Este Búho es un soldado de la vieja escuela. Empecé en el periodismo con esas reliquias que hoy son las máquinas de escribir. Estructuras pesadas que se plantaban en los escritorios y uno tenía que teclear con el temor de no partirse los índices. Las teclas reventaban como balas y la euforia por el cierre de edición era adrenalina pura que vivíamos día a día.
Con los años, el Internet y la tecnología revolucionaron las redacciones a pasos acelerados. En menos de medio siglo aparecieron las primeras computadoras, las laptops, los celulares, luego los celulares inteligentes, las exquisitas Macs de Apple...
Todo en un abrir y cerrar de ojos. Por supuesto, quienes ejercíamos este oficio tuvimos que adaptarnos y modernizarnos a la misma velocidad. Quienes se resistieron y, embriagados de nostalgia, rechazaron estos cambios quedaron obsoletos, fuera del juego.
Puede haber cambiado la forma en cómo se hace el periodismo, pero en definitiva no ha cambiado el por qué y para qué se hace esto: servir a la sociedad. La esencia sigue siendo la misma: salir a la calle a buscar las historias, corroborar los datos, confrontar todas las versiones. Escuchar a Dios y al diablo. Los registros ya no son en cuadernos de apuntes o cámaras a rollo, sino en videos full HD.
Luego aparecieron las redes sociales. Facebook, Twitter (hoy X), Instagram, YouTube y ahora TikTok. Al menos, son las que conozco y he explorado con mucha curiosidad. Las redes sociales han sido otro parteaguas para el periodismo. Cambiaron la forma de contar la noticia. Los jóvenes exigen información más rápida, más puntual. O como diríamos los reporteros: solo quieren la pepa, la carnecita.
Pero también gustan de formatos extensos, de entrevistas largas de sus ídolos o de personajes que están en boca de todos. Por eso la proliferación de podcasts, un fenómeno ya cimentado, que dejó de ser una moda, para convertirse en un formato más del periodismo.
Desde futbolistas hasta actores de telenovela ahora pueden plantar sus cámaras, instalar modernos micrófonos para producir y desarrollar una entrevista a profundidad. Algunos con más talento que otros.
Muchos colegas pusieron el grito en el cielo con este suceso, porque consideran que estos seudoentrevistadores están usurpando terreno ajeno. Este columnista cree que no hay que mirar con recelos estos fenómenos, sino analizarlos y entenderlos.
Evidentemente, consumo estos programas. Me parecen buenas propuestas espacios como ‘Caja negra’, del argentino Julio Leiva. O ‘The Wild Project’, del español Jordi Wild. También ‘Las entrevistas de Jordi Rosado’, muy divertidas algunas, conmovedoras otras. Son espacios que generan contenido con altos estándares, sin caer en la vulgaridad y el chiste ramplón que tanto abundan en el espacio virtual.
Por supuesto que este diario está a la vanguardia de lo que el público exige. Y tenemos podcasts líderes de sano entretenimiento como ‘Café con la Chévez’ y ‘La fe de Cuto’, en los que deportistas y personajes de la farándula peruana desnudan sus vidas y abren sus corazones para mostrar lo más íntimo de sus vidas. Siempre, por supuesto, cuidando la línea del respeto. El lenguaje audiovisual de las redes es totalmente distinto al de la televisión. Y hoy los jovencitos que egresan de la carrera de Ciencias de la Comunicación salen con ese chip al mercado laboral.
“Experto en edición de videos para TikTok”, ponen en sus hojas de vida. Y eso es bueno, por supuesto. Muchos tienen sueños de ser tiktokers o youtubers. Y no está mal, siempre y cuando cumplan las reglas básicas de esta profesión.
Los formatos tradicionales se han digitalizado y aunque los pronósticos son apocalípticos, pues señalan que tarde o temprano los diarios y la televisión desaparecerán, lo que perdurará será siempre el buen periodismo, ese que contrasta la información, la filtra y la publica. Y eso es algo que ni la misma inteligencia artificial podrá suplantar. Apago el televisor.
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