Este Búho no duda en calificar a esta Semana Santa como la más triste y dolorosa que le ha tocado vivir. Y creo que este sentimiento es compartido por millones en todo el mundo. Ayer comparaba, a través de los años, cómo algunos no respetaban esta trascendental fecha católica y le sacaban la ‘vuelta’ con la llamada ‘Semana tranca’, donde los adolescentes, jóvenes y adultos se tiraban al abandono en campamentos playeros y viajecitos en que se consumían cantidades navegables de licor y otras provocaciones.
Con la llegada del demoniaco virus, que apareció en China, y que ya va cobrando, en su maldita segunda ola, casi 130 mil muertos en Perú y millones en el mundo, nuestra forma de vida ha cambiado radicalmente. El gobierno tuvo que tomar el toro por las astas y decretó para este fin de semana una dura cuarentena como también se ha dado en Europa o el vecino país de Chile. Este Viernes Santo, cuando salí a comprar mi diario y el pancito, me di con una ciudad desierta. Como por reflejo recordé ese gran tema de Charly García: ‘Están las puertas cerradas y las ventanas también / no será que nuestra gente está muerta (’Yo no quiero volverme tan loco’)’. Una frase que reflejaba nítidamente lo que estaba pasando en mi país. Están muriendo tres mil personas cada semana. Y el gobierno es incapaz de conseguir las vacunas y se coloca como el avestruz, escondiendo la cabeza ante el total colapso sanitario. En el colmo del escándalo, el exviceministro de Salud, Percy Minaya León, no tenía ni un mes y medio en el cargo y se fue en bermudas y sayonaras junto a su esposa y unos ‘amigos’ con look playero, en horas de trabajo con chofer y auto oficial, ¡a comprar pan con chicharrón y lo grabaron! ¿Ese es el compromiso de los funcionarios del actual gobierno para luchar contra el coronavirus?
En estos momentos estamos a merced de la epidemia. Nadie se salva. Ni el anónimo padre de familia del Rímac o un patriarca del arte y el teatro como Jorge Chiarella Krüger. No importan los méritos, el dinero, la posición que alguien pueda tener en nuestra sociedad. Ambos mueren por igual. Con esta nueva cepa, en menos de una semana, sea quien sea, puede estar condenado a terminar en el cementerio. Porque no hay camas de cuidados intensivos y esta nueva variante les da pocas horas a los médicos para poder contrarrestarla. Hay que tomar en cuenta que en la primera ola los médicos tenían dos semanas para contrarrestar el virus con tratamientos anticoagulantes u oxígeno a los infectados. Pero luego hasta los propios médicos comenzaron a perecer porque ya no habían camas UCI. Hoy estamos peor. La gente ya no va a hospitales y fallece en su casa, y el gobierno a través del Ministerio de Salud oculta las cifras reales de fallecidos.
Ayer miles escuchaban el Sermón de las tres horas, donde el cura exponía las siete palabras pronunciadas por nuestro señor Jesucristo durante el calvario. Seguramente muchos lloraron cuando el cura explicó el significado de una de las palabras ‘claves’: ‘¡Padre, por qué me has abandonado!’. Ese reclamo terrible del hijo de Dios, en los peores momentos de su sacrificio, es lo que sintieron miles y miles de peruanos que han tenido alguna pérdida de familiares con este virus. ¿Por qué nos han abandonado?, se preguntan. ¿Qué pecado hemos cometido para que nos llegue este terrorífico flagelo incubado en ese mercado de Wuhan a finales de diciembre del 2019? Y lo peor es que, en vez de estar concentrados en enfrentar esta peste, estamos inmersos en un proceso electoral, donde hay varios ‘payasos’ que son incapaces de brindar alternativas reales para salir de esta desgraciada realidad.
Apago el televisor.