Este Búho cree en la pena de muerte para asesinos y violadores de niños, así me llamen ‘políticamente incorrecto’. Estoy convencido de que la sociedad debe castigar con la pena capital a malditos que no tienen piedad con pequeñas criaturas indefensas. Muchos ‘dignos’ se ofenden con este tema, pero Estados Unidos la sigue aplicando.

Precisamente leo que el Estado de Indiana acaba de ejecutar a un hombre que asesinó a su hermano y a otras tres personas. Joseph Corcoran recibió la inyección letal y fue declarado muerto cuarenta minutos después. La sentencia fue impuesta en 1997 por los cuatro homicidios y el acusado recibió una dosis letal de pentobarbital. ‘Terminemos con esto’, fueron sus últimas palabras. Los abogados del ejecutado trataron de detener la ejecución alegando que Corcoran sufría una esquizofrenia paranoica, pero la Corte Suprema no dio marcha atrás. Sobre este tema he visto algunas películas.

- MIENTRAS ESTÉS CONMIGO (Tim Robbins, 1995). Tremendo peliculón, sobre todo por dos actuaciones magistrales: Susan Sarandon, como la monja católica Helen Prejean, voluntaria que solo se dedica a atender espiritualmente a los condenados hasta que se enfrentan a la inyección letal, y su relación con Sean Penn, que es el cruel y despiadado criminal Matthew Poncelet, condenado a la pena capital por haber asesinado cobardemente a una pareja de adolescentes inocentes.

Lo novedoso del filme es que el argumento se alejó del muy resabido drama donde ‘se va a condenar a muerte a un inocente’. No, la monjita es consciente de que el reo al que cuida y consuela, como si fuera su propio hijo, es un ser despiadado y es culpable de la muerte de aquellos jovencitos. Tampoco está allí para decirle que se redima y que ‘entregue su alma a Dios’.

Ella lo repite, ‘no estoy para aleccionarlos o instigarlos a los sentimientos de culpa’. ‘Mi trabajo con los presos que están en el corredor de la muerte es acompañarlos, no aconsejarlos ni convencerlos de que preparen su alma. No, es solo acompañarlos, como una hermana, como una amiga’, escribió en el libro que inspiró a la película. Fue una actuación tan extraordinaria que Susan Sarandon obtuvo un merecidísimo Oscar a mejor actriz por colocarse en la piel de la monjita. Ella está allí por compasión, pero poco a poco se va sintiendo más compenetrada con un hombre que, según ella, ‘está muriendo mil veces antes de enfrentarse a la ejecución, cada día para él es una tortura’.

Para ella, la pena capital no es un acto de justicia sino de venganza. Pero su protegido mató sin ningún tipo de motivo y por eso el jurado no dudó un instante en sentenciarlo a morir por inyección letal. Sean Penn ha tenido papeles memorables, pero en esta producción, como el condenado Matthew Poncelet, está extraordinario. Logra transmitir la rabia, el odio y el rencor del joven blanco pobre, un ‘white trash’ (basura blanca) que proviene de un hogar destruido por la muerte prematura del padre. Ni por estar bajo los efectos del alcohol y las drogas se justifica su total falta de piedad para convertirse en una máquina de matar. Es un monstruo al que la monja tratará de humanizar en el tiempo que le queda en el corredor de la muerte. Un filme para reflexionar.

- CRIMEN VERDADERO (Clint Eastwood, 1999). El maestro despidió su fructífera década de los noventas con una película poco valorada en su filmografía. Steve Everett es un periodista veterano que tuvo su tiempo de gloria, que arruinó debido a su alcoholismo y por andar detrás de todo lo que tuviera faldas, incluso las que pertenecían a sus jefes. Relegado en el diario por ‘partidor’, se consuela con una bella y joven coleguita que lo invita a un bar mientras le cuenta que está trabajando en el caso de un afroamericano condenado a muerte que, según ella, sería inocente.

Más interesado en la joven que en su historia, Steve se va de avance y la chica decide irse a dormir manejando su auto. Craso error. Muere en un choque y Everett se queda con terribles sentimientos de culpa y decide, como homenaje, seguir con la investigación de la infortunada. Comprueba que su olfato periodístico está intacto, pero su mala fama lo condena.

Entrevista al reo al que le quedan pocas horas. Inicia una investigación y descubre garrafales errores en el caso. Tiene que luchar contra el reloj, contra el odio, desprecio y algo de envidia de sus colegas, acompañado por los de abajo, la familia del condenado, afroamericanos por quienes el gobernador nunca iba a detener una ejecución a solo minutos de cumplirse. El filme preferido de los opositores a la pena capital. Apago el televisor.

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