Este Búho ya no se asombra del poder que han adquirido las redes sociales. Hay un antes y un después desde que nació la computadora y con ella, unos añitos más tarde, la Internet, Google, Yahoo, YouTube, Twitter, WhatsApp y sus otros derivados hasta el TikTok. Este columnista se considera un privilegiado, pues integró ese selecto grupo de comunicadores que ingresaron a los medios cuando las noticias las escribíamos en las viejas máquinas de escribir Remington y dimos el paso histórico a la era de la informática.
Usábamos también carillas de papel y papel carbón. Las notas originales se las entregábamos al jefe de informaciones o a los editores y la copia te la quedabas tú. Cuando ingresé al periodismo en 1986, ni imaginaba que iban a llegar las computadoras. Tiempo después ya se escuchaban voces que anunciaban que en Estados Unidos los principales diarios se habían computarizado.
Los periodistas antiguos se reían. ‘Acá llegarán después de veinte años. Estamos bien con las máquinas de escribir’. Pero dos años después, fueron los primeros sorprendidos cuando aparecieron las inmensas computadoras en la redacción. Los directores pusieron ‘escuelitas’ para aprender a usarlas.
Algunos ‘tíos’ se resistieron al cambio y los propietarios los dejaban que escriban en las viejas máquinas, y les ponían digitadoras para que pasen sus carillas a la ‘compu’, mientras los jóvenes aprendíamos el funcionamiento del nuevo aparato. Al final, los veteranos que se resistieron al cambio tuvieron que dar un paso al costado.
Este Búho también tuvo que adaptarse a los nuevos tiempos. No solo debías escribir y mandar tus notas. Con la llegada de los smartphones también podías trabajar y publicar ‘en tiempo real’ en la web del diario e incluso mandar las fotos.
Tuvimos también que adaptarnos y valorar lo importante para nuestra chamba del Twitter, el WhatsApp. Pero toda revolución trae también algunas ‘lacras’. Como la proliferación de las ‘fake news’ (noticias falsas). Al principio se tomaba como humor negro, pero luego se transformó en una industria siniestra, utilizada para oscuros fines políticos, empresariales y hasta religiosos.
Cómo no recordar que la ultraderecha religiosa inundó de ‘fake news’ la Internet con un escenario de película sórdida donde colocaban al papa Francisco como villano de Hollywood. ¿Qué decía la ‘información’? Que el pontífice había sido detenido por ochenta cargos de posesión de pornografía infantil, trata de personas, posesión de drogas, abusos y fraude. Y que lo detuvieron en medio de un apagón en el Vaticano.
Todo era falso, pero en el mundo se llegó a comentar la información y los culpables solo reproducían las diabólicas frases del ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels: ‘Miente, miente, que algo queda’. Pero los más peligrosos están en el ámbito político. Prácticamente Donald Trump le ganó a Hillary Clinton con una avalancha de ‘fake news’.
Y no se sorprendan que en estas elecciones en el Perú veamos algunos videos ‘truchos’ en las redes de candidatos hablando de ‘amnistiar a Abimael Guzmán’ o diciendo ‘un tronchito no hace daño’. Habría que preguntarse quién financia estas siniestradas. En estas épocas de pandemia los ‘troles’ están más activos que nunca. El Twitter, por ejemplo, es una guerra permanente, pero se equivocan los candidatos que creen que por tener más ‘likes’ ya ganaron la elección. También están aquellos que hacen payasadas en TikTok, cuando la gente desea conocer propuestas. Al margen de ello, los peruanos siguen informándose en medios tradicionales. Ya lo saben. Apago el televisor.