Este Búho tiene muchas manías. Una de ellas es volver a los libros, películas y series que han quedado grabadas en su corazón. Hace unos días encontré nuevamente en streaming el excelente documental ‘Eielson Des-nudo’ (estrenado en 2014), dirigido nada menos que por la actriz Patricia Pereyra, la recordada ‘Carmín’, la telenovela que rompió el rating en aquel lejano 1985.
Siempre me pareció enigmática la figura de Jorge Eielson (Lima, 1924-Milán, 2006), un artista completo, pues además de poesía escribió novelas, ensayos y artículos periodísticos. También fue una figura notable de las artes visuales, en las que practicó pintura, escultura y fotografía.
Pero este columnista se rinde ante su poesía. ‘Miro mi sexo con ternura/ Toco la punta de mi cuerpo enamorado/ Y no soy yo que veo sino el otro/ El mismo mono milenario/ Que se refleja en el remanso y ríe/ Amo el espejo en que contemplo/ Mi espesa barba y mi tristeza/ Mis pantalones grises y la lluvia/ Miro mi sexo con ternura/ Mi glande puro y mis testículos/ Repletos de amargura/ Y no soy yo el que sufre sino el otro/ El mismo mono milenario/ Que se refleja en el espejo y llora (De ‘Noche oscura del cuerpo’, Roma, 1955).
El artista siempre fue esquivo con la prensa y menos le gustaba hablar de su vida privada. Vivió muy poco tiempo en el Perú, se fue a Europa y casi nunca regresó. Cuando se realizó el documental, en 2005, vivía alejado del mundo en Cerdeña, ya abatido por un cáncer. Tiene amigos y familiares en Lima, pero nadie que valga la pena ‘visitar’.
“Tengo la impresión de que me recibió porque supongo que era como la representante de los jóvenes en el Perú, y se comunicó conmigo porque quiso comunicarse con todo el país. Recuerda que casi no hay entrevistas suyas…”, comentó Patricia sobre su documental.
Eielson fue creador de asombrosos telares, de esos anudamientos que nos remontan a los ‘quipus’ del incanato y son la otra cara del lenguaje del artista: por un lado el verso, por el otro lo visual, las telas, los colores intensos como los atardeceres de Nasca entre las dunas, el desierto, las rocas y el mar pródigo en frutos como los peces que bien graficaba.
Hijo de madre limeña y padre sueco, se quedó huérfano de padre a los seis años y vivió con su hermano menor y dos hermanas. Tuvo una extraordinaria formación infantil, gracias a la que aprendió a tocar piano y hablar francés e inglés. Ingresó a San Marcos, a la Facultad de Letras, donde tuvo un profesor y protector de lujo: Jose María Arguedas, que vio en el jovencito a un predestinado.
A los 21 ganó el Premio Nacional de Poesía y al año siguiente el de teatro. Después de participar en revistas y editar una antología de la poesía peruana con Javier Sologuren y Sebastián Salazar Bondy, ganó una beca para estudiar en París. Allí compartió la bohemia intelectual con Blanca Varela, Fernando de Szyszlo y el poeta mexicano Octavio Paz. Aparte de sus merecidos premios internacionales por su poesía, también gozó de reconocimento mundial por su trabajo en artes plásticas y telares, exponiendo en museos de Europa, Nueva York y América Latina.
Al pasar los ochenta años de edad intensificó sus performances en varias ciudades de Europa. La última fue en Milán, meses antes de morir, en la galería ‘Melesi’. El título de la muestra: ‘Vivire e un’opera d’arte. Incontro con Jorge Eielson’ (Vivir es una obra de arte: Encuentro con Jorge Eielson).
A la entrada repartió narices rojas de ‘claun’. El artista salió con la cara pintada de blanco y con su nariz roja de ‘Machín’. Se sentó en el piso, miró al público y rio tímidamente. Algunos asistentes acompañaron también con risas suaves. De pronto, la risa del maestro se transformó en carcajada. El público lo imitó, pero muchos no comprendieron.
Eielson le escribió a un amigo sus motivos: “La intención era hacer reír para reírse de uno mismo y carcajearse, por fin, de todo”. Murió en Milán el 8 de marzo del 2006, pocos meses después de conversar tímidamente con Patricia Pereyra. Apago el televisor.
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