Este Búho se despidió de Ayacucho con un desayuno tradicional: pan chapla relleno de queso fresco de la Universidad de Huamanga y un juguito mixto de papaya con piña.

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Mientras el avión despegaba bajo un cielo resplandeciente y la ciudad desaparecía en el horizonte, recordé ese tradicional huaino ayacuchano que mi madre siempre tarareaba mientras tejía:

“Una paloma sobre una rama / abre su pico para cantar. / Una paloma sobre una rama / abre su pico para cantar. / La rama tiembla como quien dice: / Ay, tú no sabes lo que es amar. / La rama tiembla como quien dice: / Ay, tú no sabes lo que es amar”.

BICENTENARIO DEL PERÚ

Estas dos últimas semanas me ha tocado recorrer parte de nuestra región andina para observar y recoger las opiniones de nuestros hermanos peruanos a puertas del Bicentenario. Muchas son sus necesidades como sus expectativas. Dentro de cinco días el gobierno de se instalará en Palacio de Gobierno y comenzará un quinquenio con más incertidumbres que certezas.

Los desafíos que tendrá que superar son titánicos, como la reactivación de la economía, en primer lugar. En Ayacucho la pandemia ha golpeado duro.

Este departamento lleno de cultura milenaria y de una riqueza humana increíble viene sufriendo los estragos del maldito virus. Muchos negocios -como hoteles y restaurantes- han cerrado, lo que ha generado desempleo e impacto en los productores locales. De los miles de turistas extranjeros que antes llegaban para recorrer las 33 iglesias, visitar la Pampa de la Quinua o el complejo arqueológico Vilcashuamán solo quedan viejos recuerdos.

“Yo mantenía a mi familia con el dinero que ganaba como mesero, las propinas que dejaban los turistas me permitían educar a mis hijos, pero el restaurante tuvo que cerrar por las cuarentenas y recién hemos reiniciado. La cosa está dura, pero no vamos a dejar de trabajar”, me confesó Diego, trabajador de uno de los restaurantes más tradicionales de Ayacucho, ‘La Catedral’.

LA OTRA PANDEMIA DE CUSCO

Lo mismo sucede en Cusco, a donde llegué la semana pasada. En la Ciudad de los Incas casi la totalidad de su población vive de lo que genera el turismo. La Cámara de Turismo de Cusco informó que actualmente reciben 1600 visitantes por día, pero antes de la pandemia la cifra era de 4 mil.

“Señor periodista, yo soy taxista y antes me hacía más de veinte vueltas del aeropuerto a la Plaza de Armas, hoy apenas cinco. Los turistas no llegan como antes y creo que volver a la normalidad, al flujo de antes, va a demorar”, me dijo un cusqueño que tuvo que interrumpir los estudios universitarios de su hija por falta de dinero.

Y es cierto, las angostas calles en donde se venden souvenirs de todo tipo y los puntos de visita obligados en el Centro Histórico, como la piedra de los doce ángulos o el Qoricancha, lucen semidesiertos. La mamita que antes vendía decenas y decenas de panes chaplas al día, hoy difícilmente acaba los que lleva en su canastilla de carrizo.

A pesar de todo, Cusco sigue ofreciendo una hostelería de calidad. Sus grandes restaurantes pedalean sin perder la fe, los hoteles ofrecen ofertas tentadoras y las agencias de turismo mantienen la atención personalizada.

Con la vacunación a todo galope, los ayacuchanos y cusqueños guardan la esperanza de que en un futuro próximo esa bonanza que generaba el turismo reflote y se duplique. Ciertamente, no es lo mismo mirar el país desde Lima que desde otra región. Las prioridades son distintas, los problemas son otros.

Mientras que en Lima, la capital, los simpatizantes de un partido político u otro se enfrentan a pedradas o machetazos, en las otras regiones trabajan con una meta en común: sobreponerse a la crisis política, económica y de salud. Siempre en unión, siempre dándose la mano, como lo hacían nuestros ancestros. Esos que levantaron un imperio, el más importante en este lado del planeta.

Apago el televisor.

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