Este Búho escribe desde la calurosa y pujante ciudad de Satipo, en Junín. Ha sido un viaje relámpago, inesperado. Me trajo la cordial invitación de una querida y guapa amiga, quien además pertenece a la gloriosa Policía Nacional del Perú.
“Buhito, yo sé que eres un viajero incorregible. Por eso quiero que te des una escapadita a la selva central, a la puerta de ingreso del Vraem. Déjame mostrarte esta ciudad hermosa, que ha cambiado el cultivo de la planta de coca por el cacao y el café, que cuenta con una cantidad sorprendente de cataratas y donde vas a comer riquísimo. Te espero”. Entusiasmado por viajar después de una prolongada y necesaria cuarentena, cogí mi mochila y enrumbé hacia mi destino. He dicho muchísimas veces en esta columna que la mejor manera de conocer el Perú es caminándolo y navegándolo.
Conversando con nuestros compatriotas podremos entender sus preocupaciones y necesidades. Solo así derrumbaremos prejuicios y dejaremos esa tonta costumbre de mirarnos al ombligo.
Satipo es una de las nueve provincias que pertenecen al departamento de Junín. Su principal actividad productiva es la agricultura y ganadería. Cultivan kion, mango, piña, naranja y yuca. Una vieja actividad en Satipo, y sus vecinos de Mazamari y Pangoa, fue la siembra de plantas de coca. Hoy es solo un viejo y mal recuerdo, pues la gran mayoría viene reemplazando ese producto por el cacao y el café. “Muchos han cambiado sus cultivos, es cierto. Pero adentro, en el monte, siguen sembrando coca. Y te das cuenta de que por esas zonas hay narcotráfico porque ves camionetas supermodernas, de alta gama. Además, los índices de prostitución son alarmantes”, me contó un mototaxista. Y es cierto.
Solo basta caminar una noche por el caótico bulevar de Satipo para darse cuenta de que la prostitución de niñas campea a vista y paciencia de todos. Además de los prostíbulos, las discotecas funcionan con total impunidad. Asuntos en los que la policía, en coordinación con la municipalidad, viene trabajando arduamente, con constantes operativos, pero parece que no es suficiente.
Aunque por aquí los casos de coronavirus no son alarmantes, la enfermedad del dengue sí. Y eso hace bajar la guardia a los satipeños, quienes han relajado los protocolos de bioseguridad. Muchos ya dejaron de usar mascarillas y los fines de semana asisten multitudinariamente a los recreos, donde hay piscinas, restaurantes, canchitas de fútbol y vóley.
Ante este panorama, observo el discurso del presidente Francisco Sagasti, quien confirmó la compra de vacunas para combatir a la pandemia. Una gota de esperanza en ese mar de incertidumbre y desconciertos en que nos ha sumergido el maldito virus.
“En el marco de un acuerdo con el laboratorio Sinopharm de China para adquirir 38 millones de dosis, acabamos de suscribir un acuerdo de compra y carta de compromiso para recibir un primer envío de un millón de dosis que llegará durante el mes de enero”, dijo ‘Don Quijote’ en mensaje a la Nación.
Además, informó que se ha conseguido un acuerdo con los laboratorios AstraZeneca (Reino Unido) para la compra de 14 millones de vacunas que llegarán en setiembre. Para el tema operativo y logístico, Sagasti afirmó que se viene coordinando con diversas instituciones, incluyendo las Fuerzas Armadas.
Ante la inminente llegada de la vacuna, solo queda recomendar que hagamos un último esfuerzo y sacrificio. Aunque para algunos especialistas dicho fármaco no asegura la desaparición del virus, sí frenará el colapso de nuestro sistema de salud y será un respiro para nuestro personal médico, que ha enfrentado a este enemigo invisible sin tregua.
La tarde del miércoles en Satipo llega con una lluvia torrencial. Dicen los viejos sabios que la lluvia es señal de buen presagio, pues lava y se lleva todo lo malo. Esperemos que así sea, y nuevos y buenos vientos soplen para este hermoso país.
Apago el televisor.