irrumpían en las costas de África para capturar a sus habitantes negros, colocarles grilletes y venderlos como esclavos en Cartagena.

Este columnista recorrió el hermoso centro histórico de Cartagena y sus murallas. Esa noche bebí un aguardiente típico colombiano, en un restaurante al aire libre, frente a un parque que ¡¡tenía estatuas de Botero!!, el célebre artista colombiano. Luego nos fuimos con el director de un diario popular de El Salvador a un local donde ponían pura salsa dura. En eso, ‘computé’ a las afueras del bar a una muchacha que parecía haber salido de un cuento de hadas. Me acerqué con el pretexto de preguntarle dónde se podía comer rico.

La chica me dijo: ‘Mire, caballero, qué es lo que usted está viendo ahorita, ¿qué más rico que esto?’. Y pasó sus manos por todo su cuerpo. Resultó que mi ‘Shakira’, así le puse, era de Valledupar, según los entendidos, el lugar del Caribe colombiano donde están las más hermosas mujeres del país. De ese lugar siempre habla Gabo, tanto en ‘El amor en los tiempos del cólera’ y en ‘Del amor y otros demonios’. Lo alucinante es que la preciosura no solo era bella, sino escribía poesía y cantaba vallenatos. ‘Pero los verdaderos, no los de Carlos Vives’, me dijo muy seriecita.

Fue una noche inolvidable, como que un inmenso murciélago se metiera a la habitación del hotel cinco estrellas frente al mar donde estaba alojado. Lo peor es que, a la mañana siguiente, me dio su celular y su correo… ¡¡y lo perdí!! Apago el televisor.

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