Este Búho se sacude de los temas políticos, tan densos y pantanosos gracias a nuestra inefable clase política. Entonces, me refugio en el cine, la música y los libros. Como saben mis lectores, soy amante del séptimo arte. No soy crítico de cine, ni pretendo serlo, solo un espectador curioso y entusiasta. Por eso me alegra que en los últimos años nuestras producciones estén repuntando y alcanzando grandes logros fuera de nuestras fronteras. Hoy está en algunas salas del país la aclamada película ‘Manco Cápac’, de Henry Vallejo, preseleccionada para los premios Óscar.
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Vallejo es puneño como el talentoso Óscar Catacora, director de la bella ‘Wiñaypacha’, que se puede ver en Netflix. Catacora falleció hace un par de semanas, apenas a los 34 años, lamentablemente. Por eso, este columnista a veces no entiende los designios divinos. La muerte nos arrebata, con frecuencia, jóvenes talentosos, con futuros prometedores, que tienen tanto que darle al mundo, y en cambio nos deja mequetrefes, sátrapas, criminales que viven a pierna suelta hasta la senectud.
El legado de Catacora en el cine es inmenso. ‘Wiñaypacha’, una cinta que sin grandes pretensiones es, para este humilde columnista, una de las mejores películas que se haya rodado en Perú en las últimas décadas. Y que me disculpen los críticos de cine si no coinciden con esta apreciación. La sencillez y la pulcritud son los sellos de ‘Wiñaypacha’ (2018), que cuenta la historia de una pareja de ancianos -Willka y Phaxsi- asentados al pie de la cordillera, en una choza construida con piedras y paja. Ellos guardan la esperanza de volver a ver a su hijo. Un hijo que se ha marchado hace tantos años a la ciudad. En esa espera la vida va pasando. Entre el trabajo de campo y la convivencia. Aferrados a su fe y a sus creencias y a las pocas fuerzas que les quedan.
Lo único que tienen para comer son sus sembríos y su ganado. Le piden a la Pachamama por viento y para que se calme la lluvia. Casan a los carneros para que se reproduzcan. Espantan a las aves de mal agüero. Con esos detalles el cineasta nos va introduciendo a la intimidad del mundo andino. La cinta de Catacora nos presenta esa sociedad que no queremos ver, pero sabemos que está. Una sociedad olvidada, abandonada, invisibilizada. Los ancianos aguardan al hijo con una fe que sobrecoge y que hacemos nuestra.
Los planos fijos, el sonido del viento, el escenario inhóspito, logran contagiar esa sensación de soledad que angustia y duele. En este punto podría comparar la cinta con la obra maestra del escritor Gabriel García Márquez, ‘El coronel no tienen quien le escriba’, en la que la expectativa de algo que nunca llegará es la esencia de la obra. La película también es una historia de amor entre dos ancianos.
Durante la hora y media, vemos cómo en la miseria se cuidan, se apoyan y tratan de sobrevivir a pesar de las desgracias. Pero, sin duda, el valor fundamental de esta cinta es que fue grabada íntegramente en idioma aimara, algo que nunca antes se había hecho en la industria cinematográfica peruana. En palabras del director, la única intención de la película era mostrar las costumbres de su pueblo Acora (Puno), en el que vivió casi toda su vida y del que salió solo para buscar mejores oportunidades. Jamás presagió que su ópera prima ganaría premios en festivales e, incluso, sería preseleccionada para los Óscar. “No se hizo con pretensiones de ir a festivales o lucir una temática social, solo traté de contar una historia honesta de algo que yo conocía. Es un tema que conozco bien porque parte de mi vida la pasé con mis abuelos y conozco cómo es el comportamiento de la población andina de esa edad, que vive relegada en lugares abandonados por sus hijos y el Estado”, dijo el cineasta en su momento.
Óscar Catacora estaba grabando una nueva película cuando de pronto tuvo complicaciones de salud, al parecer una peritonitis fulminante lo arrancó de este mundo. Apenas tenía 34 años y ya era uno de nuestros cineastas más talentosos, por su mirada fresca y atrevida. Se quedan truncos sus proyectos, y nos quedamos con la incertidumbre de saber hasta dónde hubiera llegado su genialidad. Esa genialidad que hizo camino para el nuevo boom del cine puneño. Consuelo para su familia. Apago el televisor.