Este Búho lee en las redes sociales que el maestro Martin Scorsese se reunió hace poco con el actor Robert De Niro en el Festival de Cine de Tribeca por los cincuenta años de ‘Mean streets’ (1973), la primera de las diez películas donde trabajaron juntos. Debo confesar que soy admirador de la obra del cineasta neoyorquino y de uno de sus actores ‘fetiches’, De Niro.
Casualidades de la vida, ambos son contemporáneos y vivían a pocas cuadras de distancia en Nueva York. Como buen amante del séptimo arte, no puedo evitar hacerle un pequeño homenaje a este tremendo director, hijo de italianos, nacido en Queens.
La primera vez que vi una película de Scorsese fue en el cine Mirones. Esa tarde, me escapé del colegio Hipólito Unanue e ingresé a la cazuela dándole una propina y unos cigarrillos al ‘tío’ que cuidaba la entrada. Salía barato porque tenía 12 años y ‘Taxi driver’ solo era apta para ‘mayores de 21 años con documento probatorio’.
En verdad, esa primera versión de esta obra de culto de Marty me rayó. Un taxista (Robert De Niro) trastornado regresa traumado de Vietnam y se ve rechazado en Nueva York, una sociedad muy violenta y corrupta. Solitario y sin cultura, se vuelve adicto a la pornografía y vive de su taxi nocturno. Solo así podrá vincularse tangencialmente a la política, tras enamorarse de Betsy (Cybill Shepherd), una bella pasajera que trabaja para la campaña de un candidato presidencial.
Es rechazado y encima descubre que el candidato es corrupto y lo quiere asesinar. También conoce a una prostituta callejera ¡¡de 13 años!!, que es sometida por su caficho, Harvey Keitel. Como en la guerra, Travis Bickle se convierte en héroe asesinando a los ‘malos’, con un corte a lo mohicano que, años después, adoptarían los punks. En realidad, ‘Taxi driver’ se adelantó a la época.
Quien intentó asesinar a Ronald Reagan confesó que se inspiró en esta película. Incomprendida en Estados Unidos (perdió el Óscar ante ‘Rocky’, de Stallone), fue aclamada en Cannes y hoy es película de culto. Este filme catapultó a Scorsese a todo lo alto de Hollywood.
Anteriormente fue editor del gran documental ‘Woodstock’, el filme sobre el célebre festival de rock ‘Tres días de paz, música y amor’. Cuando filmó ‘New York, New York’ con la gran Liza Minnelli, surgió un romance con ella, aunque ambos eran casados. Pero demostrando su temperamento italiano, en el avant premiere de la película, Liza ingresaba por la alfombra roja de la mano de su esposo, el productor Jack Haley Jr., cuando Marty la jaló del brazo y le gritó ante las cámaras: ‘¡Eres una p...!
¡Creías que no me iba a enterar de que te estás acostando con ese bailarín maricón de Mijaíl Baryshnikov!’. Imagínense la cara del esposo de la inquieta Liza. Como buen hijo de italianos, filmó memorables cintas que tenían que ver con italoamericanos: una obra maestra en blanco y negro es ‘Toro salvaje’, inspirada en la vida del campeón Jake La Motta, encarnado por su amigo Robert De Niro.
También ‘Buenos muchachos’, la otra cara de la mafia en los años setenta y ochenta, con Ray Liotta y Joe Pesci, o ‘Casino’, sobre la mafia del juego en Las Vegas. Esta cinta tiene una escena brutal, cuando golpean a Frankie (Pesci) y a su hermano con bates de acero para jugar béisbol y los entierran vivos. La violencia, traición y ambición conviven en esta trilogía, donde hasta su mamá tiene un papel como la engreidora del psicópata Pesci en el filme ‘Buenos muchachos’.
A mis lectores les recuerdo que siempre hay que volver a las películas clásicas. No se arrepentirán, pues son joyas del cine. Apago el televisor.
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